Tellado habla de “canibalismo político” en TVE y Jesús Cintora va a dar justo donde más duele: “¿A qué se debe?”.
Jesús Cintora no se reprimía al contestar tanto a Miguel Tellado como Cuca Gamarra en ‘Malas Lenguas’ por sus críticas a TVE.

En el actual clima de polarización mediática y política en España, la televisión pública se ha convertido, una vez más, en el escenario de un enfrentamiento abierto entre el Partido Popular y los profesionales del periodismo.
La última polémica, protagonizada por Miguel Tellado —portavoz del PP en el Congreso— y el periodista Jesús Cintora en el programa ‘Malas Lenguas’ de TVE, ha elevado el tono del debate sobre la libertad de expresión, la independencia de los medios y el papel de la crítica política en una democracia madura.
Lo que comenzó como una réplica a las acusaciones de “canibalismo político” lanzadas por Tellado contra TVE ha derivado en una discusión mucho más profunda sobre los límites de la opinión, la legitimidad de la crítica y la función de la radiotelevisión pública como espacio plural y libre de presiones partidistas.
¿Por qué molesta tanto al PP la línea editorial de TVE? ¿Es legítimo acusar a los periodistas de “canibalismo” por opinar sobre asuntos de máxima relevancia institucional? ¿Dónde está la frontera entre la crítica constructiva y el intento de desacreditar a un medio público?
La tensión entre el PP y TVE no es nueva, pero en los últimos días ha alcanzado un nuevo clímax tras el enfrentamiento entre Miguel Tellado y la periodista Silvia Intxaurrondo, y la posterior intervención del propio Tellado en el Congreso de los Diputados, donde acusó a la cadena pública de practicar “canibalismo político” al opinar sobre la condena al fiscal general del Estado, tildándola de “golpismo judicial”.
Jesús Cintora, conductor de ‘Malas Lenguas’, recogió el guante y no dudó en responder con ironía y contundencia: “Opinar no es canibalismo, es libertad de expresión.
Igual es que duele, pero es lo que hay”. Su intervención, lejos de ser una simple defensa corporativa, puso sobre la mesa una cuestión de fondo: ¿qué hay detrás de la insistencia del PP en atacar a TVE? ¿Por qué la televisión pública se ha convertido en el blanco preferido de la oposición conservadora?
El debate se intensificó cuando Cintora lanzó la pregunta clave: “¿A qué se debe estar continuamente poniendo a TVE bajo sospecha y con acusaciones tan graves?”.
La respuesta, según el propio periodista y varios tertulianos del programa, tiene que ver menos con el contenido concreto de las opiniones vertidas en la cadena y más con la incomodidad que genera en ciertos sectores políticos la existencia de un espacio mediático donde la pluralidad y la crítica no están bajo control.
Javier Aroca, colaborador habitual, lo expresó con claridad: “No creo que el señor Tellado esté criticando el Consejo de Administración de RTVE, donde por cierto también están representados, ni estén criticando la parrilla de esta cadena.
Están criticando las opiniones políticas que se están haciendo de manera plural un día tras otro y que están suscitando el apoyo mayoritario de las audiencias. Lo que les molesta es que esta cadena no esté en la sintonía en la que ellos en principio controlaban”.
La clave, por tanto, no está en una supuesta falta de imparcialidad, sino en la pérdida de influencia sobre el relato mediático.
TVE, en su función de servicio público, se ha convertido en un espacio donde se confrontan ideas, se discuten posturas y se da voz a opiniones diversas, algo que, lejos de ser un problema, es una de las garantías de la salud democrática.
La figura de Silvia Intxaurrondo, señalada por Tellado tras una entrevista tensa, simboliza el papel de los periodistas en el actual contexto político.
Hacer preguntas incómodas, exigir respuestas y no aceptar evasivas es parte esencial del oficio.
Sin embargo, cuando la reacción de los políticos es acusar de parcialidad o de “canibalismo” a quien simplemente hace su trabajo, se pone en entredicho la libertad de prensa y se envía un mensaje inquietante a la sociedad: la crítica molesta, y quien la ejerce puede ser objeto de ataques personales.
