MEGA BOMBA FRENTE DE IZQUIERDAS. HABLA RUFIÁN Y OLTRA. TUNDA PARA CLAVER Y BENI, QUE CALLAN AHORA.

 

 

 

 

 

 

 

Mónica Oltra, la izquierda y el desafío de la hegemonía ultraderechista: entre la persecución judicial y la necesidad de un proyecto emancipador.

 

 

 

En el actual panorama político español, la figura de Mónica Oltra ha sido objeto de una de las mayores campañas de acoso mediático y judicial de la última década.

 

 

El reciente archivo definitivo de la causa contra la exvicepresidenta valenciana por parte de la jueza, que concluye que no existen indicios de delito de encubrimiento en el caso de abusos sexuales cometidos por su exmarido, ha reabierto el debate sobre el papel de la justicia, los medios y la política en la España contemporánea.

 

 

 

Pero más allá del caso concreto, la situación de Oltra sirve de espejo para analizar la deriva de la izquierda, la ofensiva de la ultraderecha y la urgencia de construir un proyecto político capaz de confrontar la hegemonía reaccionaria.

 

 

 

La persecución mediática y judicial contra Oltra ha estado marcada, desde el principio, por la implicación de sectores de la extrema derecha y por la utilización política de un caso profundamente doloroso.

 

 

Como se ha evidenciado en la transcripción de un reciente debate, los abogados que ejercieron la acusación particular y popular en el caso —José Luis Roberto, vinculado al partido España 2000, y Cristina Seguí, fundadora de Vox— han sido señalados por la propia víctima de los abusos como responsables de instrumentalizar su situación para lograr la dimisión de Oltra.

 

 

Promesas incumplidas, abandono y manipulación mediática han sido la tónica de una ofensiva que, más allá de la búsqueda de justicia, perseguía un objetivo político claro: derribar a una de las voces más incómodas para el establishment valenciano y nacional.

 

 

 

La reflexión de los participantes en el debate es contundente: “Una de las mayores vergüenzas de nuestro tiempo es que está de moda ser un chungo, está de moda ser mala persona, está de moda ser un manipulador, ser un mentiroso”.

 

 

El caso Oltra es paradigmático de una época en la que la mentira y la manipulación se han convertido en herramientas habituales de la confrontación política.

 

 

Frente a ello, la izquierda se encuentra dividida, enfrentada y, en muchos casos, atrapada en el discurso reaccionario impuesto por la ultraderecha.

 

 

La hegemonía discursiva ultraderechista, como advierte Oltra, es “como la lluvia fina, acaba calando”.

 

 

La normalización de los discursos racistas, xenófobos y misóginos ha ido avanzando mientras la izquierda, en demasiadas ocasiones, se ha limitado a reaccionar, a responder a las provocaciones y a jugar en el terreno del adversario.

 

 

 

“Cuando la izquierda solo tiene el discurso reaccionario, ya has dejado de ser izquierda, pues ya no estás abriendo camino”, señala Oltra, en una de las reflexiones más lúcidas del debate.

 

 

La necesidad de construir un proyecto político emancipador, capaz de confrontar la hegemonía ultraderechista y de ofrecer una alternativa real a la ciudadanía, aparece como uno de los grandes retos de la actualidad.

 

 

Oltra insiste en que la clave no está en la mera unidad electoral, en la “lista única”, sino en la elaboración previa de un proyecto claro, capaz de “tocar las narices a la oligarquía” y de romper con la lógica de los mínimos.

 

 

La redistribución de la riqueza, la justicia social, la igualdad, el derecho a la vivienda y la paz son algunos de los ejes que podrían articular ese proyecto alternativo.

 

 

 

En este sentido, la intervención de Nuria, portavoz de Recortes Cero, resulta especialmente reveladora.

 

 

La izquierda, afirma, debe pasar de plantear mínimos a poner límites por arriba, a redistribuir la riqueza y a construir otro modelo productivo.

 

 

Oltra, por su parte, defiende la necesidad de establecer tipos impositivos mucho más elevados para las grandes fortunas y de acompasar los bienes a las necesidades reales.

