La primera reacción de Antonia Dell’Atte en directo al despido de Alessandro Lequio en Mediaset.
Tras conocerse la información, el programa ‘No somos nadie’ se ha puesto en contacto con Antonia Dell’Atte, que ha entrado en directo celebrando la noticia.

La televisión española ha vivido en las últimas horas uno de los episodios más convulsos y comentados de su historia reciente.
Mediaset, el gigante audiovisual que durante décadas ha marcado el ritmo de la opinión pública y el entretenimiento nacional, ha tomado una decisión que muchos consideraban impensable: despedir de manera fulminante a Alessandro Lequio, colaborador histórico y figura controvertida de sus tertulias, tras el testimonio de violencia machista ofrecido por su exmujer, la modelo italiana Antonia Dell’Atte.
Este movimiento, adelantado por El País y confirmado por diferentes medios de comunicación, ha desatado una auténtica tormenta mediática y social.
No solo por la relevancia de los protagonistas, sino por el trasfondo de una lucha que se prolonga desde hace 38 años y que, según Dell’Atte, ha estado marcada por el silencio cómplice de la prensa y el miedo a enfrentarse a los poderosos.
La historia, aunque conocida por muchos en sus detalles más escabrosos, ha adquirido una nueva dimensión tras la entrevista concedida por Antonia Dell’Atte a El País.
En ella, la modelo no solo relató los episodios de malos tratos sufridos durante su matrimonio con Lequio a finales de los años ochenta, sino que denunció abiertamente la complicidad de los medios y la falta de apoyo institucional y social que ha padecido durante décadas.
“Estoy llorando, no puedo ahora hablar, disculpadme”, fueron las primeras palabras de Dell’Atte en su intervención telefónica en el programa ‘No somos nadie’, presentado por María Patiño en TEN.
La llamada, realizada a través del teléfono de Carlota Corredera, fue el reflejo de una emoción largamente contenida y de una liberación personal que trasciende lo anecdótico para convertirse en símbolo de una reivindicación colectiva.
Dell’Atte, entre sollozos, insistió en la soledad de su batalla y en la falta de respaldo: “38 años… toda la prensa cómplice, toda la prensa cómplice. Todo sola. ¿Sabes quién me ha ayudado a mí? Dios.
Hoy me he despertado y me ha dicho ponte la corona de la victoria. Toda la prensa cómplice, pero he perdonado a todos.
Yo sé que los periodistas tienen que comer, y lo respeto, pero tener un monstruo sentado al lado y censurar a todos los periodistas… Pero yo perdono todo, no tengo venganza.”
La decisión de Mediaset no se entiende solo como una reacción empresarial ante la presión mediática, sino como un gesto que puede marcar un punto de inflexión en la manera en que la televisión española aborda los casos de violencia de género y la relación entre la justicia formal y la responsabilidad ética de los medios.
Durante años, Alessandro Lequio ha sido uno de los tertulianos más polémicos y reconocibles de Telecinco.
Su presencia en programas como ‘El programa de Ana Rosa’ o ‘Vamos a ver’ ha estado marcada por debates encendidos, enfrentamientos con compañeros y una actitud desafiante que le ha granjeado admiradores y detractores a partes iguales.
Sin embargo, la sombra de las acusaciones de Dell’Atte siempre ha planeado sobre su figura, aunque nunca había tenido consecuencias tan drásticas como ahora.
La cronología de las últimas 24 horas revela la intensidad de los acontecimientos.
Tras la publicación del testimonio de Dell’Atte, la directiva de Mediaset y la productora Unicorn Content mantuvieron reuniones de urgencia para analizar la situación.
El acceso a la documentación judicial presentada por el abogado de la modelo italiana fue determinante.
Finalmente, ambas partes acordaron el cese inmediato de Lequio, cerrando así una etapa de casi tres décadas de colaboración.
La intervención de Antonia Dell’Atte en ‘No somos nadie’ ha sido, sin duda, uno de los momentos más emotivos y comentados de la jornada. “Estoy brindando con un vaso de vino.
Grazie, grazie, grazie a Dios. He esperado 38 años. Tengo que disfrutarlo con mi familia y con mi hijo que siempre me ha estado apoyando, mi único amor”, expresó la modelo, agradeciendo especialmente la oportunidad de haber podido contar su historia en El País, entrevista que considera “fundamental” porque “hemos dado en el centro”.
Dell’Atte aseguró tenerlo “todo atado” y relató cómo recibió la noticia del despido: “Cuando me ha llamado mi abogado, he dicho: ¡¿qué?! He llorado lágrimas de felicidad porque estoy librada, estoy librada.
Estoy festejándolo con mi hijo, con mi madre, mi familia… Es una victoria de la verdad.” En sus palabras, la prensa ha sido “cómplice” de un maltratador, y la victoria no es solo personal, sino colectiva.
Preguntada por María Patiño sobre la reacción de Ana Rosa Quintana, Dell’Atte respondió con humor: “Un día hablamos con más humor.
