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Cuando la palabra “golpe” deja de ser metáfora

En la política española hay palabras que durante años se consideran exageraciones retóricas, munición de tertulia o simples desahogos ideológicos. Pero hay momentos en los que esas palabras, repetidas, amplificadas y sostenidas en el tiempo, empiezan a adquirir un peso distinto. “Golpe de Estado” es una de ellas.

Lo que hasta hace poco parecía un concepto reservado a manuales de historia o a contextos militares, ha regresado al centro del debate público, ya no como un asalto con tanques, sino como una hipótesis inquietante de desgaste institucional, judicial y mediático que avanza lentamente, casi sin ruido, pero con una persistencia difícil de ignorar.

Zapatero, el nombre que no desaparece

José Luis Rodríguez Zapatero reaparece, una vez más, como pieza central de una narrativa que trasciende su figura. No se trata solo del expresidente, sino de lo que representa: la mediación internacional, el diálogo con Venezuela, la incomodidad que genera tanto en la derecha española como en determinados sectores internacionales.

Las acusaciones que resurgen —oro, minas, negocios, Plus Ultra— no son nuevas. Lo que sí es nuevo es el momento en el que reaparecen y la coordinación con la que se difunden. Según voces como la de Ernesto Ekaizer, no estamos ante hechos aislados, sino ante una campaña perfectamente orquestada, con ramificaciones que cruzan fronteras, tribunales y redacciones.

Hugo Carvajal y la lógica del testigo desesperado

El nombre de Hugo “el Pollo” Carvajal se ha convertido en un comodín recurrente. Extraditado a Estados Unidos, enfrentado a una sentencia que se perfila condenatoria, su incentivo es claro: hablar, señalar, implicar.

En ese contexto, Zapatero aparece como objetivo estratégico. No porque existan pruebas concluyentes, sino porque su figura es útil para construir un relato. Un relato que necesita villanos, conexiones internacionales y sospechas difíciles de desmontar en el corto plazo.

UCO y UDEF: cuando las siglas pesan más que los hechos

Uno de los elementos más perturbadores del relato es la creciente centralidad de las unidades policiales en el debate político. UCO, UDEF. Siglas que deberían remitir a investigación técnica y discreta, pero que hoy protagonizan titulares, filtraciones y controversias.

La distinción entre ambas unidades no es menor. Mientras se atribuyen investigaciones prospectivas a la UCO, es la UDEF la que reaparece en el caso Plus Ultra, despertando viejos fantasmas sobre escándalos internos, silencios prolongados y reactivaciones oportunas.

La pregunta ya no es solo qué investigan, sino cuándo, cómo y para qué.

El juez Peinado y los límites que se difuminan

El juez Peinado expulsa a Manos Limpias de la causa contra Begoña Gómez por  no pagar la fianza durante 19 meses

La actuación del juez Peinado en relación con Begoña Gómez ha encendido todas las alarmas. La Audiencia de Madrid había sido clara: no existen indicios suficientes para investigar determinados extremos. Sin embargo, el magistrado opta por un camino alternativo: solicitar a la UCO que determine si hay nuevos indicios.

Aquí se produce una inversión inquietante de roles. El juez, que debería señalar los hechos, pregunta a la policía si debe investigar. Para muchos juristas, esto no es solo irregular: es una vulneración directa del principio que prohíbe las investigaciones prospectivas.

Begoña Gómez: del ámbito privado al símbolo político

El nombre de la esposa del presidente del Gobierno se ha convertido en un campo de batalla. No por hechos probados, sino por su potencia simbólica. Incluirla en el relato permite extender la sospecha más allá del PSOE y personalizar el desgaste en Pedro Sánchez.

La insistencia en vincularla a casos como Air Europa o Plus Ultra, pese a archivos previos y falta de pruebas, refuerza la idea de que la investigación ya no busca verdad, sino desgaste.

Begoña Gómez se acoge a su derecho de no declarar ante la comisión de  investigación de la Asamblea de Madrid: "Todo esto tiene un objetivo  político evidente" | Política | Cadena SER

La palabra “golpe” y la analogía incómoda

Ekaizer va más allá y utiliza una analogía que incomoda: compara la negación del “golpe” con la negación inicial del genocidio en Gaza. No equipara los hechos, sino el mecanismo psicológico y mediático: la dificultad de reconocer lo que ocurre mientras ocurre.

Según esta tesis, el golpe no es instantáneo ni espectacular. Es lento, judicial, mediático y político. Se desarrolla en cámara lenta, normalizando lo que antes habría provocado escándalo inmediato.

Ferraz, los ordenadores y la información total

La entrada de la UCO en la sede del PSOE, el clonado del ordenador de Santos Cerdán y la entrega voluntaria de siete años de cuentas internas sitúan a la Audiencia Nacional y al Supremo ante una paradoja.

Nunca antes un partido político había entregado tanta información. Si tras ese volumen de datos no emerge nada concluyente, ¿qué quedará del relato de corrupción sistémica? ¿Y si no aparece nada, quién asumirá la responsabilidad del daño causado?

Feijóo, Mazón y los mensajes que pueden cambiarlo todo

En paralelo, el foco se desplaza a Valencia. La DANA, las 230 víctimas y la gestión del desastre se convierten en otro frente. Feijóo afirma haber estado informado “en tiempo real” por Mazón. Mazón lo niega.

La jueza pide los mensajes. Feijóo dice que los entregará. Aquí no hay metáforas: o existen los mensajes o no existen. Y si existen, pueden redefinir responsabilidades políticas y judiciales.

Feijóo suspende su agenda y su viaje a Bruselas por una gripe | España

El careo: cuando la verdad se enfrenta a la mentira

El careo entre Salomé Pradas y el exjefe de gabinete de Mazón es una escena cargada de tensión. Un investigado puede mentir. Un testigo no. Esa asimetría convierte el careo en una prueba extrema del sistema judicial.

Más allá del resultado, el proceso deja una sensación amarga: las víctimas vuelven a quedar en segundo plano mientras el poder se reorganiza y recoloca cargos.

¿Gobierno corrupto o gobierno acosado?

El debate alcanza su clímax cuando se lanza la acusación: “el gobierno más corrupto en 47 años”. Una frase potente, repetida, pero aún huérfana de pruebas estructurales.

Algunos recuerdan Aznar y el 11M. Otros señalan a Rajoy. Otros defienden que, con los hechos conocidos, Zapatero fue el menos corrupto. La historia, dicen, la escribirán las sentencias. Pero mientras tanto, el relato ya está haciendo su trabajo.

 

El desgaste como estrategia

Quizá la clave no esté en demostrar corrupción, sino en instalar la sospecha permanente. Un gobierno puede caer no por una sentencia, sino por agotamiento social, por erosión constante, por la sensación de caos.

Y ahí es donde la palabra “golpe” deja de sonar exagerada y empieza a sonar incómodamente plausible.

Epílogo: la pregunta que nadie quiere formular

Si dentro de unos años se concluye que no hubo pruebas suficientes, que muchas investigaciones fueron archivadas y que gran parte del ruido era infundado, quedará una pregunta flotando en el aire político español:

¿Quién responde cuando la democracia se erosiona no con tanques, sino con sospechas, filtraciones y silencios calculados?

Y quizá entonces, cuando ya sea tarde, muchos dirán que no lo vieron venir.