Se filtra la propuesta más sorprendente de Mazón a Maribel Vilaplana durante la cena previa a su encuentro en El Ventorro, en plena tragedia de la DANA.

Una oferta inesperada, formulada entre susurros y miradas calculadas, que ahora pone en jaque toda la versión oficial.
Lo que en aquel momento pareció un simple gesto de cortesía se revela hoy como una maniobra que podría cambiar por completo la lectura política y moral de aquellos días oscuros.

 

 

 

 

El ‘popular’ y la periodista mantuvieron un encuentro casual en el restaurante La Raspa dos semanas antes de la DANA.

 

 

 

 

 

 

La oferta de Mazón a Vilaplana: El almuerzo que marcó la gestión política en la DANA y reabrió viejas heridas mediáticas en Valencia.

 

 

 

La política, como la vida, está hecha de momentos que marcan un antes y un después.

 

 

El 29 de octubre de 2024, mientras la DANA devastaba la Comunidad Valenciana y la ciudadanía buscaba respuestas, Carlos Mazón, entonces president de la Generalitat, mantenía una comida que, con el paso de los días, se convertiría en símbolo de controversia, oportunidad y, para muchos, de desconexión institucional.

 

 

 

El escenario no era una sala de crisis ni un despacho oficial, sino El Ventorro, un restaurante que, tras el temporal, pasó de ser un lugar de encuentro privado a epicentro de la polémica política y mediática.

 

 

A la mesa, Mazón y Maribel Vilaplana, periodista de larga trayectoria y antigua estrella de Canal 9.

 

 

El motivo del encuentro, según se supo después, fue ofrecerle la dirección de À Punt, la televisión autonómica valenciana.

 

 

Sin embargo, la historia es mucho más compleja y reveladora de los entresijos del poder, las heridas abiertas en el sector audiovisual y las tensiones entre ética profesional y ambición política.

 

 

En los días posteriores a la tragedia, la versión oficial sobre el almuerzo fue variando.

 

 

Primero se presentó como una comida privada, luego como un almuerzo de trabajo.

 

 

La finalidad, sin embargo, quedó clara cuando trascendió que Mazón había puesto sobre la mesa la posibilidad de que Vilaplana asumiera la dirección de À Punt.

 

 

Lo que no estaba tan claro era si esa oferta era inédita o si, como confirmaron Ara y elDiario.es, ya se había producido en una cena previa, el 11 de octubre, en La Raspa, una taberna regentada por Pedro García, exdirector de Canal 9.

 

 

La narración de los hechos, reconstruida por los medios, revela un encuentro fortuito entre Mazón y Vilaplana, acompañados de sus respectivos círculos de confianza.

 

 

La periodista, según fuentes cercanas, acudió al local con una amiga, mientras Mazón cenaba con su jefe de gabinete, José Manuel Cuenca.

 

 

La invitación a unirse a la mesa y la propuesta de dirigir À Punt surgieron en ese contexto, pero la respuesta fue tajante: “Evidentemente, que no”.

 

 

El trasfondo de este rechazo remite a heridas profundas. Vilaplana fue una de las caras más reconocibles de Canal 9, la televisión pública que cerró sus puertas en 2013 tras años de gestión polémica bajo gobiernos populares.

 

 

El cierre supuso el despido de más de 1.200 trabajadores y dejó una huella imborrable en el sector audiovisual valenciano.

 

 

Para Vilaplana, aceptar el cargo en À Punt bajo el paraguas del PP significaba, en cierto modo, reabrir viejas heridas y asociarse a una gestión que nunca perdonó.

 

 

Entre la memoria y el presente: el peso de Canal 9 en la decisión de Vilaplana.

 

 

La historia de Canal 9 es, en sí misma, una crónica de la relación entre poder y medios de comunicación en la Comunidad Valenciana.

 

 

La gestión política, marcada por la manipulación informativa y la minimización de tragedias como el accidente del metro de Valencia, acabó por erosionar la credibilidad de la cadena y la confianza de sus trabajadores.

 

 

Vilaplana, como muchos otros, vivió en primera persona el cierre y el estigma de haber formado parte de una televisión que, durante años, fue utilizada como herramienta de propaganda.

 

 

El paso de los años no ha borrado el recuerdo, pero sí ha permitido a Vilaplana “pasar página”.

 

 

Fuentes cercanas aseguran que la periodista no quiere volver a vincularse con el PP ni con el modelo mediático que sustentó la mayoría absoluta de los populares.

 

 

Además, reconoce que no se siente preparada para asumir la gestión de un medio de comunicación, careciendo de experiencia en ese ámbito.

 

 

La oferta de Mazón, por tanto, no solo fue rechazada por convicción personal y profesional, sino también por una cuestión de memoria y dignidad.

 

 

En su carta a la ciudadanía, Vilaplana fue clara: acudió a la cita a petición del presidente para explorar posibles vías de colaboración, pero rechazó cualquier candidatura a cargos en la televisión autonómica.

