El demoledor final del discurso de Isaías Lafuente sobre los jóvenes en los Premios Ondas: “Les cortamos las alas”.

 

 

 

“La radio, el periodismo y la democracia los necesitan”.

 

 

 

 

 

La noche de los Premios Ondas siempre es un acontecimiento especial para la radio y el periodismo español.

 

 

El Gran Teatre del Liceu de Barcelona se convierte en el epicentro de la celebración, el reconocimiento y la reivindicación de una profesión que, a pesar de los desafíos, sigue siendo esencial para la democracia y la sociedad.

 

 

 

Este año, Isaías Lafuente, periodista de la Cadena SER y creador de la icónica sección “Unidad de Vigilancia” en La Ventana, se alzó con el galardón por su trayectoria y por su contribución a la calidad lingüística y ética del medio.

 

 

Pero más allá de los agradecimientos y las bromas, fue el final de su discurso lo que resonó con fuerza y dejó una huella profunda en todos los presentes.

 

 

Isaías Lafuente subió al escenario con la serenidad que otorgan los años de oficio y la pasión intacta por la radio.

 

 

Tras bromear con Mara Torres, presentadora de la gala, sobre el escaso minuto concedido para los discursos —“seguramente, gracias al jurado será la frase más repetida esta noche”—, Lafuente decidió poner nombre propio a quienes le premiaban, agradeciendo a Fran, Sira, Olga, Josep María y Joan, en un gesto de humildad y cercanía.

 

 

 

El periodista recordó que la radio le ha dado todo en lo profesional, pero también en lo personal: “La radio me dio la posibilidad de tropezarme con una compañera de la redacción, con Elvira, con la que después trabajé 20 años y llevamos treinta y tantos de vida compartida”.

 

 

Un homenaje a la profesión y a la vida, que preparaba el terreno para una reflexión mucho más profunda y demoledora.

 

 

El cierre de su intervención fue, sin duda, el momento más impactante de la noche.

 

 

Lafuente, con la autoridad que le otorgan sus más de 40 años de carrera, se dirigió directamente a la situación de los jóvenes periodistas, los becarios y los recién llegados a la profesión.

 

 

“Soy aquel becario de hace 40 años, con muchos trienios. Hoy me quiero acordar de ellos, de los becarios, de los profesionales jóvenes que llegan con la misma ilusión que nosotros y con la misma preparación, o más, pero que, sin embargo, llegan con la fecha de caducidad en la frente”.

 

 

La metáfora de la “fecha de caducidad” es tan certera como dolorosa. Lafuente denunció que no se les deja crecer, que “les cortamos las alas”, y reivindicó que la radio, el periodismo y la democracia los necesita.

 

 

“Para que maduren hay que dejarlos continuar. Así que, Viva Suecia, pero en esta materia no nos hagamos los suecos”, remató, en un juego de palabras que arrancó sonrisas y reflexiones a partes iguales.

 

 

El discurso de Lafuente no es solo una reivindicación personal, sino el reflejo de una realidad preocupante en el periodismo español.

 

 

La precariedad laboral, los contratos temporales, la ausencia de estabilidad y el abuso de la figura del becario son problemas estructurales que afectan a miles de jóvenes cada año.

 

 

Muchos llegan a las redacciones con formación, talento y vocación, pero se encuentran con puertas cerradas, salarios bajos y una carrera profesional que parece estar siempre en suspenso.

 

 

La radio, como otros medios, ha sido históricamente un espacio de aprendizaje y de oportunidad, pero en la actualidad la renovación generacional se ve amenazada por la falta de apuesta por los jóvenes.

 

 

El riesgo es doble: por un lado, se pierde el potencial y la innovación que aportan las nuevas generaciones; por otro, se perpetúa una estructura envejecida, menos capaz de conectar con la sociedad y de adaptarse a los cambios tecnológicos y culturales.

 

 

Lafuente lo expresó con claridad: “La radio, el periodismo y la democracia los necesita”.