 

 

“Si alguien tiene tantos bienes y tantos ingresos y tanto patrimonio para mil vidas, le está robando la vida a 999”, concluye, en una reflexión que apunta al corazón del sistema económico y social vigente.

 

 

La crisis actual, según Oltra, es una crisis de transición: “Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”.

 

 

Pero la ofensiva reaccionaria, que tiene su epicentro en Washington y se extiende por todo el planeta, obliga a la izquierda a movilizarse, a empujar para que lo nuevo que nazca sea realmente emancipador y liberador.

 

 

La construcción de un movimiento capaz de confrontar la inversión fascista y ultraderechista es, en palabras de Oltra, una tarea urgente y colectiva.

 

 

El archivo definitivo de la causa contra Oltra, tras años de persecución y desgaste, pone de manifiesto los límites de la judicialización de la política y la necesidad de establecer garantías que impidan el uso espurio de la justicia para fines partidistas.

 

 

 

La instrumentalización de las víctimas, la manipulación mediática y el abandono posterior son síntomas de una decadencia democrática que exige una respuesta firme y articulada.

 

 

Como señala uno de los participantes, “habría que tener precauciones con este tipo de abogados”, en referencia a los letrados vinculados a Vox y España 2000 que han protagonizado algunos de los episodios más oscuros del caso.

 

 

La ofensiva ultraderechista, sin embargo, no es invencible. Existe una mayoría social que rechaza la xenofobia, el machismo y las ideas ultrarreaccionarias, aunque “no haga tanto ruido muchas veces”.

 

 

El reto para la izquierda es lograr que esa mayoría se exprese como fuerza política y electoral, que se traduzca en proyectos y candidaturas capaces de disputar la hegemonía y de abrir caminos nuevos.

 

 

La experiencia del Botànic, el gobierno de coalición progresista en la Comunidad Valenciana, es recordada como un momento de ilusión y avance, aunque también de límites y contradicciones.

 

 

Recuperar esa energía, articular cinco ejes de consenso y evitar la dispersión programática son tareas pendientes para quienes aspiran a transformar la realidad.

 

 

La izquierda, advierte Oltra, debe dejar de reaccionar y empezar a proponer, a situar el debate en su propio terreno y a romper con la lógica de la respuesta defensiva. “Hay que saltarles la tapa del delco y que se empiece a hablar de lo que nosotros decimos, porque si no estamos todo el rato hablando de lo que ellos plantean, incluso las payasadas de no.

 

 

Entonces, ¿qué pasa? que nos nos sitúan a la izquierda en la reacción y cuando la izquierda solo tiene el discurso reaccionario, ya has dejado de ser izquierda.”

 

 

La redistribución de la riqueza, la justicia social, la igualdad y la paz no pueden ser solo consignas, sino ejes vertebradores de un proyecto político alternativo.

 

 

La izquierda debe atreverse a poner límites por arriba, a cuestionar la acumulación desmedida de bienes y patrimonios, y a construir una sociedad en la que todos tengan derecho no solo a la vida, sino a una vida digna.

 

 

La crisis de nuestro tiempo, como recuerda Oltra, es una crisis de sostenibilidad, no de los servicios públicos, sino de un modelo económico que permite que unos pocos acumulen para mil vidas mientras millones carecen de lo básico.

 

 

 

En definitiva, el caso de Mónica Oltra es mucho más que una historia de persecución judicial y política.

 

 

Es el reflejo de una época en la que la hegemonía ultraderechista amenaza con desbordar los consensos democráticos y en la que la izquierda debe encontrar la manera de articular un proyecto emancipador, capaz de confrontar el poder y de ofrecer esperanza a la ciudadanía.

 

 

El reto es enorme, pero la oportunidad es histórica.

 

 

La pregunta que queda en el aire, tras el debate y el archivo de la causa, es clara: ¿será capaz la izquierda de construir ese movimiento, de articular esos cinco ejes y de disputar la hegemonía discursiva y política a la ultraderecha? La respuesta, como siempre, dependerá de la capacidad de sumar, de consensuar y de atreverse a tocar las narices, no solo por abajo, sino por arriba.

 

 

Porque, como concluye Oltra, “si no, estaremos condenados a seguir reaccionando, a seguir jugando en el campo del adversario y a perder la oportunidad de abrir caminos nuevos”.