Jesús Cintora, lejos de replegarse, defendió la legitimidad de la opinión y la necesidad de que los medios públicos sean espacios de debate real, no de propaganda.
“Aquí hay gente que ha dado su opinión desde la televisión pública que ha hablado en esos términos y otros que no, pues maravilloso”, sentenció el presentador, reivindicando la pluralidad frente a la homogeneidad que algunos parecen añorar.
El uso del término “canibalismo político” por parte de Tellado no es casual.
Se trata de una metáfora potente, diseñada para generar impacto y colocar a los periodistas en el banquillo de los acusados.
Sin embargo, la respuesta de Cintora y de otros profesionales ha sido clara: opinar, discrepar y analizar no es devorar al adversario, sino ejercer un derecho fundamental en democracia.
La insistencia en acusar a TVE de parcialidad, golpismo o canibalismo revela, en realidad, una estrategia de desgaste y deslegitimación.
Al situar a la cadena bajo sospecha, se busca restar valor a sus informaciones y opiniones, preparando el terreno para justificar posibles reformas, recortes o cambios en la dirección cuando las circunstancias lo permitan.
La discusión de fondo es mucho más amplia: ¿qué modelo de televisión pública necesita España? ¿Debe ser un espacio plural, abierto a todas las voces y opiniones, o un instrumento al servicio del poder de turno? La experiencia de las últimas décadas muestra que la tentación de controlar la radiotelevisión pública ha sido común a todos los gobiernos, pero también que la presión ciudadana y profesional ha logrado, en ocasiones, preservar la independencia y la calidad informativa.
El caso actual es ilustrativo: la pluralidad de opiniones en programas como ‘Malas Lenguas’ incomoda a quienes preferirían una línea editorial más dócil.
Sin embargo, esa incomodidad es, precisamente, el mejor indicador de que la televisión pública está cumpliendo su función.
La polémica ha generado una intensa reacción en redes sociales y entre la audiencia, donde se han multiplicado los mensajes de apoyo a los periodistas y a la independencia de TVE.
Muchos ciudadanos ven en la cadena un espacio de referencia, donde la diversidad de opiniones y el rigor informativo contrastan con la creciente polarización y el sectarismo de otros medios.
Al mismo tiempo, la polémica ha servido para visibilizar el riesgo de que la presión política termine erosionando la credibilidad de la televisión pública, un bien común que debe ser protegido frente a los intentos de instrumentalización.
El futuro de TVE y de los medios públicos en general pasa por reforzar su independencia, blindar la pluralidad y garantizar que la crítica política no se convierta en acoso o intimidación.
La experiencia de países europeos con modelos de radiotelevisión pública sólidos demuestra que es posible combinar calidad, pluralidad y servicio ciudadano, siempre que exista voluntad política y profesional para resistir las presiones.
La batalla actual, lejos de ser un simple enfrentamiento entre un partido y una cadena, es un pulso por la credibilidad, la libertad y el derecho de la ciudadanía a estar informada sin tutelas ni censuras.
El enfrentamiento entre Miguel Tellado, Jesús Cintora y TVE es mucho más que una anécdota mediática: es el reflejo de un debate crucial sobre el papel del periodismo en la sociedad, la legitimidad de la crítica y la necesidad de proteger los espacios públicos de información frente a los intentos de control y deslegitimación.
En una democracia madura, la pluralidad de opiniones, la libertad de expresión y el respeto a la labor periodística son valores irrenunciables.
La televisión pública, lejos de ser un campo de batalla, debe ser un espacio de encuentro, debate y construcción colectiva del relato social.
La pregunta que lanzó Cintora sigue abierta y merece una respuesta colectiva: ¿a qué se debe la obsesión por desacreditar a TVE? Quizás la respuesta esté en el miedo a perder el control sobre la narrativa, o en la incomodidad que genera la crítica cuando es libre y honesta.
Sea como sea, el periodismo y la democracia necesitan medios públicos fuertes, independientes y valientes. Y eso, más que nunca, depende de la vigilancia y el apoyo de la ciudadanía.
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