¡ESCÁNDALO NACIONAL! JESÚS CINTORA ROMPE el MURO del SILENCIO 🧨 EL PP CONTRA LAS CUERDAS.
Acoso, encubrimiento y doble rasero: el patrón que sacude a la política española.
La política española atraviesa una crisis de credibilidad y ética que va mucho más allá de casos aislados.
Así lo denuncia Jesús Cintora, periodista incisivo y voz crítica en el análisis político nacional, quien arranca su intervención con una afirmación rotunda: “Esto no es un caso aislado, es un patrón”.
Su gesto serio y su relato ordenado no dejan espacio para la especulación. Lo que se presenta es una sucesión de hechos, audios, pantallazos y testimonios que dibujan un panorama preocupante de acoso sexual, presiones internas y silencios cómplices en el seno de los principales partidos políticos.
El foco mediático se ha posado en Andalucía, donde el Partido Popular enfrenta una tormenta interna por las denuncias de acoso sexual contra el alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, histórico dirigente del PP.
El partido decidió suspenderle de militancia la semana pasada, pero Landaluce sigue ostentando cargos públicos como alcalde y senador.
El caso comenzó meses atrás, cuando se filtraron mensajes de WhatsApp entre concejalas del PP de Algeciras, en los que se describían comportamientos misóginos y abusos por parte del alcalde.
Tocamientos, comentarios inapropiados y actitudes reprobables salieron a la luz, pero pronto las dos concejalas implicadas negaron los hechos, generando dudas sobre el proceso.
La presión sobre las víctimas se hizo evidente cuando Marcos Borrego, miembro de la ejecutiva provincial del PP de Málaga y colaborador cercano de Landaluce, intentó que una tercera concejala, Laura Ruiz, se retractara.
Según los audios publicados por El Correo de Andalucía, Borrego le pidió que firmara una declaración atribuyendo sus acusaciones a un “trastorno mental”, llegando a ponerle un papel redactado en primera persona para que lo firmara ante notario.
Ruiz se negó, consciente del perjuicio profesional que esto supondría.
El intento de manipulación y encubrimiento revela el funcionamiento interno de las organizaciones políticas, donde la protección del líder y el mantenimiento del silencio parecen primar sobre la defensa de las víctimas.
El Partido Popular, tras meses de arrastrar los pies, suspendió la militancia de Landaluce pero mantuvo sus cargos, generando una contradicción que debilita su discurso público.
La respuesta oficial fue que el alcalde actuó “a título particular”, intentando desvincular al partido de los hechos.
Sin embargo, los audios y testimonios siguen acumulándose, y la presión mediática exige una reacción más contundente.
La situación se complica con la aparición de nuevos casos similares en Extremadura, donde el alcalde de Naval Moral de la Mata fue acusado de comportamientos machistas y de encubrimiento por parte de su entorno político.
Este patrón, como subraya Cintora, no es exclusivo del Partido Popular.
El PSOE también ha enfrentado sus propios escándalos, como el caso Salazar, y ha sido objeto de críticas por la gestión de las denuncias internas.
La diferencia, según los analistas, es que el PSOE cuenta con protocolos de actuación y ha respondido con mayor transparencia, aunque no sin errores ni retrasos.
Las mujeres socialistas, históricamente pioneras en la defensa del feminismo y los derechos de las mujeres, han exigido altos niveles de exigencia y han pagado el precio reputacional de ser las primeras en denunciar y establecer mecanismos de protección.
El debate sobre el acoso sexual y el machismo en la política española ha llegado incluso al Parlamento Europeo, donde la eurodiputada popular Dolors Monserrat impulsó un debate sobre los casos de presunto acoso en el PSOE, describiendo al partido como un “estercolero moral”.
La estrategia de trasladar las cuitas nacionales al ámbito europeo ha generado perplejidad entre los grupos comunitarios, que ven con asombro cómo España exporta sus polémicas internas en un contexto marcado por temas de mayor gravedad internacional, como la guerra de Ucrania o la crisis energética.
Desde el PSOE se acusa al PP de instrumentalizar el dolor de las víctimas y de utilizar el feminismo como arma arrojadiza.
Lina Gálvez, eurodiputada socialista, denuncia que el PP solo busca generar altavoz mediático y que, si realmente le importara el problema, habría apoyado un debate de dimensión europea, recordando que una de cada tres mujeres europeas ha sido víctima de acoso sexual.
La transversalidad del fenómeno es evidente. El acoso sexual, el machismo y la cultura del silencio no distinguen ideologías, edades ni ámbitos profesionales.
Lo importante, como subrayan los expertos, es la reacción de las organizaciones.
La tendencia histórica ha sido encubrir, presionar y minimizar las denuncias, estableciendo un manto de silencio que solo se rompe cuando las víctimas acuden a los medios de comunicación.
La cultura de camaradería masculina, los liderazgos masculinizados y las redes de poder internas facilitan la perpetuación de estas conductas y dificultan la protección de las víctimas.
El avance, aunque lento, es perceptible. La denuncia pública de las mujeres, la apertura de protocolos y la presión mediática están cambiando la dinámica interna de los partidos.
La exigencia de transparencia y de responsabilidad es cada vez mayor, y la sociedad demanda respuestas claras y contundentes.
Sin embargo, como advierte Marisol, no se puede pedir actos de heroísmo a las víctimas; la propia organización debe estar preparada para detectar, prevenir y erradicar estos comportamientos antes de que lleguen a la denuncia pública.
El PSOE, pionero en la creación de protocolos antiacoso, ha pagado un precio por ser el primero en afrontar el problema.
Su sistema de denuncia anónima, aunque imperfecto, ha permitido que las víctimas estén protegidas, aunque la gestión inicial de las denuncias dejó mucho que desear.
El Partido Popular, por su parte, carece de protocolos claros y sigue gestionando los casos de forma interna, con soluciones improvisadas y muchas veces insuficientes.
La reflexión final de Jesús Cintora es incómoda pero necesaria: el problema no es solo el acoso, sino el encubrimiento.
El silencio organizado, las presiones internas y el doble rasero moral destruyen la credibilidad de quienes exigen dimisiones al rival mientras minimizan denuncias y dejan solas a las víctimas.
No basta con hablar de casos aislados ni de errores puntuales. Lo que se revela es una cultura de poder que protege al fuerte y desgasta al débil.
La pregunta que queda en el aire es tan sencilla como devastadora: ¿quién vigila a quienes dicen dar lecciones? En una democracia madura, la exigencia de transparencia, ética y protección de los derechos debe ser universal y no selectiva.
Los partidos políticos, las empresas y las instituciones tienen el deber de crear entornos seguros y de actuar con contundencia ante cualquier denuncia de acoso o abuso. Solo así se podrá romper el patrón del silencio y construir una sociedad verdaderamente justa e igualitaria.
España está viviendo un momento de cambio. Las denuncias se multiplican, las víctimas alzan la voz y la opinión pública exige respuestas.
La política, como reflejo de la sociedad, debe estar a la altura de las circunstancias y abandonar el cinismo, el doble rasero y la protección de los poderosos.
El feminismo, la lucha contra el acoso y la defensa de la dignidad deben ser banderas de todos, sin excepción.
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