María Patiño deja tocada a Terelu Campos al sentenciar este polémico momento en ‘De Viernes’: “La ignorancia”.

 

 

 

 

La defensa que Terelu Campos ha vuelto a hacer de su consuegro han provocado el enfado tanto de María Patiño como de la audiencia.

 

 

 

 

 

Carlo Costanzia, Terelu Campos y Mar Flores: el drama familiar que desnuda la televisión española.

 

 

 

La televisión, a veces, parece un espejo deformante de la realidad. En los platós, las historias familiares se convierten en espectáculo, los sentimientos se debaten en directo y las heridas más profundas se exponen ante millones de espectadores.

 

 

El último episodio de la saga Costanzia-Flores-Campos, emitido el 19 de diciembre en ‘¡De Viernes!’, ha vuelto a poner sobre la mesa los límites de la televisión, la responsabilidad de los comunicadores y el impacto real que tienen estos relatos en la vida de quienes los protagonizan.

 

 

Carlo Costanzia, por enésima vez, regresó al plató para arremeter contra su exmujer, Mar Flores.

 

 

 

No es la primera vez ni, probablemente, será la última. El modelo y actor insiste en que las memorias de Mar Flores contienen “calumnias” y advierte de acciones legales.

 

 

Pero más allá de los procesos judiciales, lo que llama la atención es la dinámica repetida: Carlo encuentra siempre apoyo en su consuegra, Terelu Campos, que no duda en posicionarse públicamente, incluso a costa de abrir nuevas heridas.

 

La actitud de Terelu Campos no deja indiferente a nadie. Su animadversión hacia Mar Flores es evidente, y cada aparición televisiva se convierte en una nueva oportunidad para lanzar dardos.

 

 

En esta ocasión, Terelu criticó abiertamente el libro de Mar Flores, centrándose en el capítulo dedicado a su hijo.

 

 

“El capítulo de su hijo se lo podía haber ahorrado”, sentenció la colaboradora. Y añadió: “Yo no dejaría escrito algo que no me gustaría que mi nieto leyera”.

 

 

Las palabras de Terelu no solo tienen destinatario directo, sino que también marcan el tono de una conversación pública que, lejos de buscar reconciliación, parece alimentar el conflicto.

 

 

La presentadora se posiciona como defensora de su consuegro, Carlo Costanzia, dejando claro que su lealtad familiar está por encima de cualquier otra consideración.

 

 

Pero, ¿qué ocurre cuando la defensa se convierte en ataque? ¿Dónde están los límites entre la protección familiar y la exposición mediática? ¿Quién vela por el bienestar de quienes, aunque no están en plató, sí son protagonistas involuntarios de este drama?

 

La televisión no es solo lo que se ve en pantalla. Es también la conversación que se genera en redes sociales, los comentarios de los profesionales y la reacción de la audiencia.

 

 

María Patiño, presentadora de ‘No somos nadie’ y antigua compañera de Terelu en ‘Sálvame’, no ha dudado en intervenir en la polémica, aportando una mirada crítica y, en ocasiones, mordaz.

 

 

Patiño respondió en X (antes Twitter) al comentario de Terelu sobre el libro de Mar Flores: “Será muy tierno cuando vea la hemeroteca de los yayos hablando de la yaya. Un cuento de Navidad”.

 

 

Su frase, cargada de ironía, pone el foco en la contradicción de quienes critican la exposición mediática de unos, mientras alimentan la suya propia con declaraciones públicas y entrevistas recurrentes.

 

 

La presentadora también se posicionó ante las críticas de Terelu a Carlota Corredera, quien le ha reprochado no apoyar a Mar Flores frente a las acusaciones de maltrato.

 

 

Terelu, sin mencionar nombres, defendió su postura: “Me vais a permitir que diga que a mí, ciertas personas, periodistas, me han exigido que te llame maltratador.

 

 

Yo no puedo llamarte maltratador ni a ti, ni a ninguna de las personas que se siente ahí, con el Código Penal y la Constitución de este país”.

 

 

Las palabras de Terelu provocaron la indignación de la audiencia. “Nadie te exige que le llames maltratador, solo con que no le rías las gracias y apoyes cosas indefendibles es suficiente”, le respondía una usuaria de X, en un mensaje que María Patiño no tardó en apoyar: “Es una gran mentira, fácil de demostrar.

 

 

La ignorancia de perspectiva de género, la suple con manipulación y victimismo”.

