Pérez-Reverte estalla contra la última medida de Ryanair: “Cada vez nos acorralan más”.

 

 

 

La aerolínea decidió esta semana poner fin a las tarjeta de embarque en papel, algo que según la empresa sólo utilizan el 20% de los usuarios.

 

 

 

 

 

La última decisión de Ryanair ha desatado una ola de críticas y debate social que va mucho más allá de la gestión de una aerolínea.

 

 

El anuncio de la compañía irlandesa, que elimina definitivamente las tarjetas de embarque en papel y obliga a todos sus pasajeros a utilizar el móvil para acceder al avión, ha sido el detonante de una denuncia pública por parte del escritor Arturo Pérez-Reverte.

 

 

Su reacción, viral en redes sociales, ha puesto sobre la mesa una cuestión que afecta cada vez más a millones de ciudadanos: ¿hasta dónde puede llegar la digitalización obligatoria y qué riesgos supone para la libertad y la inclusión?

 

 

En un tuit que se ha multiplicado por miles, Pérez-Reverte expresaba su indignación: “Cada vez nos acorralan más.

 

 

Ésta es otra buena razón para no viajar nunca con Ryanair. Y lo triste es que otras compañías aéreas y ferroviarias acabarán imitándolos.

 

 

Ya ocurre con los bancos. Esa gentuza no nos permite vivir sin teléfono móvil”.

 

 

Sus palabras, lejos de ser una simple protesta individual, han conectado con la frustración creciente de muchos usuarios que ven cómo los servicios tradicionales desaparecen, los costes se recortan y la carga operativa se traslada al cliente, dando por hecho que todo el mundo tiene un smartphone, sabe usarlo y quiere usarlo.

 

 

La aerolínea justifica su decisión como un avance hacia una experiencia “más rápida, inteligente y sostenible”.

 

 

Según el director de Marketing, Dara Brady, el cambio será efectivo en menos de una semana: a partir del miércoles, los pasajeros que intenten imprimir la tarjeta de embarque ya no podrán hacerlo.

 

 

Todo deberá gestionarse desde el móvil, a través de la aplicación myRyanair.

 

 

La empresa estima que este giro digital supondrá un ahorro de hasta 40 millones de euros anuales, al eliminar los costes asociados a la impresión de documentos físicos.

 

 

Ryanair recalca que el 80% de sus viajeros ya utiliza tarjetas de embarque digitales, pero advierte que quienes aún recurren a la versión tradicional deberán adaptarse antes de que la transición sea completa.

 

 

“La mayoría de nuestra clientela está adaptada”, insisten desde la compañía, que ve en el cambio una oportunidad para modernizar y agilizar el proceso de embarque.

 

 

La polémica abierta por Pérez-Reverte revela una grieta en el discurso oficial sobre la digitalización.

 

 

Para muchos, la eliminación de servicios físicos no es solo una cuestión de eficiencia, sino una forma de exclusión silenciosa.

 

 

Personas mayores, ciudadanos con dificultades tecnológicas, viajeros que por elección o necesidad no disponen de un smartphone, quedan fuera de un sistema cada vez más cerrado y homogéneo.

 

 

El escritor lo resume en una frase que resuena con fuerza: “Esa gentuza no nos permite vivir sin teléfono móvil”.

 

 

El malestar no es nuevo: ya ocurre con los bancos, donde la atención presencial se reduce y las gestiones se trasladan a aplicaciones y plataformas online.

 

 

El modelo se extiende a las administraciones públicas, al transporte y ahora, de forma definitiva, a las compañías aéreas.

 

 

¿Hasta qué punto es legítimo obligar a los usuarios a depender de la tecnología para acceder a servicios básicos? ¿Dónde queda el derecho a elegir cómo gestionar la propia vida? ¿Es la digitalización una herramienta de progreso o una forma de control y exclusión?

 

 

 

Ryanair defiende el cambio por motivos de sostenibilidad y ahorro. La eliminación de las tarjetas en papel, según sus cálculos, permitirá ahorrar millones de euros cada año.

 

 

Sin embargo, este beneficio empresarial se traduce, en la práctica, en una transferencia de costes y responsabilidades al usuario final.

 

 

El viajero debe disponer de un dispositivo móvil, conexión a internet, capacidad para instalar y gestionar aplicaciones, y asumir la responsabilidad de que todo funcione correctamente en el momento del embarque.

 

 

 

El riesgo de quedarse fuera del vuelo por un fallo técnico, una batería agotada o la falta de cobertura es real.

