El laberinto valenciano: Feijóo, Mazón y el juicio de la verdad tras la Dana.



 

 

 

Valencia, tierra de luz y de sombras, vuelve a ocupar el centro del debate nacional.

 

 

La tragedia de la Dana, con sus 230 víctimas mortales, no solo dejó cicatrices imborrables en la memoria colectiva, sino que también destapó las vergüenzas de la política local y nacional.

 

 

Hoy, el foco apunta a Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, citado por la jueza para declarar como testigo el próximo 9 de enero.

 

 

La pregunta que resuena en los pasillos de Cata Roja y en los cafés de la ciudad es la misma que inquieta a toda España: ¿Quién miente en la tragedia de la Dana?

 

 

La noticia cayó como un jarro de agua fría en la sede del PP.

 

 

La jueza que investiga la gestión de la Dana ha ordenado la comparecencia de Feijóo en calidad de testigo, obligándolo a decir la verdad sobre su presunto conocimiento y las comunicaciones mantenidas con Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana.

 

 

La cita, a las 9:30 de la mañana, promete ser el epicentro de un terremoto político que puede sacudir los cimientos del partido.

 

 

Mientras tanto, Mazón, el hombre fuerte del PP valenciano, se tambalea entre acusaciones de negligencia, mentiras y una gestión que muchos califican de “psicopática”.

 

 

El propio Feijóo, en su visita a Valencia tras el desastre, aseguró haber estado informado en tiempo real por Mazón.

 

 

Sin embargo, las contradicciones no tardaron en aparecer: Mazón, en declaraciones posteriores, admitió desconocer detalles cruciales, como la situación en la Rambla del Pollo o las advertencias de la EMT.

 

 

El relato oficial se desmorona y la sombra de la Gürtel, con empresas vinculadas a la trama beneficiándose de contratos públicos, añade un tinte oscuro a la gestión de la crisis.

 

 

La polémica no termina ahí. Mazón, lejos de asumir responsabilidades, sigue ocupando su escaño en las CORTs, llegando tarde a plenos decisivos y cobrando un sueldo que muchos consideran inmerecido.

 

 

La reforma del reglamento, impulsada por Vox y aprobada sin pasar por comisión, elimina menciones a la igualdad de género y al respeto a las personas LGTBI.

 

 

Mazón, ausente durante el debate, se presentó dos horas después, justo a tiempo para la votación.

 

 

Su actitud, calificada de “desvergüenza” por periodistas y ciudadanos, simboliza el desprecio hacia la institución y los valencianos.

 

 

La indignación crece entre las filas del PP, donde algunos reclaman su suspensión de militancia y la creación de una gestora que lo aparte del liderazgo regional.

 

 

Pero Mazón, hábil en el juego de poder, sigue controlando los hilos de la política valenciana, negociando con empresas y gestionando fondos de recuperación.

 

 

El “clan de Benidorm”, como lo llaman, mantiene su influencia, mientras Vox observa desde la barrera, frotándose las manos ante el desgaste de su socio.

 

 

El contexto nacional no es menos turbulento. Pedro Sánchez, presidente del gobierno, enfrenta sus propios problemas judiciales.

 

 

La oposición, encabezada por Feijóo, exige su dimisión por los casos que salpican a su entorno.

 

 

Pero el líder popular no puede escapar a la paradoja: sus palabras sobre la fiabilidad de quienes tienen asuntos con la justicia se vuelven en su contra, ahora que él mismo debe rendir cuentas ante el tribunal.

 

 

La legislatura, marcada por la judicialización de la política, avanza entre escándalos y acusaciones cruzadas.

 

 

Los tribunales, lejos de ser simples árbitros, se han convertido en protagonistas, dictando el ritmo del debate público.

 

 

El caso de Begoña Gómez, la destitución del fiscal general del Estado y el constante goteo de investigaciones sitúan a España en una encrucijada inédita.

 

 

Económicamente, el país resiste mejor que sus vecinos europeos, pero la estabilidad institucional parece cada vez más frágil.

 

 

En este clima de sospecha y crispación, un robo en Extremadura añade gasolina al fuego. Una caja con dinero y más de cien votos desaparece en un pueblo, desatando una ola de mensajes alarmistas en redes sociales.

 

 

Feijóo, la presidenta de Extremadura y Tellado denuncian la falta de garantías democráticas, insinuando que las elecciones están en peligro.

 

 

La realidad, sin embargo, se impone: las papeletas reaparecen, el dinero no, y la sobreactuación queda al descubierto.

 

 

Se trata, según algunos analistas, de un ejercicio de “trumpismo mesetario”, donde se cuestionan los fundamentos básicos de la democracia para agitar a la opinión pública.

 

 

La estrategia, lejos de ser nueva, revela la inseguridad del PP ante unas elecciones que se le complican.

 

 

Los casos de corrupción, nepotismo y acoso sexual se multiplican, y las armas empleadas contra el PSOE y su gobierno se vuelven en contra de los populares.

 

 

La confianza en las encuestas propias se desvanece, y el miedo a perder el control empuja a los líderes a la sobreactuación y al discurso incendiario.

 

 

En este escenario, la figura de Feijóo aparece más vulnerable que nunca. Su comparecencia ante la jueza será un examen decisivo, no solo para él, sino para el futuro del PP y la política valenciana.

 

 

La documentación prometida, los WhatsApps y las llamadas, pueden aclarar el grado de conocimiento y responsabilidad en la gestión de la Dana, pero también pueden destapar una red de mentiras y complicidades que amenaza con hundir a los protagonistas.

 

 

La sociedad valenciana, golpeada por la tragedia y cansada de la impunidad, exige respuestas.

 

 

Los ciudadanos, testigos de la descomposición institucional, reclaman transparencia y justicia.

 

 

El debate sobre la reforma del reglamento, la igualdad de género y el respeto a las minorías, lejos de ser anecdótico, refleja la batalla ideológica que se libra en el corazón de las CORTs. Vox, con su agenda reaccionaria, marca el paso, mientras el PP se debate entre la moderación y la radicalización.

 

 

 

El futuro es incierto. Mazón, pese a las críticas, resiste en su puesto, mientras Feijóo se prepara para el juicio de la verdad.

 

 

El PSOE, por su parte, observa el desgaste de sus rivales, consciente de que la judicialización puede volverse en su contra en cualquier momento.

 

 

La política valenciana, espejo de la nacional, se convierte en un tablero donde cada movimiento es crucial y cada error puede ser fatal.

 

 

La tragedia de la Dana, más allá de la gestión administrativa, ha desnudado las miserias de la clase política.

 

 

La falta de información, las mentiras, la ausencia de responsabilidades y el desprecio por la ciudadanía son síntomas de una enfermedad que amenaza con extenderse.

 

 

La comparecencia de Feijóo, el futuro de Mazón y la reacción de los tribunales serán determinantes para el desenlace de una historia que, por desgracia, parece lejos de terminar.

 

 

Mientras tanto, los valencianos siguen esperando respuestas. La memoria de las víctimas exige justicia, y la sociedad reclama un cambio profundo.

 

 

La política, atrapada en el laberinto de la mentira y la judicialización, debe encontrar el camino de la verdad. Solo así podrá recuperar la confianza perdida y evitar que la tragedia se repita.

 

 

¿Quién miente en la tragedia de la Dana? La respuesta, quizás, está más cerca de lo que pensamos.

 

 

Pero para descubrirla, habrá que esperar al 9 de enero, cuando Feijóo se siente ante la jueza y, por primera vez, tenga que decir toda la verdad.