 

 

El debate, más allá de las rencillas personales, toca cuestiones de fondo que afectan a toda la sociedad.

 

 

¿Qué papel juegan los comunicadores en la construcción del relato sobre la violencia de género? ¿Es suficiente con apelar a la presunción de inocencia o se debe asumir una responsabilidad activa en la defensa de las víctimas?

 

 

Terelu Campos insiste en su neutralidad, amparándose en la legalidad y en el respeto a la Constitución.

 

 

Pero sus intervenciones públicas, lejos de ser neutras, contribuyen a reforzar la narrativa de Carlo Costanzia y a poner en duda el testimonio de Mar Flores.

 

 

La televisión, en este sentido, no es solo un altavoz: es también un espacio donde se construyen imaginarios colectivos y donde la perspectiva de género debería ser una brújula ética.

 

 

María Patiño y Carlota Corredera, cada una desde su trinchera, reivindican la importancia de la formación en violencia de género y la necesidad de posicionarse del lado de las víctimas.

 

 

El feminismo, más que una etiqueta, se convierte en responsabilidad profesional y social.

 

 

Pero el debate sigue abierto: ¿cómo equilibrar la prudencia legal con el compromiso ético? ¿Dónde termina la información y empieza la complicidad?

 

.

 

 

Quizá lo más doloroso de todo este drama mediático es su impacto en quienes no han elegido estar en el foco.

 

 

Los hijos y nietos de Carlo Costanzia y Mar Flores son protagonistas involuntarios de una historia que se cuenta en platós, se comenta en redes y se archiva en hemerotecas.

 

 

El comentario de Terelu sobre el capítulo del hijo de Mar Flores revela una preocupación genuina: “Yo no dejaría escrito algo que no me gustaría que mi nieto leyera”.

 

 

Pero, ¿qué ocurre cuando la exposición mediática la generan los propios adultos, hablando una y otra vez de la abuela paterna en televisión?

 

 

María Patiño lo resume con sarcasmo: “Será muy tierno cuando vea la hemeroteca de los yayos hablando de la yaya”.

 

 

El cuento de Navidad, lejos de ser un relato de reconciliación, se convierte en crónica de desencuentros, reproches y heridas abiertas.

 

 

La televisión, en este sentido, no solo informa: también deja huella. Las palabras pronunciadas en directo, los comentarios en redes y los titulares de prensa forman parte de la memoria familiar.

 

 

Y, aunque el espectáculo televisivo tenga sus propias reglas, la vida real sigue, a menudo, marcada por lo que se dice y se repite en público.

 

Las reacciones en redes sociales son un termómetro del sentir social. La indignación ante la postura de Terelu Campos refleja un hartazgo creciente ante la falta de perspectiva de género y la tendencia a justificar lo indefendible.

 

 

“Nadie te exige que le llames maltratador, solo con que no le rías las gracias y apoyes cosas indefendibles es suficiente”, resume el sentir de muchos.

 

 

El público reclama honestidad, empatía y responsabilidad. No basta con cumplir la ley: hay que asumir el impacto de las palabras y de los gestos.

 

 

La televisión, cuando aborda cuestiones tan delicadas como la violencia de género o los conflictos familiares, debe hacerlo con sensibilidad y compromiso, no solo con espectáculo y polémica.

 

El episodio Costanzia-Flores-Campos es mucho más que un drama familiar.

 

 

Es el reflejo de una televisión que, a veces, olvida que detrás de cada historia hay personas reales, niños y niñas que crecerán leyendo y escuchando lo que se dijo de sus padres y abuelos en prime time.

 

 

Es también la muestra de que el feminismo y la perspectiva de género no son accesorios, sino necesidades urgentes en la comunicación pública.

 

 

La responsabilidad de los comunicadores es enorme. No solo informan: también educan, sensibilizan y marcan el tono del debate social.

 

 

La neutralidad, cuando se convierte en complicidad, es peligrosa. El espectáculo, cuando se olvida de las consecuencias, puede causar daño irreparable.

 

 

Como sociedad, tenemos el derecho y el deber de exigir más. Más rigor, más ética, más perspectiva de género y menos victimismo y manipulación.

 

 

La televisión puede ser espacio de denuncia, de reparación y de diálogo.

 

 

solo si quienes la protagonizan asumen el reto de informar con conciencia, de proteger a los más vulnerables y de construir relatos que ayuden a sanar, no a herir