ABASCAL ROMPE el SILENCIO en DIRECTO con una RUEDA de PRENSA CLAVE que SACUDE ESPAÑA.

 

 

 

La comparecencia de Santiago Abascal esta semana ha vuelto a situar el debate político español en un punto de máxima tensión.

 

No fue una intervención más ni una rueda de prensa de trámite. Fue un discurso largo, cargado de acusaciones, advertencias y llamamientos directos a la movilización institucional y social, que refleja con nitidez el clima de confrontación que atraviesa España en un momento clave de la legislatura.

 

 

Desde el primer minuto, el líder de Vox construyó un relato de emergencia nacional.

 

En su intervención describió a Pedro Sánchez como un presidente “acorralado”, dispuesto —según sus palabras— a “volar lo que queda del Estado de derecho” con el único objetivo de evitar responsabilidades penales para él y su entorno.

 

No se trató solo de una crítica política, sino de una acusación de carácter estructural: Abascal habló de una “estructura de corrupción” que, a su juicio, no se limita al Partido Socialista, sino que alcanza a instituciones, sindicatos, empresarios y medios de comunicación.

 

 

Este enfoque no es nuevo en el discurso de Vox, pero sí alcanza ahora un tono más grave.

 

La tesis central es clara: cuanto más se acerca el final político de Pedro Sánchez, más peligroso se vuelve su gobierno para la democracia y la convivencia.

 

Abascal insistió en una idea que repite desde hace meses: “lo peor de Sánchez está por llegar”, pero añadió un matiz significativo, asegurando que “lo peor para Sánchez también está por llegar”, en alusión a causas judiciales, investigaciones y presiones institucionales que, según su relato, acabarán por derribar al Ejecutivo.

 

 

Uno de los ejes más importantes del discurso fue la relación del Gobierno con sus socios parlamentarios.

 

Abascal señaló directamente a Arnaldo Otegi y Gabriel Rufián, a quienes acusó de aprovechar la supuesta debilidad del Ejecutivo para avanzar en una agenda de ruptura de la unidad nacional.

 

 

En su interpretación, la corrupción socialista no sería un fenómeno aislado, sino el precio político que Sánchez paga para mantenerse en el poder: concesiones en forma de amnistías, rebajas de penas por malversación y una aceptación implícita del discurso plurinacional y del derecho de autodeterminación.

 

 

Estas afirmaciones se apoyan en hechos políticos verificables, como la aprobación de la ley de amnistía para los implicados en el procés y las negociaciones constantes con los partidos independentistas para sostener la mayoría parlamentaria.

 

 

Sin embargo, Vox va un paso más allá al presentar estas decisiones como parte de un plan deliberado para desmantelar el régimen constitucional de 1978, algo que el Gobierno y sus aliados niegan de forma tajante.

 

 

Otro de los momentos más duros de la comparecencia llegó cuando Abascal se refirió a los sindicatos mayoritarios, UGT y Comisiones Obreras.

 

Los acusó abiertamente de colaborar con una “mafia socialista” y de respaldar un sistema que, según él, perjudica directamente a los trabajadores a los que dicen representar.

 

En su discurso, las verdaderas víctimas de la corrupción no son solo las instituciones, sino las familias que no llegan a fin de mes y los jóvenes que no pueden acceder a una vivienda.

 

Este mensaje conecta con una parte del electorado que percibe una desconexión entre los grandes pactos políticos y los problemas cotidianos.

 

La inflación, el precio de la vivienda y la precariedad laboral siguen siendo preocupaciones centrales para millones de ciudadanos, y Vox intenta vincularlas directamente a lo que denomina un “sistema corrupto” sostenido por el PSOE y sus aliados.

 

Lejos de apostar por la espera o la resignación, Abascal rechazó de forma explícita la idea de que el Gobierno “caerá por su propio peso”.

 

Para él, esa actitud no solo genera frustración, sino que se convierte en una forma de complicidad pasiva.

 

Frente a ello, planteó una estrategia activa basada en tres pilares: presión política, movilización institucional y ruptura de consensos tradicionales.

 

En ese contexto, volvió a poner sobre la mesa la posibilidad de una moción de censura.

 

Vox reiteró que está dispuesto a apoyar cualquier fórmula que permita desalojar a Sánchez del poder, incluso con un candidato que no pertenezca a su partido y con el único compromiso de convocar elecciones.

