Los socios del Gobierno censuran la “normalidad ficticia” de Sánchez tras el batacazo electoral del PSOE en Extremadura.

 

 

 

 

La respuesta de Sánchez, lejos de cerrar filas, ha abierto un nuevo frente de desconfianza dentro de la mayoría que lo mantiene en La Moncloa.

 

 

 

 

 

 

El batacazo electoral del PSOE en Extremadura no solo ha dejado tocado al partido de Pedro Sánchez en uno de sus tradicionales feudos, sino que ha reabierto una grieta cada vez más visible entre el presidente del Gobierno y sus socios parlamentarios.

 

 

La reacción de Moncloa —o, más bien, su ausencia— ha provocado una cascada de críticas desde el bloque que sostiene la legislatura, que coincide en un diagnóstico: Sánchez actúa como si no hubiera pasado nada en un momento político que consideran excepcional.

 

 

 

 

El desplome socialista en Extremadura, con la pérdida de más del 20% de los votos y diez escaños, ha sido interpretado por Sumar, Podemos, ERC y EH Bildu como una señal de alarma que el presidente ha decidido ignorar.

 

 

Lejos de un análisis autocrítico o de un giro estratégico, Sánchez optó por una declaración institucional centrada en la agenda gubernamental y por el nombramiento de Elma Saiz como nueva portavoz del Ejecutivo. Un movimiento que, para sus aliados, simboliza continuidad, no corrección.

 

 

 

Desde Sumar, el reproche fue especialmente duro. Su coordinadora general, Lara Hernández, acusó al presidente de actuar “como si no hubiera pasado nada” tras el peor resultado histórico del PSOE en la región.

 

 

A su juicio, la respuesta de Moncloa ha sido “rutinaria” cuando el momento exige decisiones políticas de calado.

 

 

El relevo en la portavocía del Gobierno, afirmó, no supone un cambio de rumbo, sino “una huida hacia adelante” y una “negación de la realidad”. Para Sumar, el mensaje es claro: el PSOE sigue instalado en la parálisis, el inmovilismo y la autosatisfacción.

 

 

 

Más explícito aún fue Podemos. Su coportavoz y secretario de Organización, Pablo Fernández, calificó de “vergonzosa, lamentable y devastadora” la actitud de Sánchez y del PSOE tras la derrota.

 

 

“Están muertos”, llegó a afirmar, en una comparecencia en la que denunció que el presidente no hiciera “ni un mínimo análisis” del resultado ni mencionara la elevada abstención.

 

 

Para Podemos, el problema no es solo electoral, sino estratégico: la incapacidad del PSOE para frenar a la derecha estaría empujando al país “en brazos” del PP de Feijóo y de Vox.

 

 

 

En este contexto, Fernández alertó de que los resultados extremeños son “extraordinariamente preocupantes” porque evidencian el crecimiento sostenido de PP y Vox frente a un PSOE “impotente e incapaz”.

 

 

La crítica no se limita a una comunidad autónoma, sino que se proyecta sobre el conjunto del Gobierno, al que acusa de no estar entendiendo el momento político ni el descontento social que se traduce en abstención y fuga de votos.

 

 

 

EH Bildu, con un tono más contenido, también expresó su inquietud.

 

 

Su portavoz, Oskar Matute, calificó los resultados de “preocupantes”, aunque “esperables”, y los enmarcó en un escenario de avance de fuerzas que considera autoritarias.

 

 

Bildu reiteró su compromiso con la legislatura, pero dejó claro que su prioridad es impedir que la ultraderecha gane terreno, un objetivo que, implícitamente, exige mayor contundencia política por parte del Ejecutivo.

 

 

Desde ERC, Gabriel Rufián optó por la ironía para cargar contra Sánchez.

 

 

El portavoz de la formación independentista acusó al presidente de “ignorar” deliberadamente lo ocurrido en Extremadura y criticó que no anunciara cambios de calado ni medidas concretas.

 

 

“No ha anunciado a Gallardo de portavoz de milagro”, escribió en redes sociales, subrayando lo que considera una desconexión total entre Moncloa y la realidad electoral.

 

 

Rufián resumió en una frase el malestar de los socios: Sánchez tenía la opción de explicar lo ocurrido y reaccionar, pero eligió ignorarlo.

 

 

Esa decisión, coinciden sus aliados, no solo debilita al PSOE, sino que tensiona una legislatura ya frágil, sostenida por equilibrios precarios y por la necesidad de que el bloque progresista muestre iniciativa y capacidad de lectura política.

 

 

 

El mensaje que lanzan los socios es inequívoco: el golpe de Extremadura no es un episodio menor, sino una advertencia.

 

 

Y la respuesta de Sánchez, lejos de cerrar filas, ha abierto un nuevo frente de desconfianza dentro de la mayoría que lo mantiene en La Moncloa.