Feijóo la lía afirmando que “los andaluces no saben contar” y Ramón Espinar le replica diciendo lo que estos deberían hacer con él.

 

 

 

Se ha liado en las últimas horas.

 

 

 

 

 

La política española, tradicionalmente marcada por la pugna entre territorios y la reivindicación de las identidades regionales, ha vuelto a experimentar uno de esos episodios que, aunque nacen en un contexto festivo, terminan generando un debate nacional.

 

 

La última cena de Navidad del Partido Popular de Madrid, celebrada este martes, se ha convertido en el epicentro de una polémica que ha trascendido el ámbito interno del partido para convertirse en tema de conversación en las redes sociales, los medios y, sobre todo, entre los ciudadanos de Andalucía y Galicia.

 

 

Alberto Núñez Feijóo, líder del PP y figura central de la oposición, fue el protagonista involuntario de este episodio.

 

En un ambiente distendido, rodeado de los principales dirigentes de su formación y en presencia de figuras como Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, Feijóo quiso hacer gala de su orgullo gallego y participar en el tradicional debate sobre cuál de las dos regiones, Galicia o Andalucía, cuenta con más kilómetros de costa.

 

 

Lo que parecía una broma inocente, destinada a arrancar alguna sonrisa y alimentar el folklore regional, terminó por desatar una ola de críticas y respuestas que han puesto de manifiesto la sensibilidad existente en torno a las identidades y el respeto entre territorios.

 

 

 

El comentario de Feijóo, pronunciado en tono de chascarrillo, fue claro: “Galicia es un bosque con el 47% de la madera de España regada por agua dulce, tenemos 600 ríos interiores y estamos circunvalados por agua salada, ya que tenemos los mayores kilómetros de costa de España”.

 

 

Hasta aquí, la reivindicación regional parecía seguir el guion habitual de este tipo de encuentros.

 

 

Sin embargo, la frase que vino a continuación fue la que encendió la mecha: “Los andaluces no están de acuerdo, pero no saben contar. Las rías tienen doble costa, por lo tanto, es el lugar con más kilómetros de costa en España”.

 

 

La reacción no se hizo esperar. Lo que Feijóo pretendía como una broma, fue recibido por muchos andaluces como una falta de respeto y una muestra de paternalismo político.

 

 

Las redes sociales, donde la inmediatez y la viralidad marcan el ritmo del debate público, se llenaron de mensajes de indignación y de respuestas que, lejos de quedarse en el terreno del humor, apelaron al orgullo regional y a la exigencia de respeto.

 

 

Entre las respuestas más contundentes destaca la de Ramón Espinar, exfundador de Unidas Podemos y actual tertuliano y analista político, quien desde su perfil de X sentenció: “Sería tan bonito que Andalucía le dijera a Feijoo eso de ‘¿Sabes contar? Pues no cuentes conmigo’. Tiene menos luces que las Cuevas de Nerja”.

 

 

 

El episodio, lejos de ser anecdótico, ha puesto de manifiesto varios elementos clave de la política y la sociedad española contemporánea.

 

 

En primer lugar, la importancia de la sensibilidad territorial y la identidad regional. España, país de profundas raíces históricas y culturales, vive sus diferencias como parte fundamental de su riqueza, pero también como fuente de desencuentros y tensiones.

 

 

Los líderes políticos, conscientes de esta realidad, suelen utilizar el discurso regionalista como herramienta de conexión con sus bases, pero corren el riesgo de cruzar la línea entre la reivindicación legítima y el menosprecio.

 

 

La frase de Feijóo, aunque pronunciada en tono de broma, ha sido interpretada por muchos como un ejemplo de ese riesgo.

 

 

La acusación de “no saber contar” dirigida a los andaluces ha sido leída como una muestra de superioridad y paternalismo, y ha reabierto el debate sobre la necesidad de respeto y reconocimiento entre territorios.

 

 

La respuesta de Espinar, y de muchos otros usuarios en redes, ha sido la de reivindicar la dignidad andaluza y exigir que las bromas políticas no se conviertan en instrumentos de división.

 

 

En segundo lugar, el episodio ha evidenciado el poder de las redes sociales y la opinión pública en la era digital.

 

 

Lo que antes quedaba en el ámbito privado de una cena navideña, hoy se convierte en tendencia nacional en cuestión de minutos.

 

 

Los ciudadanos, armados de datos, recuerdos y argumentos, participan activamente en el debate, fiscalizan a los líderes y exigen explicaciones y rectificaciones.

 

 

La política, en este contexto, ya no es solo cosa de políticos: es una conversación colectiva donde cada palabra puede ser analizada, discutida y contestada en tiempo real.

 

 

La polémica ha servido, además, para recordar la importancia de los datos y la veracidad en el discurso público.

 

Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, la costa gallega se extiende a lo largo de 1.498 kilómetros, mientras que la franja litoral de Andalucía se queda en algo menos de 1.000 kilómetros.

 

 

La realidad, por tanto, es que Galicia cuenta con más kilómetros de costa, pero el debate no es solo geográfico, sino también simbólico: lo que está en juego es el reconocimiento y el respeto entre territorios, y el papel de los líderes políticos como garantes de la convivencia y el entendimiento.

 

 

 

 

El episodio también invita a una reflexión sobre el uso del humor en la política. La broma de Feijóo, aunque seguramente no pretendía ofender, revela los límites difusos entre la ironía y el prejuicio, entre el chascarrillo y el estereotipo.

 

 

En un país donde los tópicos regionales han sido históricamente fuente de conflicto y división, los líderes deben ser especialmente cuidadosos en sus intervenciones públicas. La igualdad y el respeto no son solo valores constitucionales, sino también exigencias éticas y políticas.

 

 

La polémica generada por el comentario de Feijóo sobre los andaluces y la costa gallega es mucho más que una anécdota navideña.

 

 

Es un reflejo de la España plural, orgullosa y vigilante que exige respeto y responsabilidad a sus líderes.

 

 

La respuesta de Ramón Espinar y de miles de ciudadanos es un recordatorio de que la dignidad y el sentido del humor pueden ir de la mano, pero que la cultura política debe estar siempre guiada por el respeto y la empatía.

 

 

En un país donde las palabras importan y las identidades se viven con pasión, la política debe aprender a escuchar, a rectificar y a celebrar la diversidad como un valor compartido.

 

 

El episodio vivido en la cena del PP es un recordatorio de que la política española está atravesando un proceso de transformación, donde la memoria y la exigencia de justicia ocupan un lugar central.

 

 

Los líderes, lejos de refugiarse en el humor o la defensa de la tierra propia, deben asumir que sus palabras tienen consecuencias y que la ciudadanía está dispuesta a recordar, contar y exigir.

 

La España que sale de este debate es una sociedad más vigilante, más exigente y más consciente de que, detrás de cada cifra y cada broma, hay historias que merecen ser contadas y respetadas.

 

 

En definitiva, la polémica sobre los kilómetros de costa y la capacidad de contar es solo la punta del iceberg de una conversación mucho más profunda sobre la convivencia, el respeto y la identidad en España.

 

 

Los líderes políticos, si quieren estar a la altura de las expectativas de una sociedad cada vez más crítica y participativa, deben aprender a medir sus palabras, a reconocer sus errores y a celebrar la diversidad como un valor fundamental.

 

 

La cena navideña del PP, lejos de ser una simple anécdota, se ha convertido en símbolo de los retos y las oportunidades de la política española en el siglo XXI.