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Ayuso suelta la bomba, Feijóo queda contra las cuerdas y el PP entra en zona roja: la llamada a “quemarse”, la moción imposible y una guerra de poder en Génova que ya no se puede disimular

El Partido Popular atraviesa uno de esos momentos que, vistos con perspectiva, acaban definiendo una época. No es una crisis abierta, todavía. No hay dimisiones ni rupturas formales. Pero hay algo quizá más peligroso: una batalla larvada, constante, simbólica y estratégica, que enfrenta dos formas de entender el poder, el liderazgo y el futuro de la derecha española.

Y en el centro de esa batalla hay dos nombres propios: Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo.

“Es el momento de quemarse”: la frase que lo cambia todo

No fue una frase improvisada. Tampoco fue un exceso retórico propio de una cena navideña. Cuando Ayuso repite, por tercera vez en pocos días, que “no es momento de tibieza” y que “es el momento de quemarse”, está lanzando un mensaje calculado, con destinatario claro.

El plural que utiliza —“vamos a quemarnos”— es, paradójicamente, lo más revelador. Porque la presidenta madrileña no se incluye realmente en el sacrificio. Ella no se quema. Ella empuja.

Empuja a Feijóo hacia una decisión que sabe casi imposible: presentar una moción de censura condenada al fracaso.

La moción como trampa política

Dentro del PP nadie ignora lo que supondría una moción de censura fallida. Sería la última bala en la recámara de Feijóo. Si no prospera —y no hay números para que lo haga—, la pregunta dejaría de ser cuándo caerá el Gobierno para convertirse en otra mucho más incómoda:

👉 ¿Quién lidera realmente el Partido Popular?

En privado, incluso dirigentes próximos a Ayuso reconocen que no eran partidarios de una moción… hasta ahora. Algo ha cambiado. O alguien ha decidido acelerar el proceso.

Ayuso no discute a Feijóo: lo redefine

Malestar de Génova con el discurso duro de Díaz Ayuso: dinamita su estrategia de centro

El movimiento de Ayuso no es frontal. No cuestiona directamente el liderazgo de Feijóo. Hace algo más sofisticado y más destructivo: lo redefine como insuficiente.

El mensaje no es “yo quiero ser líder”, sino algo mucho más profundo:

El PP debe ser como yo. No como tú.

Es una enmienda al modelo entero. A la moderación. Al cálculo. A la espera. A la estrategia gradual.

Dos almas, un partido abierto en canal

Lo que está ocurriendo en el PP no es nuevo, pero ahora es más visible que nunca. El partido está abierto en canal, dividido entre dos almas:

Una alma conservadora tradicional, que busca transversalidad, gestión, moderación y tiempos largos.

Y una alma combativa, culturalmente beligerante, que entiende la política como confrontación permanente y movilización emocional.

Ayuso no representa solo un liderazgo regional fuerte. Representa un modelo de partido.

Génova, Madrid y el peso simbólico

No es casual que esta batalla se libre desde Madrid. Históricamente, el PP madrileño ha sido un poder casi autónomo, con liderazgo propio y capacidad de marcar agenda nacional. Lo fue con Esperanza Aguirre. Lo es ahora con Ayuso.

La diferencia es que hoy el contexto es otro: Vox crece en las encuestas, la derecha europea se radicaliza y el espacio de la moderación se estrecha.

Ayuso lo sabe. Y actúa en consecuencia.

Feijóo: liderazgo templado, proyecto difuso

Alberto Núñez Feijóo, el hombre de las dos caras | política&prosa

El problema de Feijóo no es solo Ayuso. Es él mismo. O mejor dicho: la indefinición.

Llegó a Génova con la promesa de orden, moderación y solvencia. Pero el calendario político, la presión mediática y el empuje del ala dura le han arrastrado a un terreno donde no se siente cómodo.

No ha elegido una vía. Y en política, no elegir también es elegir.

La tentación del “todo vale”

En los últimos meses, el discurso del PP ha mutado. Palabras como “mafia”, “régimen”, “dictadura” o “vaciar el sanchismo de las instituciones” ya no son excepciones: son parte del lenguaje habitual.

Eso no ocurre por accidente. Es una normalización del marco ultra, una deriva que acerca al PP a Vox no tanto en pactos como en sintaxis, tono y relato.

Y eso, como advierten varios analistas, es un camino difícil de desandar.

Vox como factor acelerador

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El crecimiento de Vox no solo presiona al PP electoralmente. Lo desestabiliza internamente.

Cada décima que gana Vox refuerza el argumento de Ayuso: la tibieza no funciona, la confrontación sí. Y eso convierte a Feijóo en rehén de una dinámica que no controla del todo.

Valencia como laboratorio

La Comunidad Valenciana es el espejo donde muchos miran. Aunque Vox no esté formalmente en el Gobierno, su discurso impregna la acción política. El lenguaje, las prioridades y los gestos se contagian.

No hace falta gobernar para influir. Basta con marcar el marco mental.

Extremadura, Aragón y la geometría variable

En otros territorios, el PP intenta evitar a Vox incluso convocando elecciones. Pero esa estrategia revela algo incómodo: el partido no es uno, sino muchos, adaptados a contextos locales distintos.

Esa geometría variable funciona en el corto plazo. En el largo, erosiona la identidad.

¿Ayuso quiere sustituir a Feijóo?

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La pregunta flota en el ambiente. Nadie la formula abiertamente. Pero cada gesto, cada frase, cada presión indirecta la refuerza.

Ayuso no necesita decirlo. Le basta con empujar a Feijóo hacia decisiones imposibles y dejar que el desgaste haga el resto.

Un liderazgo en prueba permanente

Feijóo gobierna el partido, pero no lo domina. Resiste. Aguanta. Traga. Pero cada “trago” tiene un coste político.

Y la moción de censura sería el mayor de todos.

El dilema final del PP

El Partido Popular se enfrenta a una disyuntiva histórica:

Mantenerse como un partido conservador tradicional, con riesgos electorales a corto plazo.

O mutar hacia una derecha de confrontación permanente, con éxito inmediato pero consecuencias imprevisibles.

Ayuso ya ha elegido. Feijóo, no.

Y la pregunta que nadie quiere responder

La verdadera cuestión no es si habrá moción de censura. Ni siquiera si Ayuso acabará liderando el PP.

La pregunta es otra, más profunda y más incómoda:

👉 ¿Puede el Partido Popular sobrevivir mucho tiempo sin decidir qué es y hacia dónde va?

Porque mientras Génova duda, Madrid empuja.
Y cuando un partido duda y alguien empuja…
la caída deja de ser un accidente y empieza a parecer una estrategia.