Ábalos afirma que “existió” una reunión entre Sánchez y Otegi para la moción de censura; Moncloa lo desmiente.
El que fuera número dos del partido lanza un mensaje afirmando la reunión entre los líderes de EH Bildu y PSOE. Ambas formaciones niegan que se produjera.

La política española, siempre marcada por la tensión y la sospecha, ha vivido en las últimas horas un nuevo episodio de alta intensidad.
José Luis Ábalos, exministro de Transportes y antiguo número dos del PSOE, ha arrojado gasolina sobre el fuego al publicar en redes sociales que “existió” una reunión entre Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi, líder de EH Bildu, en el contexto de la moción de censura que en 2018 derribó a Mariano Rajoy y catapultó al socialista a la presidencia del Gobierno.
La afirmación, que Ábalos atribuye a “fuentes presidenciales”, ha sido desmentida con vehemencia tanto desde Moncloa como por los propios líderes implicados, pero ha servido para reactivar el debate sobre la transparencia, los pactos y las líneas rojas en la política española.
El relato de Ábalos, lejos de ser una mera anécdota, se inscribe en el momento más delicado de la legislatura, justo cuando el exministro se enfrenta a la posibilidad de ingresar en prisión junto a Koldo García, su antiguo colaborador, por el caso Koldo.
El Partido Popular, atento al menor resquicio de debilidad del Gobierno, ha aprovechado la ocasión para cargar contra Pedro Sánchez y denunciar lo que considera “una indignidad que le perseguirá siempre”.
La polémica, lejos de cerrarse, amenaza con convertirse en un nuevo capítulo de la guerra política y mediática que atraviesa España.
La publicación de José Luis Ábalos en redes sociales no es fruto de la casualidad. El exministro, que fue uno de los hombres más cercanos a Pedro Sánchez durante los años clave de la moción de censura, ha decidido romper el silencio y afirmar, sin ambages, que la reunión entre Sánchez y Otegi “existió”.
Según Ábalos, fueron “fuentes presidenciales” quienes le confirmaron la veracidad del encuentro, celebrado en 2018, justo cuando los apoyos de EH Bildu resultaron decisivos para desalojar a Rajoy de la Moncloa.
La fecha es crucial, ya que sitúa el supuesto pacto en el epicentro de las negociaciones que transformaron el panorama político español y que permitieron a Sánchez acceder a la presidencia.
La figura de Otegi, líder de una formación heredera de la izquierda abertzale y vinculada históricamente al conflicto vasco, añade un componente explosivo al relato, alimentando las sospechas de pactos ocultos y cesiones políticas.
La motivación de Ábalos para lanzar este mensaje es objeto de especulación.
Algunos analistas ven en su declaración un intento de ajustar cuentas con la dirección del PSOE, que le ha apartado progresivamente y que ahora le deja expuesto ante la justicia.
Otros interpretan el gesto como una estrategia de defensa, destinada a presionar al partido y a recordar que, en política, nadie está libre de secretos ni de contradicciones.
La respuesta de Moncloa y de EH Bildu ha sido inmediata y contundente.
Tanto Pedro Sánchez como Arnaldo Otegi han negado rotundamente la existencia del encuentro, insistiendo en que nunca se reunieron para pactar la moción de censura.
“Creo que tengo acreditada cierta credibilidad ante nuestro pueblo, nunca he hablado con Pedro Sánchez, aquí de lo que se trata es de mentir descaradamente”, afirmó Otegi en una entrevista en ETB2, subrayando que las acusaciones carecen de fundamento y que solo buscan dañar su imagen y la de su partido.
Por su parte, María Jesús Montero, vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, ha reiterado que los líderes de ambas formaciones no se reunieron en ningún caserío para negociar la moción, como ha publicado el diario El Español.
Montero ha ido más allá, cuestionando el valor de los testimonios de personas “imputadas, procesadas por los tribunales” frente a la palabra de quienes, como Sánchez, “no lo están”.
“Me extraña que diga esto y me extraña que a partir de ahora vaya a tener un comportamiento de ese tipo”, ha añadido, dejando entrever que la declaración de Ábalos responde a intereses personales más que a la búsqueda de la verdad.
La batalla por la credibilidad está servida. En un contexto donde la confianza en las instituciones y en los líderes políticos está en mínimos históricos, la opinión pública se ve obligada a decidir a quién creer: al exministro caído en desgracia, al presidente del Gobierno, al líder de EH Bildu o a los medios que alimentan la polémica.
El mensaje de Ábalos llega en un momento especialmente delicado para el exministro y para el Gobierno.
