La gran tragedia que marcó la vida de Curro Romero y Concha Márquez Piquer: la historia del accidente de coche en Tennesse que se cobró la vida de su hija.

 

 

 

 

Coral, la hija pequeña del torero y la artista, falleció en un accidente de tráfico en Estados Unidos, en noviembre de 1986, con solo 19 años.

 

 

 

 

 

 

Curro Romero, Concha Márquez Piquer y su hija, Conchitín, desolados ante la tumba de Coral, fallecida con solo 19 años en un accidente de coche.

 

 

 

Pocos días antes del viaje a Estados Unidos de Coral Romero Márquez, hija de Curro Romero y Concha Márquez Piquer, su madre le rogó que no viajara porque tenía un mal presentimiento: “Intenté por todos los medios hacérselo saber”, contaba pasados los años.

 

 

La joven, que entonces tenía 19 años, no le hizo caso y pocos días después fallecía en un accidente de tráfico.

 

 

 

Fue la tragedia más dura que tuvieron que vivir el mítico torero y la artista, hija de otro mito de la copla, Concha Piquer, que en el momento del suceso llevaban ocho años separados.

 

 

Pero las imágenes de unos padres desolados ante la tumba de su hija, conmocionó a toda España.

 

 

 

 

Coral Romero tenía 19 años cuando murió y había comenzado su carrera musical en el grupo Avenida Pasión, con buenas críticas.

 

 

El accidente de coche en Tennesse.

 

 

La madrugada del 2 de noviembre de 1986, Coral, junto con dos amigos, David Gutiérrez y Catherine Vespo, viajaba en coche hacia Nueva Orleans.

 

 

A las afueras de Greenville, una ciudad del Estado de Tennesse, el coche en el que viajaban derrapó, debido a la lluvia, se salió de la carretera y dio varias vueltas de campana.

 

 

Coral, que iba en el asiento de atrás, murió en el acto, mientras que los otros dos acompañantes, uno sufrió varias fracturas de consideración y el otro heridas leves.

 

 

 

El coche en el que viajaba Coral con dos amigos derrapó en la localidad de Greenville (Tennessee, Estados Unidos), se salió de la carretera y dio varias vueltas de campana.

 

 

En España, sus padres recibieron la terrible noticia. Concha Márquez Piquer, en su casa de Madrid que compartía con su nuevo marido, Ramiro Oliveros, con el que se había casado en 1982.

 

 

Al igual que el fatal presentimiento que tuvo cuando le pidió a su hija que anulara el viaje, también cuando un hombre apareció en su casa para contarle la noticia no se sorprendió.

 

 

 

Al contrario, fue ella misma quien le dijo a ese señor por qué había ido a verla.

 

Y tras conocer la información de la muerte de su hija, lo primero que hizo la artista fue pedirle a su marido que abriese una botella de champán.

 

 

El mismo Ramiro pensó que su mujer “se había vuelto loca”, pero Concha cogió una copa y brindó a Dios con estas palabras: “Si piensas que por esto voy a dejar de creer te equivocas, pero entenderte no te entiendo”, recordaba en la presentación de su libro Memorias de Concha Márquez Piquer: Yo misma.

 

 

 

 

Las tres generaciones de la familia: la mítica cantante de copla Concha Piquer; su hija, Concha Márquez Piquer, también cantante, y su nieta Coral, todavía una niña.

 

 

 

Llamada telefónica Curro Romero.

 

 

A Curro Romero fue una llamada telefónica a su casa de Marbella la que le alertó de la noticia.

 

 

En un primer momento le dijeron que su hija pequeña había sufrido un grave accidente pero no le quisieron decir de golpe la cruda realidad.

 

 

Inmediatamente puso rumbo a su casa de Sevilla para hacer la maleta, coger el pasaporte y viajar a Estados Unidos para acompañar a Coral, hasta que gradualmente le contaron la magnitud de la tragedia. 

 

 

Desolado, intentó volar esa misma noche a Madrid, pero le fue imposible.

 

 

 

 

En el entierro en el madrileño cementerio de San Isidro, Curro Romero no se separó en ningún momento de su hija, Conchitín, que besaba una rosa que no soltó de su mano.

