Susanna Griso ha propuesto un reto a Mariano Rajoy en su entrevista en ‘Espejo Público’ que le ha hecho sudar y le ha llevado a rebelarse
Susanna
Griso y Mariano Rajoy en ‘Espejo Público
La visita de Mariano Rajoy a Espejo Público este miércoles 26 de noviembre estaba planteada, en un principio, como una entrevista amable para presentar su libro El arte de gobernar y comentar cuestiones de actualidad desde una perspectiva distendida.
El expresidente del Gobierno, que suele mostrarse cómodo en este tipo de conversaciones, acudió al plató de Antena 3 con su tono habitual, combinando formalidad y ese particular sentido del humor que le caracteriza desde hace años.
Sin embargo, lo que parecía una charla previsible se convirtió en uno de los momentos más comentados de la mañana cuando Susanna Griso y la copresentadora Lorena García decidieron poner a prueba una de las ideas centrales que Rajoy defiende en su libro: la importancia de la elegancia verbal y de evitar enfrentamientos innecesarios.
Para comprobar si el exdirigente aplicaba esa filosofía también en lo espontáneo, le plantearon un reto que, lejos de pasar desapercibido, desencadenó una secuencia televisiva inesperada.
El reto lingüístico que lo trastocó todo
Con una sonrisa que dejaba entrever que la propuesta escondía cierta trampa, Lorena García le lanzó la prueba: definir con una sola palabra a varios líderes políticos de la actualidad.
Un ejercicio aparentemente simple, pero que situaba al expresidente en una posición complicada, pues cualquier adjetivo podía ser interpretado como una valoración contundente.
El primero de los nombres fue el de Yolanda Díaz. Rajoy inició su respuesta con una observación más extensa de lo que pedía el juego, algo que ya anticipaba su incomodidad.
Pero ante la insistencia para ceñirse a una sola palabra, optó por una fórmula escapista: “definida en cero palabras”.
Ese gesto, más diplomático que otra cosa, reveló que no estaba dispuesto a aceptar todas las reglas del reto.
Con Santiago Abascal, en cambio, no dudó en ofrecer un término directo.
Tampoco se mostró evasivo al referirse a Isabel Díaz Ayuso, a quien describió con un calificativo más elogioso.
La dinámica avanzaba así entre prudencia, silencios calculados y momentos en los que sus gestos hablaban por él más que sus respuestas.
Cuando llegó el turno de Pedro Sánchez, Rajoy decidió sortear la pregunta con un comentario sobre la conveniencia de no aumentar su lista de adversarios.
Susanna Griso insistió en que debía elegir una palabra o al menos una frase, pero el exdirigente popular se rebeló con una mezcla de ironía y resignación, dejando claro que el ejercicio le resultaba incómodo.
Finalmente, y casi como una concesión, pronunció un término que acompañó de una reflexión sobre la conveniencia de responder lo que, en su opinión, resulta funcional en cada contexto.
Una incomodidad creciente que se hizo visible
A medida que avanzaba la prueba, sus respuestas fueron evidenciando cierta tensión.
Ese clima culminó cuando la presentadora le planteó otro nombre: Aitor Esteban. En este caso, Rajoy optó directamente por no decir nada. Con Alberto Núñez Feijóo, sin embargo, respondió con una palabra que le situaba claramente en un plano favorable y que despertó algunas sonrisas en el plató.
Tras completar el listado, el expresidente se mostró aliviado, aunque quiso dejar claro que se había permitido alguna licencia.
Fue entonces cuando Griso anunció que todavía quedaba “lo más difícil”.
Rajoy, visiblemente sorprendido, reaccionó con una expresión espontánea que, más que molesta, sonó a humor gallego y a cierta complicidad con la presentadora.
Era la antesala de la llamada “pregunta del becario”, una tradición del programa que busca sorprender a los invitados con cuestiones inesperadas.
La pregunta final que descolocó al expresidente
La última cuestión resultó ser menos lúdica de lo que parecía: si volviera a llegar a La Moncloa, ¿qué error no repetiría? Una pregunta que no tenía trampa, pero que obligaba al invitado a mirar atrás y analizar su propio legado.
El gesto de Rajoy reflejó un nuevo momento de desconcierto, pero esta vez la respuesta no tardó tanto en llegar.
El expresidente explicó que, en los grandes asuntos de su mandato, mantendría las decisiones que tomó en su momento.
Sin embargo, reconoció que, bajo su criterio, descuidó un aspecto clave: la comunicación.
Explicó que habría dedicado más tiempo a cuidar su relación con los medios y a gestionar mejor la forma en que se explicaban las iniciativas de su Gobierno.
Una autocrítica que sorprendió por lo directa y que dio un cierre más reflexivo al encuentro.
Un momento televisivo que se viraliza por su espontaneidad
El paso de Mariano Rajoy por Espejo Público se convirtió rápidamente en uno de los fragmentos más reproducidos en redes sociales.
No tanto por el contenido político, que fue relativamente moderado, sino por la naturalidad de un reto que logró sacar al expresidente de su habitual serenidad.
El contraste entre el tono distendido del programa y la reticencia del invitado a caer en una dinámica que podía derivar en valoraciones polémicas generó un momento televisivo sincero, más cercano a lo humano que a lo estrictamente político.
Ese equilibrio entre humor, prudencia y espontaneidad ha sido una de las señas de identidad de Rajoy en su trayectoria pública, y el episodio de Espejo Público encajó precisamente en ese perfil.
Lejos de provocar tensión en el plató, la secuencia se convirtió en una escena ligera, casi costumbrista, sobre cómo la política y el entretenimiento conviven cada vez más dentro de los formatos televisivos.
Televisión, política y el arte de manejar imprevistos
El reto propuesto por Susanna Griso conectó con una tendencia cada vez más habitual en los programas matinales: acercar a los protagonistas de la actualidad a un tono más cotidiano, más cercano al espectador.
A través de dinámicas inesperadas, los políticos muestran facetas menos institucionales y más humanas, algo que el público suele recibir con interés.
En este caso, la reacción de Rajoy evidenció que incluso quienes han ocupado las responsabilidades más altas del país pueden sentirse descolocados por una pregunta aparentemente inocente.
Su mezcla de ironía y prudencia reflejó la complejidad de mantener un discurso calculado en un entorno de entretenimiento.
Un cierre que deja pistas sobre su postura actual
La entrevista concluyó con ese ejercicio de autocrítica centrado en la comunicación, una cuestión que el propio Rajoy ha abordado en su libro.
Según explicó, la gestión de los mensajes se ha convertido en un elemento central del liderazgo contemporáneo, y él mismo reconoce que, durante su etapa en la presidencia, no dedicó suficiente atención a ese aspecto.
Aunque su visita estaba enfocada en la promoción literaria, el desafío planteado por Griso permitió ver cómo maneja la improvisación, cómo evita conflictos y cómo redirige preguntas que podrían abrir debates innecesarios.
En definitiva, un retrato actualizado de su estilo: cauteloso, irónico y siempre consciente del contexto en el que se mueve.
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