Este jueves, se decide si tanto él como Koldo García, su antiguo colaborador, ingresarán en prisión por el caso Koldo, una trama de corrupción que ha salpicado a las más altas esferas del PSOE y que amenaza con desestabilizar la legislatura.
Ábalos, que sigue siendo diputado en el Congreso, perdería sus derechos como representante en caso de entrar en prisión, aunque mantendría su acta.
La coincidencia temporal entre la declaración sobre la reunión y la decisión judicial refuerza la hipótesis de que Ábalos busca protegerse, presionar al partido o preparar el terreno para una posible defensa pública.
El caso Koldo es, por sí mismo, una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento y que ha puesto en jaque la estabilidad del Ejecutivo.
El Partido Popular, siempre atento a las oportunidades de desgaste, no ha tardado en aprovechar el mensaje de Ábalos para cargar contra Pedro Sánchez y el Gobierno.
Alicia García, portavoz en el Senado, ha denunciado el “pacto encapuchado” entre Sánchez y Otegi, calificándolo de “indignidad” y asegurando que perseguirá al presidente “siempre”.
Para los populares, la supuesta reunión no solo fue política, sino también económica, insinuando cesiones y acuerdos ocultos que comprometen la integridad del Ejecutivo.
La estrategia del PP es clara: vincular a Sánchez con EH Bildu, una formación que sigue generando rechazo en amplios sectores de la sociedad española, y alimentar la narrativa de los pactos oscuros y las traiciones a los principios democráticos.
La polémica sirve para movilizar a la base conservadora, para presionar al Gobierno y para mantener viva la tensión en un momento clave de la legislatura.
La polémica sobre la supuesta reunión entre Sánchez y Otegi reabre el debate sobre la transparencia en la política española.
¿Hasta qué punto los líderes tienen derecho a negociar en secreto? ¿Son legítimos los pactos con formaciones que arrastran un pasado polémico? ¿Dónde está el límite entre la estrategia política y la traición a los valores democráticos?
La moción de censura de 2018 fue, sin duda, uno de los episodios más relevantes de la historia reciente de España.
El acceso de Sánchez a la presidencia supuso un cambio de ciclo y abrió la puerta a nuevas alianzas y a una forma de gobernar basada en la negociación y el diálogo con partidos periféricos y nacionalistas.
La figura de EH Bildu, por su parte, ha evolucionado desde la marginalidad hacia una posición de influencia, lo que ha generado tensiones y recelos en el seno del sistema político.
La afirmación de Ábalos, aunque desmentida por los protagonistas, pone de manifiesto la dificultad de mantener la transparencia y la confianza en un contexto marcado por la polarización y la sospecha.
La política española, lejos de ser un espacio de consenso, se ha convertido en un campo de batalla donde cada declaración, cada gesto y cada silencio pueden ser interpretados como una maniobra de poder.
La cobertura mediática de la polémica ha sido intensa y variada. Los medios han recogido las declaraciones de Ábalos, las respuestas de Moncloa y EH Bildu, y las reacciones del Partido Popular, alimentando un debate que trasciende los hechos y que se convierte en una lucha por el relato.
La opinión pública, por su parte, se ve bombardeada por versiones contradictorias y por análisis que oscilan entre la denuncia y la defensa.
La dificultad para acceder a la verdad es, quizás, el mayor desafío de la política contemporánea.
En un mundo saturado de información y de fake news, la capacidad para distinguir entre hechos, opiniones e intereses es más necesaria que nunca.
El caso de la supuesta reunión entre Sánchez y Otegi es un ejemplo de cómo la política puede convertirse en espectáculo y de cómo la verdad puede quedar sepultada bajo capas de sospecha y de manipulación.
La afirmación de José Luis Ábalos sobre la existencia de una reunión secreta entre Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi ha reabierto heridas y ha puesto en cuestión la capacidad de la política española para superar la sombra de los pactos ocultos y de la falta de transparencia.
El desmentido de Moncloa y EH Bildu, la reacción del Partido Popular y el contexto judicial de Ábalos y Koldo García configuran un escenario de máxima tensión, donde cada movimiento puede tener consecuencias imprevisibles.
La sociedad española, cansada de escándalos y de luchas internas, exige respuestas claras y responsables.
La transparencia, el respeto a los principios democráticos y la capacidad para negociar sin traicionar los valores fundamentales son condiciones imprescindibles para recuperar la confianza y para construir un futuro basado en el consenso y en la justicia.
La historia no está cerrada y el debate sigue abierto. Lo que está claro es que la política española necesita más luz y menos sombras, más diálogo y menos enfrentamiento, más verdad y menos manipulación.
El reto es grande, pero la movilización social y el compromiso ético pueden ser la clave para superar la polarización y para construir una democracia a la altura de los desafíos del siglo XXI.
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