 

Este mensaje va dirigido tanto a diputados del Partido Popular como a posibles díscolos de otros grupos parlamentarios, a quienes Abascal ofreció “la mano tendida” para desmarcarse de la corrupción.

 

 

Sin embargo, el líder de Vox también dejó claro cuál considera el principal obstáculo para esa estrategia: el entendimiento entre el Partido Popular y el Partido Socialista en determinadas instituciones, especialmente en el ámbito europeo.

 

Abascal criticó duramente los pactos entre populares y socialistas en Bruselas y los señaló como el “salvavidas” que mantiene a Sánchez en el poder, tanto dentro como fuera de España.

 

 

Uno de los pasajes más controvertidos de la comparecencia fue el llamamiento a los magistrados del Tribunal Constitucional.

 

Abascal pidió abiertamente que aquellos jueces que consideren ilegítima la ley de amnistía no participen en el pleno que deba pronunciarse sobre ella, con el objetivo de impedir el quórum necesario para su validación.

 

Según su planteamiento, no se trata de una insurrección, sino de un acto de responsabilidad frente a lo que considera un “golpe de Estado institucional” promovido desde La Moncloa.

 

 

Esta propuesta ha generado un intenso debate jurídico y político. Para algunos expertos, supone una presión inaceptable sobre el poder judicial; para otros, es la expresión extrema de una crisis de confianza en las instituciones.

 

En cualquier caso, refleja hasta qué punto la cuestión de la amnistía se ha convertido en el epicentro del conflicto político en España.

 

 

La comparecencia también abordó asuntos internacionales, como el aumento del gasto en defensa y la posición de España en el seno de la OTAN.

 

Abascal mostró escepticismo ante el anuncio del Gobierno sobre un supuesto acuerdo para mantener el gasto militar en torno al 2,1% del PIB, y criticó la falta de referencias explícitas a la defensa de Ceuta, Melilla y Canarias.

 

Para Vox, cualquier estrategia de defensa nacional debe priorizar la protección del territorio español, especialmente en un contexto geopolítico cada vez más inestable.

 

 

En política exterior, el líder de Vox se desmarcó tanto de Pedro Sánchez como de Alberto Núñez Feijóo al valorar los ataques de Israel a instalaciones nucleares iraníes.

 

Abascal defendió sin matices que una teocracia que, en su opinión, promueve el terrorismo no debe tener acceso a armamento nuclear, una posición alineada con sectores conservadores internacionales pero que contrasta con el discurso más prudente del Gobierno español.

 

 

En cuanto a la relación con el Partido Popular, Abascal se mostró profundamente desconfiado.

 

Aunque reconoció que el PP ha endurecido su discurso en algunos ámbitos, como la inmigración, recordó que en el pasado ha incumplido programas electorales y ha preferido pactar con el PSOE cuando ha tenido la oportunidad.

 

Para Vox, las palabras y las ponencias no son suficientes: solo los hechos, especialmente una ruptura clara con los socialistas, podrían abrir la puerta a una colaboración estable.

 

 

El mensaje final de la comparecencia fue coherente con todo lo anterior: España vive, según Vox, un momento decisivo.

 

Abascal llamó a no caer en el pesimismo, pero tampoco en la pasividad. Insistió en que el deterioro institucional no se revertirá solo y que exige una reacción firme de la oposición, de la sociedad civil y de aquellos actores que todavía creen en la separación de poderes y en el Estado de derecho.

 

 

Más allá de compartir o no este diagnóstico, lo cierto es que el discurso de Abascal refleja un clima político marcado por la desconfianza, la polarización y la judicialización de la vida pública.

 

La legislatura avanza entre acusaciones cruzadas, causas judiciales, pactos complejos y una ciudadanía cada vez más dividida.

 

En ese escenario, Vox apuesta por tensar la cuerda y situarse como la voz que denuncia sin matices lo que considera una deriva autoritaria del Gobierno.

 

 

La pregunta que queda en el aire es hasta qué punto este discurso encontrará eco más allá de su electorado tradicional y si logrará traducirse en movimientos concretos dentro del Parlamento o en la calle.

 

Lo que parece indiscutible es que la confrontación política en España no solo continuará, sino que probablemente se intensificará en los próximos meses, con la amnistía, la corrupción y la estabilidad institucional como ejes centrales del debate público.