 

 

La experiencia de viajar, que debería ser accesible y universal, se convierte en una carrera de obstáculos tecnológicos para quienes no están plenamente integrados en el ecosistema digital.

 

 

La decisión de Ryanair pone de manifiesto una realidad incómoda: la brecha digital sigue creciendo.

 

 

En España, millones de personas carecen de acceso regular a internet o no disponen de un smartphone operativo.

 

 

Los mayores, en particular, se ven afectados por la desaparición de servicios presenciales y la exigencia de gestionar todo a través de aplicaciones.

 

 

La digitalización, lejos de ser un proceso inclusivo, corre el riesgo de dejar atrás a quienes no pueden o no quieren adaptarse al nuevo paradigma.

 

La reacción social ante la medida de Ryanair muestra que la resistencia a la digitalización obligatoria no es una cuestión anecdótica.

 

La demanda de alternativas físicas, de atención personalizada y de respeto a la diversidad tecnológica sigue vigente.

 

El debate sobre el equilibrio entre innovación y derechos ciudadanos está más vivo que nunca.

 

 

La decisión de Ryanair podría marcar el inicio de una tendencia irreversible.

 

 

Otras compañías aéreas y ferroviarias, como advierte Pérez-Reverte, podrían seguir el mismo camino, eliminando progresivamente los servicios físicos y obligando a todos los usuarios a pasar por el filtro digital.

 

 

El modelo, extendido ya en la banca y en otras áreas, amenaza con consolidar una sociedad donde la tecnología no solo facilita la vida, sino que la condiciona y la limita.

 

 

La pregunta que queda en el aire es: ¿quién decide cómo debemos vivir y viajar? ¿Es legítimo que las empresas impongan sus propios modelos de gestión, ignorando las necesidades y preferencias de los ciudadanos? ¿Dónde queda el derecho a la diferencia y la pluralidad en la era digital?

 

 

La polémica entre Pérez-Reverte y Ryanair es mucho más que una anécdota mediática.

 

 

Es el reflejo de un conflicto profundo entre la innovación tecnológica y la inclusión social, entre la eficiencia empresarial y el respeto a los derechos ciudadanos.

 

 

La digitalización, presentada como progreso, puede convertirse en una forma de exclusión si no se acompaña de alternativas y de sensibilidad hacia la diversidad.

 

 

La sociedad española se enfrenta al reto de encontrar un equilibrio entre la modernización y la defensa de los servicios tradicionales.

 

 

El debate está abierto, y la historia de la tarjeta de embarque de Ryanair es solo el último capítulo de una transformación que afecta a todos.

 

 

 

 

Lejos de ser una pataleta aislada, el mensaje de Pérez-Reverte ha conectado con una frustración creciente entre muchos usuarios: la sensación de que las empresas están eliminando servicios tradicionales para recortar costes, trasladando la carga operativa al cliente y dando por hecho que todo el mundo tiene un smartphone, sabe usarlo y quiere usarlo.

 

 

La decisión de Ryanair.

 

 

La polémica encendida por Arturo Pérez-Reverte tras la decisión de Ryanair de abandonar por completo las tarjetas de embarque impresas conecta directamente con el nuevo movimiento de la aerolínea.

 

 

A partir de ahora, la compañía sólo aceptará tarjetas de embarque 100% digitales, un cambio que afecta a todos sus pasajeros sin excepción.

 

Según ha comunicado la empresa, ya no será posible descargar y llevar al aeropuerto una tarjeta de embarque en papel.

 

En su lugar, los viajeros deberán utilizar la versión digital generada a través de la aplicación myRyanair durante el proceso de ‘check-in’.

 

La compañía defiende que esta transición permitirá ofrecer una experiencia “más rápida, inteligente y sostenible”.

 

 

El director de Marketing de la aerolínea, Dara Brady, explicó que el cambio es inminente: quedan menos de siete días para que entre en vigor y, a partir del miércoles, los pasajeros que intenten imprimir la tarjeta de embarque ya no podrán hacerlo.

 

 

Todo deberá gestionarse desde el móvil. Ryanair sostiene además que este giro digital supondrá un ahorro estimado de hasta 40 millones de euros anuales, gracias a la eliminación de los costes asociados a la impresión.

 

La aerolínea subraya que la mayoría de su clientela ya está adaptada a este sistema: asegura que el 80% de los viajeros utiliza actualmente tarjetas de embarque digitales sin necesidad de documentos en papel.

 

 

Aun así, lanza un aviso a quienes siguen recurriendo a la versión tradicional: deberán descargar la aplicación myRyanair antes de que la compañía complete el tránsito hacia un modelo totalmente digital.