La opinión de Javier García Isac de hoy, viernes 5 de diciembre de 2025
Hay páginas de la historia de España que el régimen actual —ese sanchismo que manipula, borra y reescribe— preferiría que jamás salieran a la luz.

Una de ellas es la del asesinato del Fiscal General de la República, Marcelino Valentín Gamazo, y de tres de sus hijos, José Antonio, Francisco Javier y Luis Gonzaga, masacrados el 5 de agosto de 1936 por milicianos socialistas. Sí, han leído bien: socialistas.

Nada de “incontrolados”, nada de “grupos indeterminados”.

Los mismos que hoy se envuelven en la bandera de la democracia mientras abren fosas selectivas, señalan enemigos políticos y exigen ilegalizar a quienes no comulgan con su secta.

UN FISCAL VALIENTE CONTRA EL SOCIALISMO VIOLENTO

Marcelino Valentín Gamazo no era un extremista, ni un fascista, ni un enemigo de la República, como luego quisieron justificar.

Era un jurista de prestigio, un Abogado del Estado, un defensor de la legalidad republicana.

Su gran “delito” fue cumplir con su deber. Y su deber, en 1935, fue procesar al líder socialista Francisco Largo Caballero, el llamado “Lenin español”, por el golpe de Estado de Octubre de 1934, aquella insurrección violenta que dejó más de mil muertos y que exigió que el Ejército saliera a frenar a los mismos que hoy nos dan lecciones de convivencia.

Valentín Gamazo pidió 30 años de reclusión para Largo Caballero por rebelión militar. Y lo hizo porque era lo que correspondía jurídicamente. Pero la República tembló ante las milicias armadas del PSOE, y el Tribunal Supremo cedió.

El fiscal, digno y recto, presentó su dimisión. Porque cuando la justicia se arrodilla ante la violencia, ya no es justicia.

Esa valentía, esa dignidad, es la que nunca le perdonaron.

EL ASESINATO QUE EL PSOE INTENTA BORRAR

Llega julio de 1936, el caos revolucionario, la aniquilación programada de todo aquel que pudiera recordar que alguna vez existió una República de leyes y no de checas. Y el 5 de agosto, los socialistas ajustan cuentas.

A Marcelino Valentín Gamazo, de 57 años, lo atan, lo torturan y lo asesinan, pero antes matan a sus hijos para que él vea en qué consiste la “democratización de la justicia”, o la justicia popular. Sus hijos asesinados fueron:

José Antonio, de 21 años,

Francisco Javier, de 20,

Luis Gonzaga, de 17.

Los matan porque son suyos, porque llevan su apellido, porque simbolizan aquello que el socialismo revolucionario no tolera: la legalidad, el Estado, la justicia.

Pero de esto la memoria histórica socialista no quiere hablar.

No hay homenajes, no hay placas, no hay condenas. Solo silencio.

El mismo silencio que acompaña a miles de asesinados por las checas socialistas y comunistas mientras ellos, muy dignos, se indignan si alguien les recuerda que fueron los primeros en desencadenar la barbarie en España.

DEL PSOE A GARCÍA ORTIZ: LA MISMA ESCUELA

Uno mira el asesinato de Valentín Gamazo y luego observa a Álvaro García Ortiz, el fiscal general del sanchismo, inhabilitado, condenado, al servicio de un Gobierno que persigue al disidente, filtra datos de rivales políticos, manipula expedientes y convierte la Fiscalía en un instrumento de partido, y se da cuenta de que algo no ha cambiado.

La izquierda siempre ha querido una Justicia sometida. Cuando no pudieron controlarla con decretos, la destruyeron a tiros. Hoy la destruyen desde dentro.

SANTOS CERDÁN: EL HEREDERO DE LOS COMISARIOS POLÍTICOS

Mientras tanto, quien manejaba los hilos del PSOE era Santos Cerdán, convertido en amo, señor y repartidor de favores, colocaciones y botines.

El PNV, ese partido que ayer lloraba por la libertad y hoy se abraza al sanchismo por una cartera de competencias, sabe que el poder real en España no está en el Congreso, sino que estaba en el despacho de Cerdán.

Era el encargado de gestionar el gran saqueo del Estado: decretos a medida, nombramientos a dedo, favores cruzados, redes clientelares. El PSOE del siglo XXI se parece más a una mafia organizada que a un partido político democrático.

EL CONTEXTO INTERNACIONAL: MANIOBRAS Y SILENCIOS

Mientras el Gobierno mira hacia otro lado, EE.UU. y Marruecos mueven ficha en el tablero geopolítico.

España, sin rumbo, sin dignidad, sin política exterior, se limita a obedecer mientras pierde soberanía día tras día.

Lo mismo que en 1936, cuando la pasividad —o connivencia— de la izquierda permitió que España se desangrara.

UN PAÍS QUE MIRA AL CIELO MIENTRAS LE QUITAN EL SUELO

Hoy los telediarios abren con el tiempo, las nevadas de AEMET, un megayate en Galicia, un bocadillo de calamares, la fortuna de Amancio Ortega, un museo de palacios medievales, la empresa MERCADONA, un aviso de nieve en Madrid, el cotilleo de Miss Universo 2025, los MENAs en Andalucía, el santoral del día, y hasta recetas. Pero no hablan de Gamazo.

No hablan del fiscal que defendió la República y fue ejecutado por los mismos que hoy dan lecciones de moral.

La historia está patrocinada, sí. Patrocinada por quienes prefieren que no recordemos quién mató a quién.

VALENTÍN GAMAZO: UN NOMBRE QUE ESPAÑA DEBE RESCATAR

La tumba de Valentín Gamazo y de sus hijos no solo guarda cuatro cuerpos: guarda la prueba de que la violencia política en España no fue simétrica, ni equilibrada, ni producto del azar. Fue planificada, ejecutada y defendida por quienes aún hoy se erigen en guardianes de la democracia.

La pregunta es simple:

¿Qué diferencia moral hay entre los socialistas que asesinaron al fiscal en 1936 y los socialistas que hoy intentan asesinar la verdad, la libertad y la justicia?

La respuesta es igual de simple:

Ninguna. Solo han cambiado los métodos, por el momento.

Valentín Gamazo representa la España digna. Sus asesinos representan la España sectaria. Y mientras no tengamos el valor de reconocerlo, seguiremos repitiendo la historia, una y otra vez, bajo nuevas formas, nuevas siglas y nuevos comisarios políticos.