Gabriel Rufián acaba de escuchar entero el nuevo disco de Rosalía y escribe un mensaje que trae mucha cola.
El diputado de ERC es tremendamente rotundo.

En el panorama musical español, pocas figuras han logrado trascender con tanta fuerza y magnetismo como Rosalía.
Su nuevo disco, “Lux”, no solo ha sido aclamado por la crítica especializada, sino que ha provocado reacciones en todos los ámbitos, desde el arte hasta la política.
El último en sumarse al torrente de elogios ha sido Gabriel Rufián, diputado de ERC, quien, tras escuchar el álbum completo, no ha dudado en calificarlo como “la muestra de talento más bestia que he escuchado en mucho tiempo”.
Un mensaje breve pero rotundo que, en apenas seis horas, acumuló más de 15.000 reacciones y abrió un intenso debate sobre el alcance cultural y social de la artista catalana.
La respuesta de Rufián no es una anécdota aislada.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, también se ha rendido ante el magnetismo de “Lux”.
En su cuenta de TikTok, Sánchez recomendó escuchar el disco “de una tirada” y confesó su predilección por la canción “Magnolias”, calificando el trabajo de Rosalía como “una maravilla” en una reciente entrevista en Radio 3.
La admiración pública de dos figuras políticas tan dispares ilustra el fenómeno transversal que ha conseguido la cantante, capaz de unir a públicos y sensibilidades que rara vez coinciden en gustos culturales.
Pero el impacto de “Lux” va mucho más allá de las fronteras españolas. Publicaciones internacionales de prestigio, como The New York Times y Financial Times, han dedicado extensos análisis al disco, subrayando su ambición conceptual y su capacidad para desafiar los géneros establecidos.
El diario británico, en un ejercicio de metáfora arquitectónica, llegó a afirmar que Rosalía “ha creado aquí su propia Sagrada Familia”, comparando el álbum con la célebre obra de Antoni Gaudí por su exuberancia, eclecticismo y espíritu experimental, aunque, a diferencia de la catedral, “el álbum está terminado, aunque parece que se saltaron presupuestos y plazos de entrega”.
El Financial Times destaca, además, que el proyecto “provocaría la envidia de cualquier banda de rock progresivo y pondría nerviosos a los contables de las discográficas”, señalando el riesgo y la audacia de una propuesta que se niega a encasillarse.
Por su parte, The New York Times, a través de Joshua Barone, editor especializado en música clásica y danza, apunta que “Lux” tiene “tintes operísticos” y plantea la pregunta de si realmente puede considerarse una ópera contemporánea.
La comparación no es baladí: Rosalía ha conseguido fusionar elementos de la música clásica, el flamenco, la electrónica y el pop en un collage sonoro que desafía las etiquetas y obliga a la crítica a buscar nuevas categorías para definir su arte.
El mensaje de Gabriel Rufián ha generado una oleada de comentarios que van mucho más allá del elogio fácil.
En las redes sociales, su contundencia ha sido celebrada por miles de seguidores, pero también ha suscitado críticas de quienes consideran que la figura de Rosalía está sobrevalorada o que el disco no responde a las expectativas generadas por su anterior trabajo, “Motomami”.
El debate es intenso y revela la complejidad de la recepción artística en la era digital, donde cada lanzamiento se convierte en un acontecimiento mediático y cada opinión puede ser amplificada, debatida y cuestionada en tiempo real.
La reacción del diputado de ERC pone de manifiesto el papel cada vez más relevante de los políticos como prescriptores culturales.
En una sociedad donde la música y el arte son terreno de disputa ideológica, la admiración pública de Rufián y Sánchez por Rosalía puede interpretarse como un gesto de apoyo a la creatividad y la innovación, pero también como una estrategia para conectar con el electorado más joven y urbano, tradicionalmente alejado de la política institucional.
La cultura, en este sentido, se convierte en un espacio de encuentro y de conflicto, donde las identidades se negocian y los gustos musicales adquieren una dimensión simbólica.
El disco “Lux” es, ante todo, una obra ambiciosa y arriesgada. Rosalía no ha dudado en explorar territorios nuevos, fusionando sonidos y referencias que van desde la música sacra hasta el trap, pasando por el flamenco y el pop experimental.
El resultado es un álbum que, como señala el Financial Times, “acumula iconografía espiritual con un desenfreno ecléctico”, pero cuya “ejecución es imaginativa y audaz”.
La comparación con la Sagrada Familia no es casual: la artista catalana ha construido un universo sonoro propio, donde lo espiritual y lo profano se entremezclan en una orgía de referencias visuales y musicales.