 

 

La revelación de la comida en El Ventorro y la oferta a Vilaplana coincidió con el momento de mayor presión sobre Mazón.

 

 

La gestión de la DANA, la tardanza en activar los protocolos de emergencia y la permanencia del presidente en el restaurante durante casi cuatro horas generaron una ola de indignación social y política.

 

 

El almuerzo, inicialmente banalizado, se convirtió en símbolo de la desconexión entre la agenda institucional y la realidad de la ciudadanía.

 

 

La prensa, especialmente Ara y elDiario.es, reconstruyó los encuentros previos entre Mazón y Vilaplana, desmintiendo la versión de que la comida en El Ventorro fue la primera y única vez que se planteó la oferta.

 

 

La coincidencia en actos públicos, como la gala presentada por Vilaplana en el Palacio de Congresos de Valencia, añadió matices al relato, mostrando que las relaciones personales y profesionales entre ambos eran más frecuentes de lo que se había admitido.

 

 

 

La gestión de la comunicación por parte del entorno de Vilaplana fue cuidadosa. Desde el principio, se subrayó que la periodista había rechazado la oferta y que no tenía intención de vincularse de nuevo con la política ni con la televisión pública.

 

 

La declaración ante el juzgado de Catarroja, meses después, confirmó que la propuesta consistía en asumir un “lugar de responsabilidad”, pero no precisó ni aceptó el cargo.

 

 

En su discurso de despedida, Mazón reconoció que “debí haber tenido la visión política de cancelar mi agenda y desplazarme hacia allí”.

 

 

La autocrítica llegó tarde, pero fue suficiente para anunciar su dimisión como president de la Generalitat.

 

 

El reconocimiento de la falta de anticipación y la prioridad de la agenda personal sobre la emergencia pública abrió un debate sobre el liderazgo político y la capacidad de reacción ante situaciones límite.

 

 

La pregunta que subyace es si la gestión de Mazón fue un error individual o el síntoma de una cultura política donde lo privado y lo institucional se confunden.

 

 

El almuerzo en El Ventorro, lejos de ser un hecho aislado, se convirtió en metáfora de la distancia entre el poder y la sociedad, entre la gestión de las crisis y la gestión de las oportunidades.

 

 

El papel de À Punt y el reto de la independencia mediática.

 

 

 

La oferta de Mazón a Vilaplana no es solo una cuestión personal, sino también institucional.

 

 

À Punt, la televisión autonómica que nació tras el cierre de Canal 9, ha intentado construir un modelo de comunicación independiente, plural y alejado de las presiones políticas.

 

 

La propuesta de situar a una figura mediática como Vilaplana al frente del canal reabrió el debate sobre la autonomía de los medios públicos y la tentación de instrumentalizarlos para fines partidistas.

 

 

La negativa de Vilaplana, argumentada en su falta de experiencia en gestión y en su deseo de no volver a vincularse con el PP, fue recibida como un gesto de independencia y coherencia profesional.

 

 

Sin embargo, la polémica sobre la oferta y el uso de la agenda institucional para negociar cargos en medio de una tragedia ha dejado una sombra sobre el futuro de À Punt y su capacidad para resistir las presiones del poder.

 

 

El episodio del almuerzo en El Ventorro y la oferta a Vilaplana han tenido un impacto profundo en la opinión pública valenciana.

 

 

La percepción de que el presidente antepuso sus intereses personales y políticos a la gestión de la emergencia ha erosionado la confianza en las instituciones y ha alimentado el debate sobre la ética en la política.

 

 

La ciudadanía, los medios y las asociaciones de víctimas han exigido explicaciones, transparencia y una revisión de los protocolos de actuación en situaciones de crisis.

 

 

La dimisión de Mazón ha sido recibida como un gesto necesario, pero insuficiente para cerrar las heridas abiertas por la gestión de la DANA y la polémica sobre la oferta a Vilaplana.

 

 

La historia de Mazón y Vilaplana es, en última instancia, una lección sobre la importancia de la transparencia, la ética y la independencia en la gestión pública y mediática.

 

 

La oferta de un cargo en medio de una tragedia, la confusión entre lo privado y lo institucional, y la resistencia de una periodista a vincularse con una gestión que considera dañina son elementos que invitan a la reflexión sobre el futuro de la política y la comunicación en Valencia.

 

 

La pregunta que queda abierta es si las instituciones están preparadas para aprender de los errores, garantizar la independencia de los medios y poner en el centro de la acción pública a la ciudadanía y a las víctimas.

 

 

El reto es construir un modelo de liderazgo que combine visión política, anticipación y respeto por la memoria colectiva.

 

 

La polémica sobre la oferta de Mazón a Vilaplana, en el contexto de la DANA y la gestión de la crisis, ha abierto un debate sobre la relación entre poder, medios y sociedad.

 

 

¿Crees que la agenda institucional debe estar siempre supeditada a la gestión de las emergencias? ¿Es legítimo ofrecer cargos públicos en medio de una tragedia? ¿Cómo garantizar la independencia de los medios frente a las presiones políticas?