El irrefutable análisis de Javier Aroca sobre la hipocresía en los “evangelios” de Vox: “Ha entrado gente muy poderosa”.

 

 

 

 

El colaborador analizaba los enfrentamientos internos que no cesan en el seno de Bambú.

 

 

 

 

 

En las últimas semanas, la política española ha sido testigo de una sacudida interna en Vox, el partido que ha redefinido el tablero de la derecha radical y que, lejos de consolidarse como una fuerza monolítica, muestra grietas cada vez más profundas.

 

 

La salida de históricos como Macarena Olona, Iván Espinosa de los Monteros y, recientemente, Ortega Smith, ha dejado al descubierto una lucha intestina que trasciende los personalismos y pone en evidencia las contradicciones de una formación que nació apelando a la unidad y la diversidad, pero que hoy parece atrapada en una batalla por el poder donde los “evangelios” fundacionales han quedado en papel mojado.

 

 

 

Javier Aroca, colaborador habitual de ‘Malas Lenguas’, ha ofrecido un análisis incisivo y provocador sobre el fenómeno, desnudando la hipocresía y la transformación de Vox desde sus orígenes hasta el presente.

 

 

Sus palabras, lejos de ser un mero comentario, se han convertido en el espejo incómodo ante el que la extrema derecha debe mirarse y responder a una pregunta esencial: ¿qué queda de aquel proyecto plural y abierto que prometía ser Vox?

 

 

Bambú, la sede central de Vox, ha sido testigo de una sucesión de destierros que han ido desmantelando el núcleo duro del partido.

 

 

Tras la marcha de Macarena Olona y Espinosa de los Monteros, el turno ha sido para Ortega Smith, apartado de su rol como portavoz adjunto en el Congreso por orden de la Ejecutiva.

 

 

La decisión ha generado un terremoto interno y ha puesto en evidencia la fragilidad de las alianzas y la volatilidad de los liderazgos en el seno de la formación.

 

Ortega Smith, en una entrevista reciente para El Debate, confesaba su sorpresa y desconcierto ante la noticia.

 

 

“No lo puedo entender. Es una decisión de esas que te deja frío, paralizado porque dices ¿a cuento de qué viene esto? ¿Tan mal lo estaba haciendo como portavoz?”, se preguntaba, subrayando la ruptura entre su percepción del trabajo realizado y la decisión de la dirección.

 

 

Pero más allá de la indignación personal, lo relevante es el mensaje que lanza: apela a los orígenes de Vox, a esa idea de equipo donde cabían todas las sensibilidades —desde liberales hasta conservadores, desde creyentes católicos hasta agnósticos, desde urbanitas hasta rurales—, y lamenta que esa pluralidad se haya ido diluyendo en favor de una lógica de exclusión y concentración de poder.

 

 

La referencia a Santiago Abascal, líder indiscutible del partido, es especialmente significativa.

 

 

Ortega Smith reconoce que el Abascal de hoy no es el mismo que conoció hace veinte años, y aunque concede que quizás no ha cambiado en lo esencial, sí lo ha hecho en su forma de actuar y en la toma de decisiones.

 

 

La distancia entre el discurso fundacional y la práctica cotidiana es, para Smith, cada vez más difícil de comprender.

 

 

Aroca, en su intervención en ‘Malas Lenguas’, utiliza una metáfora bíblica para describir la situación: “Jesús empezó con 12 apóstoles, y fíjate la que tienen liada ahora”.

 

 

La comparación, lejos de ser anecdótica, revela la profundidad de la crisis interna de Vox y la naturaleza de las tensiones que la atraviesan.

 

 

Según el analista, lo que está ocurriendo en Bambú no tiene nada que ver con afinidades personales o desencuentros ideológicos, sino que responde a una lucha descarnada por el poder, alimentada por las expectativas de gobierno y la posibilidad real de acceder a ministerios y posiciones clave.

 

 

La extrema derecha, sostiene Aroca, ha sido colonizada por personas muy poderosas que ven en Vox una plataforma para controlar cuotas de poder cada vez mayores.

 

 

La lógica de las encuestas, que sitúan a Abascal como posible presidente y garantizan la vicepresidencia, ha desatado una competición feroz por ocupar los espacios de influencia, relegando a un segundo plano los principios y valores que, en teoría, sustentaban el proyecto.

 

 

Aroca es contundente: “Vox está haciendo lo contrario a todo lo que proponía y predicaba siguiendo con los Evangelios”.

 

 

La referencia no es casual. El partido que se presentaba como un refugio para todas las sensibilidades de la derecha ha terminado por convertirse en un escenario de luchas intestinas, donde la hipocresía y la traición a los ideales fundacionales son moneda corriente.

 

 

El análisis de Aroca invita a reflexionar sobre el proceso de transformación que ha experimentado Vox desde su nacimiento.

