Sonsoles Ónega (47 años), sobre la enfermedad crónica de su hijo: “Me adentré en un mundo de tinieblas muy difícil”.

 

 

 

En 2016, a su hijo menor le diagnosticaron diabetes de tipo 1, cuando no tenía antecedentes en la familia; lo que supuso un enorme shock para la presentadora.

 

 

 

 

 

Aquel primer impacto de realidad, Sonsoles Ónega lo vivió como una pesadilla. Hace 9 años, a su hijo pequeño le diagnosticaron una enfermedad con la que nadie de su familia, ni tampoco ella, había tenido contacto: diabetes tipo 1.

 

 

Cuando salió de la consulta se sintió perdida y asustada. Ahora, casi una década más tarde, reconoce que aquello fue “un bache, no un socavón”.

 

 

Cuando la diabetes tipo 1 llega a tu hogar, te adentras en un mundo de tinieblas muy difícil, pero es solo una cuestión de tiempo”, ha explicado la presentadora, que recientemente ha participado en un evento organizado por la Federación Española de Diabetes (‘FEDE’) y la plataforma ‘Crecer sin diabetes’, junto con el Club de Malasmadres, fundado por Laura Baena.

 

 

“La vida cambió para siempre”.

 

 

Durante esta charla, Sonsoles ha querido arrojar luz sobre una enfermedad crónica de la que poco se sabe.

 

 

Ella ha transmitido una visión tranquilizadora y optimista sobre su realidad, en la que convive de manera diaria y constante con esta condición del pequeño.

 

 

La periodista es madre de dos hijos, y descubrió de manera muy temprana que algo no iba bien con su menor, quien, además, era celiaco.

 

 

Cuando el médico le dio el diagnóstico de lo que le ocurría al niño de tan solo 4 años, ella se vio abrumada y sin saber cómo encajar tanta información nueva.

 

 

 

 

Cuando su hijo recibió el diagnóstico, Sonsoles se sintió abrumada y con mucho miedo. Nadie de su familia era diabético.

 

 

“La vida cambió para siempre. La suya y la nuestra”, escribió ella en su blog hace unos años.

 

 

Nunca olvidaré la sensación de miedo atosigante a todo y a todos. Al enfermero y a la enfermera. Miedo al médico.

 

 

Al resultado de un análisis. Al siguiente valor de glucosa. Miedo a hacerle daño al aprender a pincharle. Miedo a no saber hacerlo. Miedo a tener que hacerlo siempre… Miedo”.

 

 

Cuando el niño regresó a casa, Sonsoles cuenta que le sentó en la sillita azul. La de las conversaciones importantes.

 

 

Ahí, a su altura y mirándole a los ojos, trató de contagiarle de una tranquilidad que ella misma no tenía. “Todos somos de tu equipo”, le prometió. Y el menor se sintió mejor.

 

 

 

Efectivamente, todos estaban en su equipo. Aunque el diagnóstico hubiese sido para él, toda la familia lo hizo suyo.

 

 

Todos empezaron a comer de idéntica manera. A partir de entonces, nada de azúcares ni alimentos ultraprocesados en casa. Una tarea que no fue sencilla.

 

 

Sonsoles se convirtió en una experta.

 

 

 

“Así que, el 23 de octubre, puse patas arriba la despensa. Me deshice de absolutamente todo lo que tuviera más de 10 gramos de azúcar por 100 gramos de producto. Fui al súper, me estudié todas las etiquetas imaginables y salí con el carrito vacío”.

 

 

 

Dar con productos que fueran buenos para su pequeño, que no le ocasionaran una hiperglucemia fue difícil, pero no imposible.

 

 

Lo consiguió, aunque, por el camino, también lloró lo suyo. “Me desesperé. Me contagié de mi propia rabia.

 

 

Me hundí en la miseria del siglo XXI, en el fango de mi modo de vida, en mis horarios imposibles, en mi opción de quererlo todo, de querer ser una profesional que no desatiende a sus hijos, en el barro de mis errores y de mis contradicciones…”; pero, finalmente, lo consiguió.

 

 

 

 

 

Sonsoles para poder atender mejor a su hijo se ha formado y ha aprendido mucho sobre alimentación sin azúcares.

 

 

 

Ahora es una voz experta en estas lides, que se permite dar consejos gracias al conocimiento adquirido a lo largo de estos casi diez años.

 

 

Y puede arrojar algo de tranquilidad a las familias que están como ella lo estaba en 2016 y decirles que no se preocupen, que lo dominarán y lo entenderán

 

 

. Que la enfermedad de su hijo o hija será solo “un check más en las tareas que se tienen como madre”.

 

 

Desde que era pequeño, el hijo de Sonsoles usa un aparato, del tamaño de una nuez, que lleva inyectado a la espalda.

 

 

Este, cada cinco minutos, envía al teléfono de la presentadora sus constantes. “Es vivir en permanente alerta.

 

 

Estás casi obsesivamente mirando el teléfono móvil porque hoy en día ya hay dispositivos que te conectan al cuerpo de tu hijo y estás permanentemente viendo su evolución en momentos muy determinados del día”, pero, aun así, esto no añade más miedo del que “una madre ya tiene de por sí”, tan solo se trata de entender que todas las enfermedades crónicas condicionan la vida, pero que, a pesar de la complejidad, todo se soluciona con tiempo y conocimiento.

 

 

 

La importancia de la educación y el acompañamiento.

 

 

Uno de los grandes retos para las familias que afrontan el diagnóstico de diabetes tipo 1 es la educación y el acompañamiento.

 

 

Sonsoles destaca la importancia de formarse, buscar información fiable y apoyarse en asociaciones y colectivos especializados.

 

 

La Federación Española de Diabetes y otras plataformas ofrecen recursos, talleres y grupos de apoyo que facilitan la transición y ayudan a resolver dudas y miedos.

 

 

La experiencia de Sonsoles demuestra que, aunque el camino es difícil, no está exento de luz y esperanza.

 

 

La implicación de toda la familia, la formación continua y el acceso a tecnología de control son claves para garantizar el bienestar del niño y la tranquilidad de los padres.

 

El testimonio de Sonsoles Ónega sobre la diabetes tipo 1 de su hijo es un ejemplo de resiliencia, aprendizaje y solidaridad.

 

 

La periodista ha pasado del miedo y la incertidumbre inicial a la convicción de que, con tiempo y conocimiento, es posible vivir plenamente y afrontar los retos de una enfermedad crónica.

 

 

Su mensaje para otras familias es claro: no están solas, la adaptación es posible y la enfermedad, aunque condiciona la vida, no la define.

 

 

La experiencia de Sonsoles es un faro de esperanza para quienes, como ella, han tenido que reinventarse y aprender a cuidar con amor y responsabilidad.