Tú la conoces mejor que yo.” Y concluyó su intervención con un mensaje contundente: “Apoyad a todas las víctimas.
No hay víctimas de serie A ni de serie B. Es una victoria de todas las mujeres, sobre todo de las que han muerto, que no han tenido voz, de todas las mujeres que han sido asesinadas por la mano de un hombre.”
El caso de Alessandro Lequio y Antonia Dell’Atte pone sobre la mesa cuestiones de fondo que van mucho más allá de la anécdota personal. ¿Hasta qué punto deben los medios de comunicación asumir la responsabilidad de dar voz a las víctimas y de actuar ante acusaciones graves, incluso en ausencia de condenas judiciales firmes? ¿Es legítimo que una empresa prescinda de un colaborador por la presión social y mediática, o debería primar la presunción de inocencia?
La televisión, como espejo de la sociedad, se enfrenta a un dilema que afecta no solo a su credibilidad, sino a su capacidad para influir en la opinión pública y en la cultura de la denuncia y la protección de las víctimas.
Para muchos, el despido de Lequio es un avance en la lucha contra la violencia de género y la impunidad, una muestra de que los tiempos han cambiado y de que la sociedad exige respuestas claras y contundentes.
Sin embargo, no faltan voces que advierten del peligro de convertir la opinión pública en tribunal y de tomar decisiones empresariales basadas en presiones externas más que en la justicia formal.
El equilibrio entre la defensa de los derechos de las víctimas y el respeto a los principios jurídicos es, sin duda, uno de los desafíos más complejos de nuestro tiempo.
Para Antonia Dell’Atte, el despido de Alessandro Lequio no es solo el final de una pesadilla personal, sino el comienzo de una nueva etapa en la que espera que otras mujeres puedan sentirse respaldadas y escuchadas.
Su testimonio, lejos de ser un ajuste de cuentas, es una reivindicación de la verdad y de la necesidad de romper el silencio que durante años ha protegido a los agresores y ha dejado a las víctimas en la indefensión.
La emoción de Dell’Atte, su agradecimiento a Dios y a su familia, y su llamamiento a la solidaridad con todas las víctimas, han calado hondo en una audiencia que, por primera vez, ha visto en directo el rostro de la liberación y la esperanza.
No se trata solo de un triunfo personal, sino de una victoria colectiva que puede marcar el rumbo de la televisión y del debate social en los próximos años.
Con la salida de Lequio, Mediaset se enfrenta al reto de redefinir su política de colaboradores y de establecer protocolos claros ante situaciones de especial gravedad.
La cadena, que en los últimos años ha apostado por la renovación y la adaptación a los nuevos tiempos, debe ahora demostrar que su compromiso con la ética y la protección de las víctimas va más allá de los gestos puntuales.
La televisión, en su papel de agente de cambio y de reflejo de la sociedad, tiene la responsabilidad de educar, denunciar y transformar.
El caso Lequio-Dell’Atte es, en este sentido, un ejemplo de cómo los medios pueden contribuir a la construcción de una cultura de la denuncia y la solidaridad, pero también de la necesidad de actuar con rigor y respeto por la complejidad de cada situación.
El despido de Alessandro Lequio tras casi 30 años en Telecinco es mucho más que un cambio de tertuliano; es el reflejo de una sociedad que exige respuestas ante la violencia machista y que reclama a los medios un compromiso real con la protección de las víctimas.
El debate está servido y, lejos de cerrarse con la salida de Lequio, seguirá alimentando la discusión sobre los límites de la justicia mediática y la responsabilidad de las empresas audiovisuales.
En una época marcada por la transparencia y la sensibilidad social, cada decisión cuenta. La televisión no solo entretiene: también educa, denuncia y transforma.
Y el caso Lequio, con todas sus aristas y polémicas, es un ejemplo de cómo los medios pueden y deben ser agentes de cambio, sin perder de vista la complejidad y el respeto por las personas implicadas.
“Cuando me ha llamado mi abogado, he dicho: ¡¿qué?! He llorado lágrimas de felicidad porque estoy librada, estoy librada.
Estoy festejándolo con mi hijo, con mi madre, mi familia… Es una victoria de la verdad”, ha clamado Antonia Dell’Atte, reiterando que la prensa ha sido “cómplice” de un maltratador.
“¿Cómo crees que ha recibido esta noticia Ana Rosa?”, le ha cuestionado María Patiño.
Tras soltar una carcajada, Dell’Atte se ha limitado a responder así: “Un día hablamos con más humor. Tú la conoces mejor que yo”.
“Apoyad a todas las víctimas. No hay víctimas de serie A ni de serie B. Es una victoria de todas las mujeres, sobre todo de las que han muerto, que no han tenido voz, de todas las mujeres que ha sido asesinadas por la mano de un hombre”, ha rematado con vehemencia Antonia Dell’Atte.
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