 

 

En sus primeros años, la formación se presentaba como una alternativa a la derecha tradicional, capaz de aglutinar a liberales desencantados, conservadores nostálgicos, jóvenes rebeldes y viejos militantes de la España rural.

 

El discurso era inclusivo, plural y abierto, y la promesa era construir un partido donde todos tuvieran cabida.

 

 

Sin embargo, el paso del tiempo y la proximidad al poder han ido erosionando ese espíritu fundacional.

 

 

Las alianzas se han vuelto frágiles, las diferencias se han acentuado y la lógica de la exclusión ha sustituido a la de la integración.

 

 

Los destierros de Olona, Espinosa de los Monteros y Ortega Smith son solo la punta del iceberg de una crisis más profunda, que afecta a la cohesión interna y a la credibilidad externa del partido.

 

 

La metáfora de los “evangelios” sirve para ilustrar la distancia entre el discurso y la práctica, entre la promesa de unidad y la realidad de la división.

 

 

Vox, como señala Aroca, ha dejado de ser el partido de las sensibilidades diversas para convertirse en el partido de los poderosos, donde el acceso al poder es la única brújula que orienta las decisiones.

 

 

La hipocresía que denuncia Aroca no es solo una cuestión de coherencia interna, sino que tiene implicaciones profundas para la política española.

 

 

Vox ha construido su relato sobre la base de la autenticidad, la defensa de los valores tradicionales y la crítica a la corrupción y la traición de los partidos convencionales.

 

 

La promesa era regenerar la política, devolver la voz a los ciudadanos y construir un proyecto honesto y transparente.

 

 

Pero la realidad ha demostrado que, una vez alcanzadas las cuotas de poder, los principios pueden ser sacrificados en aras de la ambición.

 

 

La lucha interna, la exclusión de los disidentes y la colonización por parte de los nuevos poderosos han convertido a Vox en una réplica de lo que criticaba, alimentando el desencanto de quienes confiaron en el proyecto y la desconfianza de quienes lo veían como una amenaza.

 

 

El precio de la ambición política es, en este caso, la pérdida de credibilidad y la erosión de la base social.

 

 

Las encuestas pueden seguir siendo favorables, pero el desgaste interno y la falta de coherencia pueden terminar por fracturar el partido y debilitar su capacidad de influencia.

 

La crisis interna de Vox es, en última instancia, un reflejo de las tensiones que atraviesan a la extrema derecha en toda Europa.

 

 

El acceso al poder, la lucha por las posiciones y la traición a los ideales fundacionales son fenómenos recurrentes en partidos que, nacidos al margen del sistema, terminan por reproducir sus vicios una vez integrados en él.

 

 

La pregunta que surge es inevitable: ¿puede Vox sobrevivir a esta crisis interna y mantener su papel como fuerza de cambio en la política española? ¿Es posible recuperar el espíritu plural y abierto de los orígenes, o la lógica del poder terminará por fagocitar cualquier intento de regeneración?

 

 

El análisis de Aroca invita a la reflexión y al debate. La hipocresía, la lucha por el poder y la transformación de los “evangelios” fundacionales en simples instrumentos de control son elementos que deben ser discutidos y analizados por la sociedad.

 

 

La política, en última instancia, es el reflejo de las aspiraciones, los miedos y las contradicciones de una comunidad, y Vox no es la excepción.

 

 

La crisis de Vox es una oportunidad para repensar el papel de la extrema derecha en España, para exigir coherencia y transparencia, y para construir un debate público basado en la verdad y la honestidad.

 

 

¿Crees que el partido puede recuperar su espíritu fundacional? ¿Piensas que la lucha por el poder es inevitable en cualquier formación política? ¿Consideras que la hipocresía y la traición a los ideales son el precio a pagar por acceder al gobierno?

 

 

 

Así, tras repasar estas declaraciones, Javier Aroca analizaba qué es lo que está ocurriendo en el seno de Bambú desde hace ya meses: “Es una lucha por el poder, también Jesús empezó con 12 apóstoles, y fíjate la que tienen liada ahora.

 

 

Vox, la extrema derecha, está colonizada por las expectativas de poder. Algunos se creen las encuestas y que Abascal vaya a ser presidente, porque el vicepresidente ya lo tienen seguro, y eso hace que haya expectativas de ministerios, de posiciones, etc. en la cúspide de la extrema derecha”, arrancaba, con un afilado dardo a Núñez Feijóo.

 

 

 

Aroca señalaba a que “no tiene nada que ver con amores, desamores o manías“, sino que lo que está sucediendo está motivado únicamente por “una lucha por el poder”.

 

 

“En Vox, desde que empezaron los primeros, los doce apóstoles, ha entrado gente muy poderosa porque tiene aspiraciones de controlar mucho poder”, señalaba el comunicador, que explicaba que Vox está haciendo lo contrario a “todo lo que proponía y predicaba siguiendo con los Evangelios“.