 

 

La renovación no es solo una cuestión de justicia laboral, sino una necesidad para la supervivencia y la calidad del periodismo.

 

 

Los jóvenes aportan nuevas miradas, inquietudes y formas de comunicar que son imprescindibles para mantener la relevancia y la pluralidad de los medios.

 

 

El relevo generacional implica también una transmisión de valores, de ética profesional y de compromiso con la verdad.

 

 

Los veteranos, como Lafuente, tienen la responsabilidad de abrir espacio, de acompañar y de enseñar, pero también de dejar crecer y de permitir que los jóvenes encuentren su voz y su lugar en la profesión.

 

 

La situación de los jóvenes periodistas es también consecuencia de las políticas empresariales y de gestión de los medios.

 

 

La apuesta por la inmediatez, la reducción de costes y la búsqueda de rentabilidad ha llevado a muchos medios a precarizar el trabajo, a externalizar servicios y a convertir el talento joven en una fuente de mano de obra barata y desechable.

 

 

El reto es enorme: las empresas deben asumir su responsabilidad social y apostar por la formación, la estabilidad y el desarrollo profesional de los jóvenes.

 

 

La calidad del periodismo depende de la inversión en talento, en innovación y en diversidad generacional.

 

 

Sin jóvenes, la radio y el periodismo corren el riesgo de convertirse en espacios estancados y desconectados de la realidad.

 

 

Lafuente no se limitó a hablar de la radio o de los medios, sino que conectó su discurso con la importancia del periodismo para la democracia.

 

 

Los jóvenes periodistas son necesarios para renovar el relato social, para garantizar la pluralidad y para mantener la vigilancia sobre el poder.

 

 

La democracia necesita medios libres, críticos y diversos, y eso solo es posible si se da espacio a las nuevas generaciones.

 

 

La radio, con su capacidad de llegar a todos los rincones y de crear comunidad, es un medio especialmente relevante en este sentido.

 

 

Pero para que siga siendo motor de cambio y de integración, debe apostar por el relevo, la inclusión y la formación continua.

 

 

El discurso de Lafuente fue también un homenaje a la experiencia y a la memoria de quienes han construido la radio y el periodismo en España.

 

 

Recordar los inicios, los tropiezos y los aprendizajes es fundamental para entender el presente y para construir el futuro.

 

 

Pero la experiencia solo tiene sentido si se pone al servicio de quienes vienen detrás, si se comparte y se transmite con generosidad.

 

 

La convivencia entre generaciones, el diálogo y el respeto mutuo son claves para un periodismo vivo y plural.

 

 

Los jóvenes necesitan referentes y apoyo, pero también autonomía y espacio para equivocarse y aprender.

 

 

 

 

Las palabras de Isaías Lafuente en los Premios Ondas han generado un intenso debate en el sector.

 

Muchos periodistas jóvenes han compartido el discurso en redes sociales, agradeciendo la visibilidad y la reivindicación.

 

Los veteranos, por su parte, han reflexionado sobre su papel en la formación y el acompañamiento de las nuevas generaciones.

 

 

El discurso ha servido para abrir una conversación necesaria sobre el futuro del periodismo, la importancia de la renovación y la urgencia de cambiar las dinámicas laborales y empresariales que amenazan la calidad y la sostenibilidad del oficio.

 

 

La noche de los Ondas fue, gracias a Lafuente, mucho más que una celebración.

 

 

 

Fue una llamada de atención, un recordatorio de que el periodismo necesita alas y que quienes llegan con ilusión y preparación merecen crecer, equivocarse y encontrar su lugar.

 

 

La radio y el periodismo español tienen ante sí el reto de apostar por los jóvenes, de abrir puertas y de construir un futuro donde la calidad, la pluralidad y la democracia sean los pilares fundamentales.

 

 

El discurso demoledor de Isaías Lafuente es una invitación a la reflexión, al debate y al compromiso.

 

Porque, como él mismo dijo, “la radio, el periodismo y la democracia los necesita”. Y para que maduren, hay que dejarlos continuar.