Fuentes policiales vinculan las adicciones de Ricart a sus cambios de versión del crimen, a pesar de los intentos de Sor Lucía por ‘protegerle’ en Barcelona

Miguel Ricart, el único condenado por el crimen de Alcàsser, ha vuelto al centro de la conversación pública.

O mejor dicho, nunca la ha abandonado. Especialmente, Ricart es noticia por la querella criminal que ha presentado contra él Mauricio Anglés, hermano de Antonio Anglés.

Anglés reprocha a Ricart las últimas declaraciones en las que le implicó de forma directa en el crimen de Alcàsser.

Esas acusaciones se difundieron en un canal digital y acabaron en rectificación y disculpas.

Aun así, el hermano de Antonio decidió acudir a los tribunales. Considera que se trata de injurias muy graves y que han tenido gran difusión.

En sus entrevistas con elcierredigital.com, Mauricio Anglés vincula los constantes cambios de versión de Ricart sobre el crimen a dos factores. Por un lado, al consumo de drogas. Por otro, a las necesidades económicas que genera esa adicción.

Todo esto, a pesar del intento de su ‘protección’ por la mediática monja Sor Lucía por orden del jefe de los Mossos, Josep Lluís Trapero.

Según la lectura de Mauricio Anglés, Ricart adapta su relato según el entrevistador y lo que reciba a cambio. No solo dinero. También techo, comida o acceso a sustancias.

Dos hombres enmarcados en círculos rojos aparecen en primer plano sobre un fondo borroso con fotos de mujeres jóvenes
Montaje de Mauricio Anglés y Miguel Ricart. | Montaje
Fuentes policiales y de su entorno social dibujan un cuadro similar. Hablan de una “reinserción muy frágil, marcada por la dependencia y por la búsqueda casi constante de recursos básicos”.

Una situación precaria a la que Ricart habría llegado a pesar de contar con la ‘protección’ de sor Lucía Caram, que trató de alejarlo de los círculos de drogadicción al mudarse a Barcelona.

Fuentes cercanas a su entorno describen cómo, ya en Barcelona, Ricart habría llegado a actuar como “hombre de los recados” de una organización que presuntamente traficaba con drogas, supuestamente a cambio de droga y pequeñas cantidades de dinero.

Ese patrón encaja con la trayectoria reciente que le llevó en 2022 a ser detenido por supuestamente regentar un narcopiso.

Y ayuda a entender por qué algunas voces, como la de sor Lucía Caram, insisten en que no está preparado para vivir sin supervisión.

Del apoyo de Trapero y sor Lucía a un narcopiso en el Raval
Cuando Ricart salió de prisión en 2013, lo hizo con un enorme estigma social y casi sin red de apoyo.

No tenía trabajo estable, ni vivienda clara, ni un entorno familiar sólido.

En ese contexto, los Mossos d’Esquadra y su dirección veían un riesgo evidente: que terminara en la calle o en ambientes de droga.

Según explicó la propia sor Lucía Caram en televisión, el entonces mayor y actual director de los Mossos, Josep Lluís Trapero, la llamó para pedirle que ayudara a Miguel Ricart.

“Me pidió Josep Lluís Trapero que lo ayudara”, relató la religiosa, al hablar de su relación con el único condenado por el crimen de Alcàsser.

Mujer con hábito de monja, gafas y bufanda roja mirando a la cámara
Sor Lucía Caram.
Caram contó que Ricart salió de prisión sin recursos económicos ni un lugar donde ir.

A partir de esa llamada, la monja trató de integrarlo en un circuito de apoyo.

Participó en su traslado a Girona y en su posterior ingreso en un centro de acogida en Francia.

Allí, según recogió la prensa, no hubo quejas destacables sobre su comportamiento.

Grupo de personas sentadas en un auditorio sonriendo y prestando atención a una presentación
Josep Lluís Trapero. | Europapress
La religiosa explicó que su objetivo era humanitario. Aseguró que intentó ayudarle por él y por la sociedad, para reducir el riesgo de que volviera a delinquir.

Sin embargo, con el tiempo, su diagnóstico se volvió más duro.

“Tendría que ir a un centro psiquiátrico o estar en prisión”, llegó a afirmar, tras conocerse su detención en Barcelona en 2022.

Ese giro muestra hasta qué punto el proyecto de reinserción se fue quebrando.

Durante años, Ricart alternó etapas de mayor estabilidad con otras de precariedad extrema.

Distintos testimonios lo sitúan viviendo en pensiones baratas, habitaciones temporales o pisos compartidos, siempre con poco margen económico y una fuerte vulnerabilidad.

En paralelo, la presión mediática nunca desapareció. Cada aparición pública, cada entrevista o cada filtración sobre su paradero reabría el debate social.

Ese contexto hacía más difícil cualquier intento serio de rehacer su vida. Y aumentaba el riesgo de que acabara de nuevo cerca de las drogas, como finalmente ocurrió.

La detención de 2022 en un narcopiso y la “reinserción imposible”
El 20 de diciembre de 2022, los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana de Barcelona detuvieron a Miguel Ricart en un piso del barrio del Raval. La vivienda estaba en la calle de la Aurora y, según las autoridades, funcionaba como narcopiso.

En el registro, los agentes intervinieron cocaína, heroína, hachís y otros estupefacientes, además de dinero en efectivo. Ricart, de 53 años, fue arrestado junto a otra persona, sospechosa de dirigir el punto de venta.

Pocos días después, una jueza lo dejó en libertad con medidas cautelares.

Debería comparecer en el juzgado cada quince días mientras avanzara la investigación.

En diciembre de 2023, la Fiscalía pidió cinco años de cárcel para él y otro acusado, por un delito contra la salud pública ligado a la venta de droga desde ese mismo narcopiso. Aunque aún no se conoce juicio ni condena definitiva.

Hombre sentado con expresión seria y un cartel con fotos de tres mujeres desaparecidas y la palabra
Montaje de Miguel Ricart. | Montaje
Algunas crónicas publicadas tras la detención hablaban de “reinserción imposible”.

Describían a un Ricart atrapado en un círculo de precariedad, consumo y pequeños encargos para redes de tráfico.

No actuaba como un gran capo, sino como un eslabón funcional de una estructura criminal.

Otras informaciones añadían que, antes de su arresto en Barcelona, ya habría sido supuestamente identificado en un narcopiso en Madrid. Aunque entonces no llegó a ser detenido ni imputado.

Desde el punto de vista de las fuerzas de seguridad, Ricart representa un caso complejo.

Carga con una condena histórica, un rechazo social casi unánime y problemas personales profundos.

Ahora, con la querella presentada por Mauricio Anglés, Ricart vuelve a enfrentarse a la Justicia.

Su nombre regresa al foco público en un círculo de polémicas que nunca le abandonó desde su salida de prisión en 2013.