EL MOMENTO EXACTO en el que Abascal se Sale del Guion Y HUMILLA a Pedro Sánchez delante de Todos.

 

 

 

 

 

 

 

En el Congreso de los Diputados, la política española vivió una vez más uno de esos duelos verbales que dejan huella y generan titulares.

 

 

Santiago Abascal, líder de Vox, se enfrentó cara a cara con Pedro Sánchez en una sesión marcada por la tensión, la confrontación y la crudeza de las acusaciones.

 

 

El debate no fue simplemente una exposición de ideas, sino una batalla por el relato, por la credibilidad y por el futuro político de España.

 

 

Abascal comenzó su intervención con un tono desafiante, decidido a desmontar la imagen del presidente del Gobierno.

 

 

Su estrategia fue clara desde el primer minuto: atacar directamente a Sánchez en cuatro frentes que, según él, definen el balance de su gestión.

 

 

El primero, la corrupción. Con ironía y dureza, Abascal acusó a Sánchez de generar “más tramas que Netflix”, insinuando que el presidente no sabe nada de los negocios de su mujer, de los manejos de su hermano, ni de los escándalos que han salpicado a miembros de su partido como Ábalos y Cerdá.

 

 

La referencia a Koldo y la amnesia familiar fue utilizada para pintar un cuadro de desmemoria e impunidad que, según el líder de Vox, se extiende por todo el entorno socialista.

 

 

El segundo punto de Abascal fue la supuesta ruina y colapso de los servicios públicos.

 

 

Denunció que mientras el gobierno y su entorno “se reparten el dinero”, los jóvenes no pueden acceder a una vivienda digna y los hospitales están colapsados, en parte por la “atención masiva a miles de inmigrantes ilegales”.

 

 

 

Criticó el “fanatismo verde” del Ejecutivo, asegurando que sus políticas no descarbonizan la economía, sino que “carbonizan los bolsillos” de las clases medias y de los españoles más humildes.

 

 

Abascal acusó al gobierno de querer “un campo sin agricultores y sin ganaderos” y una economía sin pymes ni industria, llegando a afirmar que “incluso quieren una España sin españoles”.

 

 

El tercer eje del discurso de Abascal fue la inmigración masiva y la inseguridad.

 

 

Apuntó directamente a Sánchez, responsabilizándolo del aumento de delitos y de la inseguridad, especialmente para las mujeres.

 

 

Acusó al presidente de oponerse a las deportaciones de inmigrantes ilegales y de convertir a España en el único país de Europa con esa postura.

 

 

La referencia a Paco Salazar y al presidente de la Diputación de Lugo sirvió para subrayar, según su relato, la falta de respuesta del Gobierno ante hechos graves que afectan a la seguridad ciudadana.

 

 

Finalmente, Abascal habló de la “traición”, acusando a Sánchez de pactar con “los enemigos de España” únicamente para permanecer un minuto más en el poder y “seguir huyendo de la acción de la justicia”.

 

 

Remató su intervención asegurando que todo lo relatado era solo una parte de las “fechorías” cometidas por el presidente, y que el tiempo de intervención no le permitía enumerarlas todas.

 

 

El discurso de Abascal fue directo, sin tapujos, y buscó conectar con el descontento de una parte de la sociedad que siente que el actual gobierno no representa sus intereses.

 

 

Se presentó como el defensor de los españoles, como el político que dice lo que otros callan.

 

 

En ese contexto, Abascal no dudó en desafiar a Sánchez para que convocara elecciones, asegurando que “no hay que tener miedo a la voz del pueblo”.

 

 

La respuesta de Sánchez, como suele ocurrir en estos enfrentamientos, fue recibida con escepticismo por parte de los seguidores de Vox y los sectores más críticos.

 

 

El presidente defendió su gestión, habló de igualdad y de servicios públicos, y acusó a Vox de querer recortarlos y privatizarlos.

 

Abascal, sin embargo, calificó estas respuestas de “mentira” y de “tonterías”, insistiendo en que la narrativa socialista ya no convence a nadie.

 

 

En su réplica, Abascal se esforzó por dejar claro que ni él ni Vox han sido nunca imputados ni condenados por corrupción.

 

 

Aseguró que las sanciones del Tribunal de Cuentas contra su partido habían sido tumbadas por el Tribunal Supremo y que, a diferencia del PSOE, Vox “está limpio”. Acusó al partido socialista de estar “hasta el cuello de corrupción” y de utilizar la estrategia del “y tú más” para defenderse ante las críticas.

 

 

Según Abascal, cada vez menos votantes compran la narrativa socialista y Vox sigue creciendo en apoyos.

 

 

El líder de Vox aprovechó para denunciar el supuesto intento del gobierno de “robar votos”, citando el caso de Extremadura y la desaparición de votos por correo custodiados por Correos.

