Los escoltas, el jersey y el móvil en la mochila: Mazón vuelve a situar a Vilaplana como único testigo.
La versión del jefe del Consell vuelve a chocar con los vacíos en su agenda y en sus comunicaciones.

El presidente en funciones de la Generalitat valenciana, Carlos Mazón (c), comparece ante la comisión de la dana, en el Congreso de los Diputados.
Carlos Mazón volvió este lunes al Congreso con un objetivo claro: sostener su relato sobre la tarde de la DANA del 29 de octubre.
Entre explicaciones sobre su teléfono incomunicado “en la mochila”, el jersey que se puso “por frío” y la orden de retirar a sus escoltas mientras acompañaba a Maribel Vilaplana al parking, el presidente valenciano situó de nuevo a la periodista como único testigo de las horas más confusas de aquella fatídica jornada.
La comparecencia, esperada desde hace semanas por la magnitud política y judicial del caso, giró en torno a tres episodios concretos: la sobremesa de más de cuatro horas en el restaurante El Ventorro, la ausencia de escoltas en un tramo clave del día y los 37 minutos sin responder llamadas en pleno estallido de la emergencia.
Mazón trató de ordenar los hechos, pero sus explicaciones no evitaron que la oposición detectara nuevas lagunas en su versión.
El almuerzo que se convirtió en un punto ciego.
Según la reconstrucción que el propio Mazón hizo en la comisión, la comida con Maribel Vilaplana comenzó a primeras horas de la tarde y transcurrió “con normalidad”.
Describió una conversación distendida, una mesa tranquila y varias interrupciones provocadas por las llamadas que —reconoce— recibía en su teléfono personal.
Sin embargo, su insistencia en que el almuerzo no tuvo nada de excepcional contrastó con el contexto: la DANA ya estaba desbordando zonas enteras de la Comunitat Valenciana.
Fue en ese escenario cuando Mazón introdujo la primera aclaración relevante: aseguró que no se cambió de ropa en el restaurante, desmintiendo así las dudas que habían circulado sobre un supuesto cambio completo de vestimenta antes de reanudar su agenda.
“Solo me puse un jersey porque tenía frío”, ha sostenido. La frase, pronunciada con naturalidad, se convirtió en uno de los momentos más comentados de la sesión, no tanto por su contenido como por lo que implicaba: la admisión de que, en medio de una emergencia histórica, su prioridad inmediata —según su propio relato— fue abrigarse.
Los escoltas, retirados por orden expresa.
El segundo punto clave que explicó Mazón también abrió un nuevo frente de incertidumbre.
Reconoció que ordenó a sus escoltas retirarse cuando acompañó a Vilaplana al parking tras la comida.
“No era necesario que bajaran”, ha argumentado, pese a que la recomendación estándar marca que un presidente autonómico debe ir siempre acompañado de su equipo de seguridad, especialmente en jornadas catalogadas como de riesgo.
Esa decisión dejó un vacío de acompañamiento que ahora investiga la comisión.
Mazón aseguró que actuó con plena lógica: “La acompañé al parking y regresé caminando hacia el Palau”.
No concretó cuánto duró ese trayecto ni detalló su localización exacta durante ese tiempo.
Ese hueco temporal encaja, precisamente, con el lapso en que el teléfono del president permanece sin actividad aparente, un extremo que levantó de inmediato la preocupación de varios grupos parlamentarios.
El móvil en la mochila: su explicación a los 37 minutos sin respuesta.
La parte más sensible de la comparecencia llegó cuando Mazón tuvo que explicar por qué estuvo durante 37 minutos sin responder llamadas ni emitir comunicación alguna, justo cuando los equipos de emergencia estaban registrando las primeras situaciones críticas.
“Tenía el móvil en la mochila… no lo sé”, ha dicho.
El reconocimiento, que pretendía ser una explicación rutinaria, se leyó en el Congreso como una confesión de desconexión en uno de los momentos más delicados de la tragedia.
Las llamadas corresponden a jefes operativos, responsables de distintas áreas y personal de coordinación, que intentaron contactar con el president sin éxito.
“No escuché el teléfono, estaba en la mochila”, ha repetido.
Desde su bancada, Mazón defendió que durante ese tiempo recibió información “por otras vías”, pero no especificó cuáles.
Sí insistió en que no se ausentó deliberadamente y que atendió a la emergencia “conforme iba llegando la información”.
La oposición replicó que ese vacío de 37 minutos es incompatible con el deber de dirección política de una crisis de magnitud histórica.
Vilaplana, testigo única del tramo más opaco.
En varios momentos de la sesión, Mazón se apoyó de manera reiterada en el testimonio de Maribel Vilaplana, la periodista que lo acompañó durante la comida y que —según su propia reconstrucción— fue la última persona que lo vio antes de esos 37 minutos sin comunicación.
La insistencia en situarla como testigo único no pasó desapercibida.
La oposición ha recordado que su relato es, hoy por hoy, el único que sostiene la versión del president sobre su conducta en la sobremesa y el traslado al parking.
Y subrayaron que esa dependencia de una única voz, ajena al dispositivo institucional, abre un problema político de primer orden.
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