 

 

Fue al día siguiente cuando por fin pudo viajar en un vuelo de Iberia a las ocho de la mañana, aunque al no haber plazas libres lo tuvo que hacer en la cabina del piloto.

 

 

Su intención era ir a EE.UU., pero se lo desaconsejaron porque estaban intentando acelerar todos los trámites para repatriar el cuerpo de la joven cuanto antes.

 

 

Además, Curro se encontró con un contratiempo inesperado, ya que su pasaporte estaba caducado y el papeleo para la renovación se iba a demorar más que la repatriación del cadáver.

 

 

Cinco días esperando la repatriación del cadáver.

 

 

Fueron cinco días de tensa y angustiosa espera. Curro se alojó en un hotel de Barajas, al lado del aeropuerto, mientras que Concha esperaba en su domicilio del Paseo de la Castellana.

 

 

Los dos, rotos de dolor, recibían el consuelo de su gente más cercana y especialmente de su otra hija, Conchitín.

 

 

Además de a sus padres, la muerte de Coral dejó desolada a su hermana mayor, Conchitín, entonces con 22 años, que mucho tiempo después recordaba aquellos dolorosos días con tristeza: “A mí se me fue mi compañera de vida”.

 

 

También fue un profundo shock para su abuela, Doña Concha Piquer.

 

 

 

 

Concha Márquez Piquer, rota de dolor ante la tumba de su hija, consolada por su marido, el actor Ramiro Oliveros.

 

 

A primera hora de la mañana del 6 de noviembre el avión procedente de Nueva York con el féretro de Coral aterrizó en el aeropuerto de Barajas.

 

 

Poco después llegaba al lugar Curro Romero con su hija y cinco minutos después, Concha Márquez.

 

 

El inmenso dolor en el entierro en el cementerio de San Isidro.

 

 

Desde allí el cortejo fúnebre se dirigió hasta el cementerio de San Isidro, donde aguardaban familiares y amigos, entre ellos, muchos rostros populares como Carmen y Belén Ordóñez, Lola Flores, Carmen Sevilla, Paquita Rico, Paco Camino, Emma Penella o Palomo Linares. Todos arrasados por el llanto y con el rostro demudado.

 

 

Antes, Concha Piquer, de luto, entraba en la capilla para despedir a su nieta.

 

 

 

 

Concha Piquer, la abuela de Coral, casi se desvaneció y fue atendida por Emma Penella y Conchita Bautista, que años antes también había perdido a su única hija.

 

 

El inmenso dolor de los padres se reflejaba en cada uno de sus gestos. Concha pidió ver el cuerpo de su hija antes del entierro para poder creérselo.

 

 

Y a partir de ese momento se hundió en una profunda depresión, en la que hasta pensó en quitarse la vida en más de una ocasión.

 

Solo el nacimiento de su tercera hija, Iris, con el actor Ramiro Oliveros, dos años después logró que saliera del pozo.

 

 

Los padres y la hermana desolados en el último adiós.

 

 

Tras la homilía en la capilla recorrieron los pocos metros hasta la sepultura andando en silencio, pero sin poder reprimir el llanto, ni los suspiros de dolor. 

 

 

La madre se despidió de su hija con un último beso al féretro y el padre se refugiaba junto a su hija Conchitín, con un pañuelo en la mano para secar las lágrimas.

 

 

 

Concha Márquez Piquer se despidió de su hija con un beso al féretro y acariciando su tumba.

 

 

En el momento en el que el féretro se introdujo en la sepultura, Conchitín cogió la mano de cada uno de sus padres, y los tres unidos, dieron el último y doloroso adiós a Coral.

 

 

 

 

En agosto de 1975, el matrimonio de Curro Romero y Concha Márquez Piquer, con sus dos hijas, Conchitín y Coral, junto con Concha Piquer, disfrutaron de las vacaciones en su casa de la Costa del Sol.

 

 

Solo dos semanas antes de ese momento, la joven había viajado a Estados Unidos para una estancia de dos meses con el fin de perfeccionar su inglés con vistas a su incipiente carrera musical, que había comenzado con éxito.

 

 

Pero la premonición de Concha Márquez Piquer fatalmente se cumplió con su hija.