La audacia de Rosalía radica en su capacidad para desafiar las convenciones y reinventar el lenguaje musical.
“Lux” no es solo un disco, sino una declaración de intenciones, un manifiesto artístico que invita al oyente a sumergirse en una experiencia sensorial total.
La producción, cuidada al extremo, revela una obsesión por el detalle y una voluntad de trascender los límites del género.
Cada canción es un mundo en sí mismo, una pieza de un mosaico que se despliega ante los oídos como una catedral sonora.
El riesgo de semejante propuesta es evidente: la ambición puede derivar en exceso, y la acumulación de referencias puede resultar abrumadora para algunos oyentes.
Pero ahí reside la grandeza de “Lux”: en su capacidad para polarizar, para provocar debate y para obligar a la crítica y al público a posicionarse.
Rosalía no busca el consenso fácil, sino la confrontación estética, el diálogo entre tradición e innovación, entre lo sagrado y lo mundano.
La recepción internacional de “Lux” ha sido, en general, muy positiva, aunque no exenta de matices.
The New York Times destaca la dimensión operística del disco, pero se pregunta si la ambición conceptual no corre el riesgo de diluirse en la multiplicidad de estilos y referencias.
El Financial Times, por su parte, celebra la audacia de Rosalía, pero advierte que la grandiosidad del proyecto puede poner nerviosos a los contables de las discográficas, acostumbrados a fórmulas más previsibles y rentables.
El debate sobre la originalidad y la autenticidad de Rosalía es recurrente en la crítica internacional.
Algunos ven en “Lux” la culminación de una trayectoria marcada por la innovación y la ruptura de fronteras; otros, en cambio, consideran que la artista catalana corre el riesgo de perder su identidad en la búsqueda constante de novedad.
La pregunta de si “Lux” es realmente una ópera contemporánea, como sugiere Joshua Barone, es sintomática de la dificultad para clasificar una obra que se resiste a ser encasillada.
En España, el lanzamiento de “Lux” ha sido recibido como un acontecimiento cultural de primer orden.
La admiración de Pedro Sánchez y Gabriel Rufián ilustra el orgullo nacional que despierta Rosalía, convertida en embajadora de la creatividad española ante el mundo.
Pero el debate sobre su figura y su música es intenso: algunos celebran su capacidad para innovar y romper moldes; otros critican la excesiva atención mediática y la tendencia a convertir cada gesto de la artista en un acontecimiento.
La polémica sobre el talento de Rosalía, alimentada por la contundencia de Rufián y el entusiasmo de Sánchez, revela la complejidad de la recepción artística en la sociedad contemporánea.
El disco “Lux” es, para unos, una obra maestra; para otros, un producto sobrevalorado.
La discusión, lejos de ser anecdótica, pone de manifiesto la importancia de la cultura como espacio de debate y de construcción de identidades.
El mensaje de Gabriel Rufián tras escuchar “Lux” es el reflejo de un fenómeno cultural que trasciende la música y se instala en el corazón del debate social y político.
Rosalía ha conseguido, una vez más, polarizar a la opinión pública, provocar el elogio de la crítica internacional y suscitar la admiración de figuras políticas de primer nivel.
Su nuevo disco es una muestra de talento, audacia y ambición, pero también un desafío a las convenciones y una invitación al debate.
“Lux” no es solo un álbum, sino un acontecimiento cultural que obliga a repensar los límites de la música, la relación entre arte y política, y el papel de los artistas en la sociedad contemporánea.
La reacción de Gabriel Rufián y Pedro Sánchez, así como la atención de medios internacionales como The New York Times y Financial Times, ilustran la dimensión global del fenómeno Rosalía y la capacidad de la música para unir, dividir y transformar.
En definitiva, el disco “Lux” es una obra que no deja indiferente, que invita a la polémica y al diálogo, y que consolida a Rosalía como una de las artistas más influyentes y controvertidas de nuestro tiempo.
La música, como la política y el arte, es un espacio de encuentro y de conflicto, donde las pasiones se desatan y las ideas se ponen a prueba.
Rosalía, con su talento y su audacia, ha conseguido que todos hablen de ella, y eso, en el fondo, es la mejor muestra de su poder y de su relevancia.
“El proyecto comparte con la obra de Antoni Gaudí un cierto aire kitsch, acumulando iconografía espiritual con un desenfreno ecléctico. Pero la ejecución es imaginativa y audaz”, añadía.
Mientras, The New York Times ha asegurado también de la mano de Joshua Barone, editor del periódico especializado en música clásica y danza, que el disco “tiene tintes operísticos” pero se pregunta si “es realmente una ópera”.
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