 

 

Volvió a desafiar a Sánchez a convocar elecciones, asegurando que no tiene miedo a la voz de los españoles y que está dispuesto a enfrentarse en las urnas en cualquier momento.

 

 

La sesión parlamentaria fue un reflejo del clima político actual en España. Por un lado, la polarización y el enfrentamiento directo entre los líderes de los principales partidos.

 

 

Por otro, la estrategia de Vox de presentarse como alternativa limpia, incorrupta y cercana a los problemas reales de la gente.

 

 

Abascal se mostró como un político combativo, dispuesto a denunciar lo que considera injusticias y dispuesto a desafiar al poder sin miedo.

 

 

El debate sobre la corrupción, la gestión de los servicios públicos, la inmigración y la seguridad sigue siendo central en la política española.

 

 

Los ataques de Vox al gobierno socialista encuentran eco en una parte de la sociedad que percibe que las instituciones no funcionan como deberían y que el sistema está agotado.

 

 

La referencia de Abascal a la “presidencia vitalicia” de la fundación Disenso, que él negó rotundamente, fue utilizada para subrayar la transparencia de su partido frente a las supuestas irregularidades del PSOE.

 

 

La cuestión de la inmigración, abordada con dureza por Abascal, refleja una preocupación creciente en sectores conservadores y de ultraderecha.

 

 

La idea de que el gobierno protege a los inmigrantes ilegales mientras desatiende a los españoles es un mensaje que Vox ha sabido explotar con eficacia.

 

 

La inseguridad, el aumento de delitos y la situación de las mujeres en España fueron utilizados como argumentos para exigir cambios drásticos en la política migratoria y en la gestión de la seguridad ciudadana.

 

 

El enfrentamiento entre Abascal y Sánchez también puso sobre la mesa la cuestión de los pactos políticos.

 

 

Abascal denunció los acuerdos entre el PSOE y el PP en Bruselas y Ceuta, asegurando que ambos partidos se reparten las instituciones y que Vox no gobierna con ninguno de ellos.

 

 

Criticó las políticas migratorias, fiscales y de género nacidas de esos acuerdos y denunció la obligación de servir comida halal en los comedores escolares de Ceuta como ejemplo de la “rendición” ante la multiculturalidad.

 

 

La propuesta de Feijóo sobre la vicepresidencia primera también fue objeto de burla, aunque Abascal advirtió que no se debería descartar que, por imposición de Bruselas, el vicepresidente pudiera ser un socialista como Bolaños.

 

 

La crítica a las injerencias europeas y la defensa de la soberanía nacional son elementos recurrentes en el discurso de Vox.

 

 

Al final de la sesión, Abascal expresó su deseo de que, cuando se convoquen elecciones generales y se cuenten todos los votos, el gobierno socialista no vuelva a tener poder en España “por una larga temporada”.

 

 

Reconoció que la memoria política es corta y que los españoles tienden a olvidar, pero confió en que Vox pueda convencer lo suficiente para gobernar y “arreglar este país”.

 

 

 

El enfrentamiento parlamentario dejó patente la profunda división política y social en España. Por un lado, un gobierno que defiende su gestión y apuesta por la igualdad y los servicios públicos.

 

 

Por otro, una oposición que denuncia corrupción, inseguridad y traición, y que exige cambios radicales y elecciones inmediatas.

 

 

La estrategia de Vox, basada en la denuncia constante, la confrontación y la apelación directa al pueblo, sigue ganando adeptos.

 

 

Abascal se presentó como el líder que no tiene miedo, que dice lo que otros callan y que está dispuesto a enfrentarse a Sánchez en cualquier terreno.

 

 

Su discurso, cargado de emoción y de ataques frontales, busca movilizar a los desencantados y a quienes sienten que el sistema les ha dado la espalda.

 

 

La política española, marcada por la polarización y la crispación, necesita respuestas claras y soluciones efectivas.

 

 

El debate entre Abascal y Sánchez es solo una muestra de la intensidad del momento.

 

 

Los próximos meses serán decisivos para el futuro del país, y el Congreso seguirá siendo el escenario donde se libran las batallas más importantes.

 

 

En definitiva, la sesión parlamentaria fue mucho más que un intercambio de reproches.

 

 

Fue el reflejo de una España dividida, de una sociedad que busca respuestas y de unos líderes que luchan por imponer su relato.

 

 

Abascal, fiel a su estilo, salió a dar la cara por sus votantes, desafió a Sánchez y dejó claro que Vox no piensa retroceder.

 

 

El eco de sus palabras seguirá resonando en el debate público, alimentando el pulso político de un país que no deja de buscar su rumbo.