La indignación y las críticas arreciaron después de que Mazón decidiera, en plena sesión del Congreso, reescribir su versión de los hechos ocurridos durante la tragedia de DANA y omitir la demora en el envío de la Alerta ES. Lo que debería haber sido una explicación se convirtió en un juego de evasivas: respuestas vagas, cambios en la historia, silencios incómodos… y un intento desesperado por culpar a otros departamentos. Sin embargo, sus palabras solo avivaron la ira de quienes exigían claridad: ¿estaba Mazón realmente al mando ese día… o era solo una figura decorativa mientras se tomaban decisiones importantes en otros lugares? Esta pregunta resuena ahora en los pasillos políticos, generando dudas que ya no pueden ignorarse.

 

El expresident modifica su versión entre preguntas sin responder, mientras la oposición continúa subrayando la falta de claridad en las horas decisivas.

 

 

 

 

La mañana del lunes en Madrid no fue una cualquiera. Las puertas del Congreso de los Diputados se convirtieron en escenario de un pulso que va mucho más allá de la política institucional: la comparecencia de Carlos Mazón, expresident de la Generalitat Valenciana, ante la comisión de investigación de la DANA, el temporal que devastó la Comunidad Valenciana y dejó tras de sí una estela de dolor y preguntas sin respuesta.

 

 

Mazón llegó con una nueva versión de su papel durante las horas más críticas de la emergencia, enfrentándose a una oposición cada vez más incisiva y a las víctimas, que exigen claridad y justicia.

 

 

Desde el primer minuto, la sesión estuvo marcada por la tensión. Mazón, lejos de ofrecer un relato cerrado, fue modificando sus explicaciones entre pregunta y pregunta, generando una atmósfera de incertidumbre y desconcierto.

 

 

El expresident defendió que estuvo “pendiente del teléfono durante toda la comida” en el restaurante El Ventorro, asegurando que realizó llamadas y mantuvo contacto directo con la consellera y el CECOPI, el centro de coordinación de emergencias.

 

 

Sin embargo, su discurso supuso un giro respecto a versiones anteriores, más difusas y menos comprometidas.

 

 

“Estuvimos muy solos”, insistió, intentando subrayar la dificultad de gestionar una catástrofe de tal magnitud.

 

La oposición, lejos de conformarse, presionó con dureza. Ione Belarra, diputada de Unidas Podemos, lo acusó de actuar como un “florero”, cuestionando su capacidad de liderazgo y la falta de decisiones cruciales en momentos determinantes.

 

 

“Lo que me quiere decir es que un presidente, en medio de una catástrofe y con el nivel 2 de emergencia, ¿es un florero? Lo que me quiere decir es que no sirve para nada y que no tenía que tomar ninguna decisión”, le reprochó, elevando el tono y el nivel de exigencia.

 

 

La gestión del ES-Alert, el sistema de avisos a la población, fue otro de los puntos calientes. Mazón se desligó de la responsabilidad, señalando que la decisión no dependía de él y que la consellera Salomé Pradas no se negó a enviar la alerta.

 

 

“No me consta a mí la decisión del envío de la alerta. No me corresponde a mí”, afirmó, intentando situar el foco en la complejidad técnica y la cadena de mando.

 

 

Pero la oposición no cedió terreno: recordaron que desde mediodía ya se sabía que la situación se deterioraba rápidamente y que la consellera intentó localizarlo hasta en tres ocasiones durante el momento más crítico.

 

 

La comparecencia se tornó incómoda cuando Águeda Micó, diputada de Compromís, llevó el debate al terreno más delicado: “¿Dónde estaba el 29 de octubre entre las 19:00 y las 20:00 horas mientras la gente se ahogaba?”.

 

 

Mazón, en un nuevo giro, explicó que acompañó a la periodista Maribel Vilaplana hasta el parking y que después regresó andando al Consell.

 

 

El asunto de las llamadas perdidas volvió a salir a la luz, y el expresident repitió la explicación que ahora sostiene su nueva versión: “Tendría el móvil en la mochila”.

 

 

Esta frase, aparentemente trivial, se ha convertido en símbolo de la desconexión entre el poder político y la realidad de la tragedia.

 

 

En las redes sociales y en los círculos de afectados, se repite con indignación y sarcasmo, como metáfora de la falta de respuesta institucional en el momento en que más se necesitaba.

 

 

La sociedad valenciana, y especialmente los familiares de las víctimas, no perdonan los vacíos de información ni las evasivas. La exigencia de transparencia y rendición de cuentas es más fuerte que nunca.

 

 

El relato de Mazón sobre la gestión del Barranco del Poyo y el foco en Utiel añade otra capa de complejidad.

 

 

El expresident justificó que “no teníamos información del Barranco del Poyo, nuestro foco era Utiel durante ese día y ese fue el foco de Emergencias”.

