En 2015, un reportaje del programa periodístico Panorama sacudió al Perú al exponer la vida de privilegios que algunos internos llevaban en el penal de San Juan de Lurigancho. Entre ellos, destacó el caso de Eric Moreno Hernández, conocido como “El Monstruo”, quien, a pesar de estar condenado por robo agravado, vivía como si estuviera fuera de los barrotes. Este caso no solo reveló la corrupción dentro del sistema penitenciario, sino también la facilidad con la que los reclusos manipulaban la tecnología para seguir delinquiendo desde la cárcel. Hoy, exploramos los detalles de esta investigación y su impacto en la percepción de la justicia en el país.

El penal de San Juan de Lurigancho, históricamente conocido por su hacinamiento y falta de control, fue el escenario donde se destaparon las llamadas “cárceles doradas”. Estas áreas privilegiadas dentro del penal ofrecían a ciertos internos acceso a comodidades impensables: celulares, internet, computadoras, e incluso equipos de sonido. Entre los nombres que surgieron en la investigación de Panorama, Eric Moreno Hernández destacó por su descaro al presumir su vida de lujos en redes sociales.

Moreno, quien utilizaba el alias “Chinito Stone” en su perfil de Facebook, no tenía reparos en mostrar su día a día desde la prisión. Publicaba fotografías, interactuaba con personas fuera del penal y mantenía una comunicación constante con el exterior. Este comportamiento llamó la atención de los periodistas, quienes decidieron investigar más a fondo.

Para exponer la verdad detrás de los privilegios de Moreno y otros internos, los periodistas de Panorama crearon un perfil falso en Facebook. Este perfil, que representaba a una joven ficticia, logró captar la atención de Moreno. En cuestión de días, él aceptó la solicitud de amistad y comenzó a entablar conversaciones con la supuesta joven.

En estas conversaciones, Moreno no solo confirmó que estaba en el penal de Lurigancho, sino que también reveló detalles sobre su acceso a internet y celular las 24 horas del día. Incluso proporcionó su número de teléfono, lo que permitió a los periodistas comprobar la veracidad de sus afirmaciones. Esta estrategia de infiltración fue clave para desenmascarar la vida de privilegios que llevaba este interno.

Las conversaciones entre los periodistas y Eric Moreno Hernández revelaron la personalidad manipuladora y astuta del interno. En sus mensajes, Moreno intentaba ganarse la confianza de la supuesta joven, mostrando un lado aparentemente amable y accesible. Sin embargo, detrás de esta fachada, se escondía un individuo que utilizaba su acceso a la tecnología para continuar delinquiendo.

En uno de los intercambios más reveladores, Moreno admitió que estaba en el pabellón 12A del penal, conocido por ser una de las áreas con mayores privilegios. Además, no dudó en hablar sobre su acceso a internet y su capacidad para comunicarse libremente con el exterior. Estas declaraciones fueron respaldadas por fotografías y audios que el propio Moreno compartió, dejando claro que su vida en prisión estaba lejos de ser un castigo.

El reportaje de Panorama tuvo un impacto inmediato en la opinión pública y en las autoridades penitenciarias. La revelación de las “cárceles doradas” generó indignación entre los ciudadanos, quienes exigieron una reforma urgente del sistema penitenciario. Por su parte, las autoridades se vieron obligadas a tomar medidas para recuperar el control dentro del penal de Lurigancho.

Entre las acciones tomadas, se incluyó el traslado de varios internos a otros penales y la destitución de funcionarios penitenciarios que permitieron estos privilegios. Sin embargo, muchos críticos señalaron que estas medidas eran insuficientes y que el problema de fondo, la corrupción, seguía sin resolverse.

Desde entonces, Eric Moreno Hernández se ha convertido en un símbolo de los fallos del sistema penitenciario peruano. Su caso no solo expuso la corrupción dentro de las cárceles, sino también la facilidad con la que los internos pueden seguir delinquiendo desde prisión. A pesar de las medidas tomadas tras el reportaje, Moreno continuó siendo una figura polémica, con informes que lo vinculaban a actividades delictivas incluso después de haber sido trasladado a otro penal.

La historia de Moreno es también un recordatorio de cómo las redes sociales pueden ser utilizadas como herramientas para el crimen. Su habilidad para manipular y engañar a través de internet muestra la necesidad de un mayor control sobre el acceso a la tecnología dentro de las prisiones.

El caso de Eric Moreno Hernández y las “cárceles doradas” de Lurigancho es un ejemplo claro de cómo la corrupción puede socavar el propósito del sistema penitenciario. En lugar de ser un espacio para la rehabilitación, estas cárceles se convierten en centros de poder para los internos más astutos y peligrosos.

A pesar de los esfuerzos por reformar el sistema, el caso de Moreno demuestra que aún queda mucho por hacer para garantizar que las cárceles cumplan su función. La transparencia, la vigilancia constante y la erradicación de la corrupción son pasos esenciales para evitar que se repitan casos como este.

En última instancia, el caso de “El Monstruo” no solo es una advertencia sobre los peligros de un sistema penitenciario corrupto, sino también una llamada a la acción para que la justicia sea verdaderamente igual para todos.