¡REPUGNANTE!💥Sánchez INSULTA a VOX pero SANTI lo HUMILLA con su SECRETO más OSCURO.

El reciente intercambio parlamentario entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de Vox, Santiago Abascal, ha dejado al descubierto la profundidad de la batalla ideológica y política que atraviesa a España.
El debate no solo giró en torno a la legitimidad y la financiación de Vox, sino que se convirtió en un espejo de las tensiones europeas, la crisis de confianza institucional y el debate sobre los límites democráticos ante el auge de la extrema derecha.
La intervención de Sánchez fue directa y desafiante. Acusó a Vox de ser una “franquicia” de la internacional ultraderechista, señalando que su proyecto no es autónomo ni responde a intereses nacionales, sino a una agenda dictada desde el extranjero.
El presidente, en línea con lo que ya han hecho otros líderes europeos, como el canciller alemán Olaf Scholz frente a Alternativa por Alemania (AfD), invitó a Abascal a romper con los partidos de la extrema derecha europea, a los que los servicios de inteligencia y los tribunales de países como Alemania han calificado de incompatibles con la democracia.
Sánchez subrayó el peligro de normalizar pactos o alianzas con formaciones que, según informes oficiales, representan una amenaza para los valores democráticos y la estabilidad institucional.
La respuesta de Abascal, fiel a su estilo, fue una mezcla de victimismo, contrataque y reafirmación ideológica.
Acusó al gobierno de utilizar los servicios de inteligencia y las instituciones del Estado para perseguir a la oposición, y negó cualquier irregularidad en la financiación de Vox, defendiendo la legalidad de los créditos obtenidos en el extranjero y devolviendo la acusación al PSOE por su gestión de fondos públicos.
Abascal, además, aprovechó para denunciar lo que considera una “criminalización” de Vox, situando al partido como víctima de una campaña orquestada desde el poder y los medios afines.
El debate sobre la financiación de Vox y sus vínculos internacionales no es nuevo, pero cobra especial relevancia en el contexto actual europeo.
En Alemania, la AfD ha sido señalada por los servicios de inteligencia como un partido extremista, y en Francia el Frente Nacional de Marine Le Pen ha sido objeto de investigaciones similares.
El crecimiento de estos partidos y su capacidad para influir en la agenda política continental preocupa a los gobiernos democráticos, que buscan fórmulas para frenar su avance sin vulnerar los principios del pluralismo y la libertad política.
La pregunta de Sánchez a Abascal —si estaría dispuesto a hacer en España lo que el canciller alemán ha hecho con la AfD, es decir, aislar a la extrema derecha— fue respondida con evasivas y reproches, dejando claro que Vox no renunciará a su estrategia de confrontación.
Pero el enfrentamiento no se limitó al plano ideológico. Abascal aprovechó la ocasión para cargar contra la política energética del gobierno, denunciando lo que considera un “fanatismo ideológico” en la transición ecológica, la renuncia a explotar recursos naturales y la dependencia energética de países como Rusia y China.
En su intervención, el líder de Vox insistió en que la gestión de Sánchez ha llevado a España a encabezar los rankings europeos de paro, precariedad y carestía de la vivienda, mientras los servicios públicos se degradan y la inseguridad crece.
El retrato que pintó fue el de un país en declive, víctima de políticas erráticas y de un gobierno incapaz de responder a las necesidades reales de la ciudadanía.
Sánchez, por su parte, trató de situar el debate en el marco europeo y democrático, advirtiendo de los riesgos de la banalización de la extrema derecha y del peligro de que el Partido Popular acabe cediendo a la tentación de pactar con Vox, como ya ha ocurrido en gobiernos autonómicos y municipales.
El presidente apeló a la responsabilidad histórica de las fuerzas democráticas para frenar el avance de los discursos antieuropeístas, xenófobos y negacionistas, y defendió la necesidad de mantener una política energética alineada con los compromisos internacionales y la lucha contra el cambio climático.
El trasfondo de este debate es mucho más que una disputa entre partidos. Refleja la crisis de representación que vive España, la desconfianza creciente hacia las instituciones y la dificultad para articular consensos básicos en torno a los valores democráticos.
La acusación de que Vox es una “terminal” de la ultraderecha internacional toca un nervio sensible en la política española, donde la memoria histórica y la identidad nacional siguen siendo campos de batalla abiertos.
A la vez, la estrategia de Vox de presentarse como víctima de una persecución política conecta con un electorado desencantado y dispuesto a abrazar soluciones radicales ante la frustración y el malestar social.
El debate sobre la ilegalización de partidos extremistas, planteado en el contexto de las decisiones judiciales alemanas, abre preguntas complejas sobre los límites de la democracia y la capacidad del Estado para protegerse de quienes buscan subvertirla desde dentro.
En Europa, la tentación de restringir derechos y libertades en nombre de la defensa democrática siempre ha sido un terreno resbaladizo, y la experiencia histórica aconseja prudencia y respeto escrupuloso al Estado de derecho.
Sin embargo, la amenaza real de la desinformación, el odio y la polarización obliga a repensar las estrategias de defensa institucional y a fortalecer los mecanismos de control y transparencia.
En definitiva, el cruce entre Sánchez y Abascal es la manifestación visible de una batalla más profunda: la que enfrenta a quienes defienden una España plural, democrática y europea, y quienes apuestan por el repliegue identitario, el autoritarismo y la confrontación permanente.
El futuro político del país dependerá, en buena medida, de la capacidad de las fuerzas democráticas para articular un proyecto inclusivo y esperanzador, capaz de responder a los desafíos sociales, económicos y culturales que atraviesan a la sociedad española.
Mientras tanto, el Parlamento seguirá siendo el escenario de un pulso que trasciende fronteras y que marcará el rumbo de España en los próximos años.
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