Así Reaccionó Franco a la Gran Riada de Valencia de 1957.

 

 

 

 

 

 

La Gran Riada de Valencia de 1957 es uno de los acontecimientos más traumáticos y transformadores en la historia contemporánea de la ciudad y de toda España.

 

 

Aquella tragedia, que tuvo lugar el 14 de octubre, marcó un antes y un después en la vida de miles de valencianos y en la planificación urbana nacional, dejando cicatrices profundas pero también impulsando una modernización que cambiaría para siempre el paisaje y la estructura de la capital del Turia.

 

 

 

El desastre se produjo tras varios días de lluvias torrenciales que provocaron el desbordamiento del río Turia a su paso por Valencia.

 

 

Las aguas arrasaron barrios enteros, especialmente los más vulnerables y próximos al cauce, como el Carmen, Nazaret, el Cabañal, Tendetes y Campanar.

 

 

Las cifras oficiales hablan de al menos 300 fallecidos, aunque algunos estudios y testimonios elevan el número de víctimas.

 

 

A ello se sumaron pérdidas materiales incalculables: casas destruidas, fábricas anegadas, comercios arruinados y una ciudad sumida en la desolación.

 

 

Las imágenes de la época, recogidas en los archivos de RTVE y la prensa local como Levante-EMV y Las Provincias, muestran calles convertidas en ríos, vehículos arrastrados por la corriente y familias enteras buscando refugio en escuelas y edificios públicos habilitados de urgencia.

 

 

La reacción de la sociedad valenciana fue inmediata. La solidaridad se convirtió en el motor de los primeros días: voluntarios se organizaron para rescatar a personas atrapadas, distribuir alimentos y proporcionar refugio a quienes lo habían perdido todo.

 

 

Las autoridades locales declararon el estado de emergencia y solicitaron ayuda al gobierno central y a otras regiones de España.

 

 

La catástrofe movilizó a toda la nación, y la llegada de fuerzas de la Armada, la Cruz Roja y equipos de salvamento, incluidos helicópteros norteamericanos, fue fundamental para afrontar la emergencia.

 

 

El régimen franquista, encabezado por el generalísimo Francisco Franco, se volcó en la reconstrucción y en la gestión política de la tragedia.

 

Franco visitó personalmente las zonas afectadas, recorrió los barrios devastados y prometió a los valencianos el apoyo del Estado para levantar la ciudad.

 

 

En sus discursos, recogidos por el NO-DO y la prensa oficialista, el dictador apeló a la unidad nacional y a la capacidad de superación de los españoles, subrayando que Valencia resurgiría con mayor ímpetu que antes.

 

 

La respuesta institucional fue rápida y contundente. El Consejo de Ministros acordó la creación de una delegación permanente del gobierno para la reparación de los daños y el estudio de medidas preventivas.

 

 

Una comisión técnica propuso tres posibles soluciones para evitar futuras inundaciones, y finalmente se aprobó el llamado “Plan Sur”, un proyecto de ingeniería hidráulica sin precedentes en España.

 

 

El plan consistía en desviar el cauce del río Turia al sur de la ciudad, abriendo un nuevo canal de más de 11 kilómetros de longitud, capaz de proteger Valencia de futuros desbordamientos.

 

 

Las obras del Plan Sur comenzaron en 1964 y requirieron una inversión de más de 5.000 millones de pesetas, una cifra colosal para la época.

 

 

Miles de trabajadores participaron en la excavación de más de 10 millones de metros cúbicos de tierra, utilizando la maquinaria más avanzada del momento, importada especialmente para la ocasión.

 

 

El nuevo cauce fue inaugurado por Franco en 1969 y terminado en 1972, convirtiéndose en una obra emblemática de la ingeniería civil española.

 

Desde entonces, Valencia ha quedado protegida de las riadas que históricamente amenazaban la ciudad.

 

 

La Gran Riada no solo impulsó el desvío del río, sino que actuó como catalizador para la modernización urbana de Valencia.

 

 

Se reconstruyeron y ampliaron puentes, se modernizaron las redes de alcantarillado y se planificaron nuevos barrios para realojar a los damnificados.

 

 

El desastre aceleró la transformación de la ciudad, que en las décadas siguientes experimentó un crecimiento y una mejora en sus infraestructuras que la situarían como una de las grandes capitales mediterráneas.

 

 

El Plan Sur fue elevado a la categoría de ley y aprobado por unanimidad en las Cortes franquistas, reflejando el sentir de toda la nación.

 

 

La prensa de la época, controlada por el régimen, transmitió la imagen de una España unida y solidaria, volcada en la reconstrucción de Valencia.

 

 

Manifestaciones populares recorrieron las calles para agradecer al gobierno su apoyo, en un ambiente de gratitud y esperanza.

 

 

El Ayuntamiento de Valencia, encabezado por el alcalde Rincón de Arellano, entregó a Franco la medalla de oro de la gratitud de la ciudad, en medio de ovaciones y vítores recogidos por los noticiarios oficiales.

 

 

La visita de Franco cinco años después de la tragedia fue presentada como el símbolo del resurgimiento valenciano.

 

 

El dictador recorrió las nuevas infraestructuras, inspeccionó las obras hidráulicas y presidió actos multitudinarios en la Plaza del Ayuntamiento, rebautizada con su nombre.

 

 

El discurso oficial insistía en la transformación de la nación y en el milagro económico que, según la propaganda, había convertido a España en motivo de admiración internacional.

 

 

Sin embargo, la historia oficial contrasta con la memoria popular. Muchos valencianos recuerdan la riada como un episodio de sufrimiento y pérdida, pero también como el inicio de una nueva etapa de modernización y apertura.

 

 

El antiguo cauce del Turia, tras el desvío, quedó libre y se transformó décadas después en el famoso Jardín del Turia, uno de los parques urbanos más grandes de Europa y símbolo de la Valencia contemporánea.

 

 

La Gran Riada de 1957 también abrió el debate sobre la gestión de los recursos hídricos y la planificación urbana en España.

 

 

Los expertos coinciden en que la catástrofe puso de manifiesto la vulnerabilidad de las ciudades ante fenómenos naturales extremos y la necesidad de invertir en infraestructuras de prevención.

 

 

El Plan Sur es considerado hoy un ejemplo de respuesta eficaz, aunque costosa, a los desafíos medioambientales y urbanísticos.

 

 

En la actualidad, la memoria de la riada sigue viva en Valencia. Cada año, en octubre, se organizan actos de recuerdo y exposiciones que rememoran el desastre y homenajean a las víctimas y a quienes participaron en la reconstrucción.

 

 

El Jardín del Turia, los puentes renovados y los barrios modernizados son testimonio de la capacidad de la ciudad para superar la adversidad y reinventarse.

 

 

La Gran Riada de Valencia es, en definitiva, una historia de dolor y esperanza, de destrucción y renacimiento. La tragedia de 1957 marcó el destino de la ciudad, impulsó una transformación profunda y dejó una lección sobre la importancia de la solidaridad, la planificación y la capacidad de adaptación ante los retos del futuro.

 

 

 

Valencia, la perla del Mediterráneo, resurgió de las aguas y se convirtió en símbolo de la resiliencia española, demostrando que incluso en los momentos más difíciles, la unión y el esfuerzo colectivo pueden abrir caminos hacia el progreso y la prosperidad.