 

 

Así, intentó explicar tanto el retraso del ES-Alert como la respuesta territorial a la tormenta.

 

 

“Estamos acostumbrados a la gota fría, son habituales distintas imágenes”, añadió, buscando contextualizar la incertidumbre meteorológica y la dificultad de anticipar los movimientos de la DANA.

 

 

Pero la ciudadanía y la oposición no parecen satisfechos con estas explicaciones.

 

La sensación general es que la comparecencia de Mazón ha dejado más preguntas que respuestas, y que las versiones cambiantes minan la confianza en la gestión política de las emergencias.

 

 

El hecho de que el expresident modifique detalles relevantes entre intervenciones, sin responder de manera clara y directa a las cuestiones más sensibles, alimenta la sospecha de que existen zonas oscuras en su actuación.

 

 

El papel de la UME, movilizada por la situación en Utiel, y la cadena de decisiones técnicas, son elementos que Mazón utiliza para defenderse, pero que no logran disipar la sombra de la duda sobre su liderazgo y capacidad de reacción.

 

 

La oposición insiste en que, durante las horas decisivas, la falta de claridad y la ausencia de decisiones concretas contribuyeron a agravar la tragedia.

 

 

El contexto político tampoco ayuda. La comparecencia de Mazón se produce en un momento de máxima polarización, con PP y Vox dominando Les Corts y blindando al expresident en la anterior sesión, donde apenas fue cuestionado.

 

 

En Madrid, el formato más estricto de la comisión parlamentaria obliga a Mazón a enfrentarse a preguntas directas, interrupciones y exigencia de precisión.

 

 

El ambiente es tenso, y la presión judicial y mediática crece a medida que se acumulan los testimonios de las víctimas y los informes técnicos.

 

 

Las víctimas de la DANA, representadas por asociaciones como la presidida por Rosa Álvarez, han convertido su dolor en motor de acción.

 

 

Se han desplazado hasta la capital para exigir que no se les olvide, para que Mazón cuente la verdad y asuma responsabilidades.

 

 

Su presencia frente al Congreso, con camisetas y pancartas, es el recordatorio de que detrás de cada cifra oficial hay una historia personal, una familia rota, una vida truncada. El dolor colectivo se transforma en exigencia de justicia y reparación.

 

 

La pregunta clave, que resuena en el hemiciclo y en la sociedad, es si la política española está preparada para afrontar tragedias como la DANA con transparencia, eficacia y sensibilidad.

 

 

¿Son suficientes los protocolos de emergencia? ¿Existe una verdadera rendición de cuentas? ¿Puede un presidente escudarse en la falta de información o en la complejidad técnica para justificar la inacción en momentos críticos?

 

 

El caso Mazón es más que una disputa política; es un espejo donde se reflejan las virtudes y defectos de nuestra democracia.

 

 

La exigencia de claridad, la presión social y la búsqueda de verdad se convierten en elementos centrales del debate público.

 

 

La comparecencia en el Congreso, lejos de cerrar heridas, las reabre y las expone ante la opinión pública nacional.

 

 

El futuro judicial y político de Mazón está en juego, pero lo que realmente importa es la confianza de la ciudadanía en sus instituciones.

 

La DANA ha revelado las grietas de un sistema que, en demasiadas ocasiones, prioriza la protección política sobre la verdad y la justicia.

 

 

Las víctimas, con su persistencia y su voz firme, han demostrado que el dolor puede convertirse en motor de cambio y que la memoria colectiva no se apaga con el paso del tiempo ni con la indiferencia institucional.

 

 

Las redes sociales, los medios de comunicación y el debate parlamentario amplifican el impacto de la comparecencia.

 

 

El hashtag #MazónDimisión vuelve a ser tendencia, y miles de mensajes exigen una investigación exhaustiva y la asunción de responsabilidades.

 

 

La pregunta que muchos se hacen es si la política española está dispuesta a mirar de frente a la verdad, aunque duela, y a reparar el daño causado.

 

La reconstrucción social de Valencia y de España pasa por un compromiso real con la verdad y la justicia.

 

El caso de la DANA es un ejemplo de cómo la exigencia ciudadana puede transformar el debate político y obligar a los responsables públicos a rendir cuentas.

 

Las imágenes, los testimonios y el dolor de las víctimas han puesto en jaque a un sistema que, demasiadas veces, olvida que detrás de cada cifra hay una vida, una familia, una historia.

 

 

¿Será capaz Mazón de despejar las lagunas que rodean su gestión de la DANA? ¿Responderá con honestidad y asumirá las consecuencias de sus actos? ¿Podrán las familias de las víctimas encontrar, al fin, la justicia y la reparación que tanto reclaman? El Congreso de los Diputados, este lunes, es mucho más que un espacio de debate político: es el escenario donde se juega el destino de la verdad, la dignidad y la democracia.