Dos palabras y una foto necesita Óscar Puente para ponerlo todo patas arriba tras la condena al Fiscal General del Estado.
El ministro de Transportes va a 300 por hora.

La condena del Tribunal Supremo contra Álvaro García Ortiz, Fiscal General del Estado, ha sacudido no solo los cimientos judiciales, sino también el tablero político y mediático español.
En medio de la vorágine de declaraciones, análisis y posicionamientos, el ministro Óscar Puente ha optado por un gesto inusualmente silencioso en sus redes sociales.
“Así estoy”, escribió junto a una imagen en movimiento de Juanma López Iturriaga haciendo el gesto de guardar silencio.
El mensaje, breve pero elocuente, ha cosechado miles de ‘me gusta’ en cuestión de minutos y se ha convertido en símbolo de una reacción política marcada por la contención y la incertidumbre.
El fallo de la Sala II del Tribunal Supremo, comunicado el 20 de noviembre, ha condenado a García Ortiz a dos años de inhabilitación y una multa de 7.200 euros por un delito de revelación de secretos, según el artículo 417.1 del Código Penal.
Además, el Fiscal General deberá indemnizar con 10.000 euros por daños morales a Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid.
El tribunal, con mayoría conservadora, ha dictado una sentencia que, más allá de sus consecuencias jurídicas, reabre el debate sobre la independencia judicial, el peso de la política en los tribunales y los límites de la transparencia institucional.
La reacción de Puente, quien suele ser uno de los ministros más activos y combativos en Twitter, resulta especialmente significativa.
El silencio, en este contexto, es un mensaje en sí mismo: la prudencia ante una decisión judicial que puede marcar un antes y un después en la relación entre política y justicia en España.
Mientras otros actores políticos han optado por manifestar su indignación o satisfacción, el gesto de Puente ha sido interpretado por muchos como una muestra de respeto institucional, pero también de preocupación ante la gravedad del caso.
La condena a García Ortiz, el primer Fiscal General del Estado en ser sentenciado por revelación de secretos, ha provocado una ola de comentarios en redes sociales y medios, donde se mezclan la crítica a la supuesta politización de la justicia y la defensa de la legalidad.
El hecho de que periodistas implicados hayan asegurado que la fuente de la filtración no fue el Fiscal General, y que la noticia sobre González Amador circulaba antes de que García Ortiz tuviera acceso al correo electrónico, añade una capa de controversia.
Para muchos, la sentencia pone en cuestión la protección de las fuentes y el papel del periodismo de investigación, mientras que otros ven en el fallo una señal de que la ley se aplica por igual a todos, sin importar el cargo.
La coincidencia de la condena con el aniversario de la muerte de Franco ha servido para alimentar el debate sobre la persistencia de viejos vicios en la justicia española.
“Franco murió, el franquismo no”, comentan algunos usuarios en respuesta al gesto de Puente, reflejando la percepción de que la sentencia responde tanto a criterios jurídicos como a intereses políticos e ideológicos.
El futuro de García Ortiz, que aún puede recurrir la sentencia, y el proceso para nombrar a un nuevo Fiscal General, abren un escenario de incertidumbre institucional.
La reacción contenida de Puente, lejos de ser una anécdota, ilustra el clima de tensión y prudencia que se ha instalado en la política española tras el fallo del Supremo.
¿Y ahora qué?.
De momento, la sentencia está pendiente todavía de redacción y surtirá efectos a partir de su notificación en legal forma por lo que todavía no tiene consecuencias inmediatas.
Por su parte, el Gobierno ya ha señalado que “respeta, aunque no comparte” la condena al fiscal general y que pondrá en marcha dentro de unos días el mecanismo para elegir a su relevo.
Las sentencias dictadas por el Tribunal Supremo son firmes, puesto que contra las mismas no cabe recurso alguno en sede judicial. Sólo podrá presentar un incidente de nulidad, que es un procedimiento excepcional para impugnar resoluciones judiciales en firme y que rara vez fructifica.
Una vez se resuelva el incidente de nulidad, García Ortiz ya podrá acudir al Tribunal Constitucional interponiendo recurso de amparo.
También está la vía del indulto, apoyada sobre todo en los dos votos discrepantes que contiene la sentencia.
Y por último Europa. El todavía fiscal general puede apostar por la carta de la Justicia europea.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, es un tribunal internacional que actúa no sólo a instancia de los Estados parte del Convenio, sino, singularmente, en virtud de las demandas que pueden presentar los particulares, ya sean ciudadanos o personas bajo la jurisdicción de un Estado parte.
La condena al Fiscal General del Estado y el gesto de silencio de Óscar Puente resumen la complejidad de un momento histórico para la justicia y la política española.
El caso, lejos de cerrarse con la sentencia, abre una etapa de reflexión y debate sobre la independencia de los tribunales, la responsabilidad de los cargos públicos y el papel de la información en una democracia plural.
El silencio, esta vez, dice más que mil palabras y deja en manos de la sociedad la tarea de exigir transparencia, rigor y justicia.
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