Feijóo dice que los andaluces “no saben contar” y Alejandro Sanz le da la réplica del día, del mes y del año.

 

 

 

Los ‘me gusta’ se cuentan por miles.

 

 

 

 

 

 

En la España de la inmediatez, donde las palabras de los líderes políticos se analizan, se viralizan y se contestan en cuestión de minutos, un comentario aparentemente inofensivo puede convertirse en el epicentro de un debate nacional.

 

 

Así ha sucedido con Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular y líder de la oposición, tras su intervención en la cena navideña del PP de Madrid. Una broma sobre los kilómetros de costa de Galicia y Andalucía, y la supuesta incapacidad de los andaluces para “contar”, ha provocado una ola de reacciones que trascienden el folclore regional y abren una reflexión sobre el uso del humor, la identidad y la responsabilidad en la política contemporánea.

 

 

 

El origen de la controversia es, en apariencia, trivial: la eterna rivalidad amistosa entre comunidades autónomas por ver quién ostenta la mayor extensión de litoral. Feijóo, gallego de nacimiento y de convicción, quiso reivindicar la riqueza natural de su tierra frente a la andaluza, en un contexto distendido y festivo.

 

 

“Galicia es un bosque, el 47% de la madera de España regada por agua dulce. 600 ríos interiores y circunvalada por agua salada, tenemos los mayores kilómetros de costa de España”, proclamó ante los suyos, antes de rematar con un chascarrillo: “Los andaluces no están de acuerdo, pero no saben contar.

 

 

Las rías tienen doble costa, por lo tanto, es el lugar con más kilómetros de costa en España”.

 

 

 

La frase, lejos de quedar en el anecdotario de las cenas navideñas, fue recogida, amplificada y discutida en las redes sociales y los medios de comunicación.

 

 

Lo que para algunos fue una broma inocente, para otros fue percibido como una falta de respeto, un ejemplo de paternalismo y, sobre todo, una muestra del peligro que entraña la frivolidad en el debate público.

 

 

En un país tan diverso y sensible a las cuestiones identitarias, las palabras de los líderes políticos tienen un peso que trasciende la anécdota.

 

 

La respuesta más viral y comentada llegó de la mano de Alejandro Sanz, uno de los artistas españoles más internacionales y un icono de la identidad andaluza.

 

 

Sanz, que suele mantener un perfil bajo en cuestiones políticas, no dudó en responder a Feijóo desde su cuenta oficial de X (antes Twitter): “Un dos tres, cuatro cinco seis, siete ocho, nueve diez. Un dos.

 

 

 

Así se cuenta en Andalucía”. Su tuit, en tono irónico y desenfadado, superó los 2.000 ‘me gusta’ en apenas una hora y fue compartido miles de veces, convirtiéndose en la réplica más celebrada y citada del día, del mes y, para muchos, del año.

 

 

La reacción social fue inmediata. Más allá de la anécdota, la intervención de Sanz fue leída como un acto de defensa de la dignidad andaluza y una reivindicación del orgullo regional frente a los estereotipos.

 

 

En Andalucía, la respuesta del cantante fue recibida con entusiasmo y gratitud, y no tardaron en sumarse otras voces, como la del PSOE andaluz, que ironizó en redes sociales: “Pues ya hemos perdido la cuenta de contar las barbaridades que dicen él y su alma mater en Andalucía, el de la erótica del poder…”.

 

 

El comentario institucionalizó aún más el debate, llevándolo al terreno político y mediático.

 

 

 

El trasfondo de la polémica va mucho más allá de los kilómetros de costa.

 

 

Según los datos oficiales del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), la costa gallega se extiende a lo largo de 1.498 kilómetros, articulada por numerosas rías, mientras que la franja litoral de Andalucía suma cerca de 1.000 kilómetros, caracterizada por una gran diversidad de espacios naturales.

 

 

Sin embargo, la disputa no es tanto geográfica como simbólica: lo que está en juego es el reconocimiento y el respeto entre territorios, y el papel de los líderes políticos como garantes de la convivencia y el entendimiento.

 

 

 

El episodio revela varias lecciones sobre la España actual.

 

 

En primer lugar, la velocidad y la amplitud con la que circulan las palabras de los políticos.

 

 

Lo que antes quedaba en el ámbito privado o en el recuerdo de unos pocos asistentes, hoy se convierte en material de debate nacional en cuestión de minutos.

 

 

La responsabilidad de los líderes, por tanto, es aún mayor: deben medir el alcance de sus bromas y comentarios, conscientes de que pueden herir sensibilidades o alimentar prejuicios.

 

 

En segundo lugar, la importancia de la respuesta ciudadana y cultural. Alejandro Sanz, con su tuit, no solo defendió a Andalucía, sino que marcó el tono del debate: ironía, elegancia y sentido del humor frente a la ofensa.

 

 

Su intervención fue celebrada no solo por andaluces, sino por miles de españoles que vieron en ella un ejemplo de cómo responder a la provocación sin caer en el enfrentamiento.

 

 

En tiempos de polarización y crispación, la cultura y el arte siguen siendo espacios de encuentro y reconciliación.

 

 

La reacción política tampoco se hizo esperar. Desde el PSOE andaluz hasta otros partidos y representantes institucionales, la polémica fue utilizada para reforzar mensajes de cohesión y respeto entre comunidades.

 

 

La defensa de la dignidad andaluza se convirtió en un argumento transversal, que superó las barreras partidistas y evidenció la sensibilidad existente ante cualquier atisbo de menosprecio o discriminación.

 

 

Sin embargo, el episodio también invita a una reflexión sobre el uso del humor en la política.

 

 

La broma de Feijóo, aunque seguramente no pretendía ofender, revela los límites difusos entre la ironía y el prejuicio, entre el chascarrillo y el estereotipo.

 

 

En un país donde los tópicos regionales han sido históricamente fuente de conflicto y división, los líderes deben ser especialmente cuidadosos en sus intervenciones públicas.

 

 

La igualdad y el respeto no son solo valores constitucionales, sino también exigencias éticas y políticas.

 

 

La polémica ha servido, además, para recordar la riqueza y la diversidad de España. Galicia y Andalucía, con sus costas, sus paisajes y sus tradiciones, representan dos formas de entender el mar, la vida y la identidad.

 

 

La comparación entre ambas no debería ser motivo de enfrentamiento, sino de celebración y reconocimiento mutuo.

 

 

La pluralidad territorial es una de las grandes fortalezas del país, y el reto de la política es gestionarla con inteligencia, sensibilidad y sentido común.

 

 

Por último, el episodio ilustra el poder de las redes sociales y de la opinión pública en la era digital.

 

 

La viralidad del tuit de Alejandro Sanz demuestra que la ciudadanía no es pasiva ante los discursos de sus líderes, sino que participa, responde y, en ocasiones, corrige el rumbo del debate público.

 

 

La política, en este contexto, ya no es solo cosa de políticos: artistas, periodistas, ciudadanos y colectivos sociales contribuyen a definir el tono y los límites de la conversación nacional.

 

 

 

En conclusión, la polémica generada por el comentario de Feijóo sobre los andaluces y la costa gallega es mucho más que una anécdota navideña.

 

 

Es un reflejo de la España plural, orgullosa y vigilante que exige respeto y responsabilidad a sus líderes.

 

 

La respuesta de Alejandro Sanz, celebrada por miles de personas, es un recordatorio de que la dignidad y el sentido del humor pueden ir de la mano, y de que la cultura sigue siendo un espacio fundamental para el entendimiento y la convivencia.

 

 

En un país donde las palabras importan y las identidades se viven con pasión, la política debe aprender a escuchar, a rectificar y a celebrar la diversidad como un valor compartido.

 

 

La costa, al fin y al cabo, es solo una metáfora de todo lo que une y separa a los pueblos de España. Y contar, como demostró Sanz, es mucho más que una cuestión de números: es una cuestión de respeto, de orgullo y de inteligencia colectiva.